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miércoles, 26 de septiembre de 2007

Balance 2

Segundo mes de vida de este espacio • No tengo mucho nuevo para decir (leé el post del anterior balance), así que me voy a dedicar a analizar un poco las encuestas que hace unos días han cerrado

Porotos

El poroto: historia social del capitalismo dicotiledón. Análisis del poroto en la cultura occidental. El poroto como metáfora en la narrativa hindú contemporánea. El po-roto: un enfoque psicoanalítico. Espacios geográficos y cultivo de poroto. El poroto como clave para la reconstrucción de la economía. Etcétera.

Fijáte cuántas cosas, cuánta "academia" podría haber detrás de un poroto. Recuerdo una reunión de personal, con profesores de lengua, en la cual propuse leer un fragmento de Chomsky, de esos bien hermosamente técnicos, oscuros y difíciles, para trabajar en la jornada (el objetivo era otro, pero no viene al caso) Nadie entendía un carajo, pero alguien arrojó algo así como que era un texto paródico que intentaba focalizar en el decir la nada, de un modo que sonara sofisticado, académico, categórico. Algo de esto hubiéramos logrado, por ejemplo, empezando esta sección con:
poroto, ta.

(Del quechua purutu).

1. m. y f. coloq. Chile. niño (persona que está en la niñez).

2. m. Am. Mer. judía (planta papilionácea).

3. m. Am. Mer. judía (semilla).

4. m. Am. Mer. Guiso que se hace con estas semillas.

apuntarse un ~.

1. loc. verb. coloq. Am. Mer. Anotarse o apuntarse un tanto en el juego, o un acierto en cualquier actividad.

ganarse alguien los ~s.

1. loc. verb. Chile. ganarse la vida.


Y siguiera páginas y páginas. Demasiado como pa' un poroto, ¿no? Sirve para contar los tantos en el truco (20% de las respuestas), para enriquecer las proteínas de una comida (11%), para propulsarse naturalmente (8%), para germinaciones escolares (6%), para hacer preguntas boludas (53%) y para muchas cosas más. En lo personal, por la metonimia, me siento un ídem...

¿Para qué sirve un poroto? ¿Sirve para algo un poroto? Ahora bien, ¿todo el tiempo te preguntás "y esto para qué sirve", o "y esto para qué lo estudio"? ¿Desde qué lugar? ¿En función de qué? En fin, apuntáte un poroto y seguí, que el esfuerzo de pelar la chaucha es lo más lindo de comerse el Poroto, como dijo Nicole.


Nosotros y los miedos (otra forma de perfilar tu edad, si es que podés leer la intertextualidad)

Digámoslo así, fatalmente: ¡el/ lector/a de este blog es un imberbe! ¿Cómo no le tienen miedo a un buen chucu chucu? (17%) No tengo nada más para decir.

Que te manoseen en el biógrafo (20%) era el temor de mi abuela, más o menos: franela en el cine. Del gofio y la Pomona (5%) hablaba mi viejo: una golosina pastosa y una bebida "nacional y popular", antes que la Coke. Los pasitos de "Fiebre de sábado por la noche" (17%) hubieran sido los de un hipotético hermano mayor, siendo yo el menor por +/- 10 ó 15 años (con incerteza estadística incluida) Lo de los clientes P2P (40%) no hace falta que te lo diga a vos, lector/a que viene a refregar su lozanía y juventud por acá (queridos contemporáneos y progenitores: son los programas por los cuales se intercambia todo tipo de archivo -excepcionalmente, legales- por esta cosa de la internet: películas, música, otros programas, etc., estilo eMule, el hoy "vedette"; te sonará Napster quizás, o el ya antiguo -pero bueno, hasta que lo llenaron de virus y porquerías- Kazaa)


Nuevamente la lengua y sus usos

Dejé para lo último el postre que revienta el hígado. ¿Cómo decirle a otro que tenés miedo de un tercero? Desde cierto punto de vista, de cualquiera de los modos posibles, si nos atenemos a la pragmática (ah, jeje, andá a saber qué es, sólo te digo que es otra de las muy lindas cosas que estudiarías en Letras, orientación Lingüística)

Normativamente hablando, es correcta la forma «Tengo miedo de que el señor que está atrás de mí me ataque» (15%) («detrás de», mejor todavía) y no las tres anteriores: la primera (9%) por el queísmo «Tengo miedo que...» y por el gravísimo delito de intentar asociar un posesivo a un adverbio: «atrás mío»; la segunda (6%) sólo por el queísmo; la tercera (11%) sólo por el delito de la rección (en Gramática te vas a enterar de qué es esto: lo tenés también en el Cuadernillo de Taller, sección Normativa). Grabátelo en el mate: tenés miedo DE algo; ergo, tenés miedo DE que. (Y de paso: decís Ø algo; ergo, decís Ø QUE -sin DE) Y también: preguntás detrás DE dónde; ergo, detrás DE mí (Para todo esto hay explicaciones más técnicas, ya sabrás: si querés las posteo)

Discursivamente, la última (72%) es prístina y clara como agua de manantial (no sé si alguna vez leyeron/escucharon comparación más original que esta), y correctamente formada desde la normativa de la lengua. Ganadora indiscutida, sin dudas.

Un blog de variedades... lingüísticas. Eso somos.

Un abrazo y nos vemos, o nos cibervemos.

lunes, 24 de septiembre de 2007

El vuelo efímero

Otro "vigésimo aniversario". Cada tanto se me da, desde siempre, por escribir algún cuentito. Este, según creo, fue previo a la poesía "Pájaro", quizás unos días antes o el mismo día, eso ya no lo sé. Hay otros ejercicios anteriores: me recuerdo usando una vieja máquina de escribir Olivetti (para ser escritor siempre hay que tener a mano una mítica máquina de escribir, obvio), tratando de redactar una novela a la que jamás podría releer, cuyo personaje se llamaba Damián, si no me equivoco, una especie de alter ego evidente. También me rememoro escribiendo cuentos policiales al estilo de la serie negra, mis lecturas por entonces. Pero nada de eso justifica más palabras que estas, las del recuerdo que nombra y esconde.

El cuento que reproduzco es el primero que, podría decirse, "me gustó" como resultado, como trabajo. Leído en perspectiva, lo daría vuelta y lo escribiría de nuevo, cambiándolo todo. Pienso que si es que vale, lo sería sólo como hito, creo, como mojón testimonial, quizás. También éste tiene su "mérito profesional". El año anterior, había presentado en el concurso literario de mi escuela un cuento casi apócrifo, una reformulación larga y tediosa, una prosificación de no me acuerdo qué episodio de mi historieta favorita: Las aventuras de Hijitus. Algo quería entregar a ese concurso pero, como me pasa hasta hoy, no se me ocurría nada digno de ser contado. Por supuesto que no figuró ni en los premios, ni en las menciones, ni tan siquiera en las puteadas del jurado por haberlo tenido que leer.

Al año siguiente, habiendo ya pasado por algunos cuentos "propios", me largué en el mismo concurso presentando este, que ganó el primer premio, mientras alguno de esos ejercicios versificados de los que hablé en el post anterior sacaba un tercero: indignación total, puesto que siempre supe que si algo quería ser cuando fuera grande, era ser poeta, y no cuentista (Era una de esas poesías que describí, una rebuscada forma de declarar amor, no era "Pájaro", texto que al principio no me gustó para nada, porque no hablaba de amor, porque era "extraño" a mi "poética" (?). Fue Germán el que, de entre una pila de papeles que le di, decidió que debíamos presentarla, seguramente porque era la que mejor inspiraba una ilustración para el concurso) En algún lado también debe de estar la revista escolar que se editaba en mi escuela, donde se publicó "El vuelo efímero".

Por supuesto que cada uno de estos textos, poesías o cuentos, encierran también recuerdos, biografías, "motivos". No es que un día logré volar y enseñé a volar a los demás, obvio: la literatura (incluso, la poesía) es ficción (al menos, así lo veo), en tanto es un trabajo sobre el material del lenguaje para arrancar de él un "algo" que surge de uno, y ya no es de uno: es del lenguaje, es de la palabra, es de todos. En el caso de la poesía, esa "ficción", me parece, pasa por la construcción del "lugar enunciativo". Dentro de esta historia, y en el orden de lo biográfico (que por suerte nunca nadie se va a tomar la molestia de escribir), lo que más bronca siempre me dio es que mi amiga Graciela, mi gran amiga Graciela, siempre hubiera defendido la tesis de que yo era mejor cuentista que poeta Creo que lo decía por culpa de éste, o de algún otro bosquejito.

En fin, texto por texto, acá esta el del cuento.


Fue en 1986. En los primeros meses de 1986. Mi presencia, como todos los años, causaba gran conmoción.

Para ser exacto diré que fue en enero. Era verano, y hoy puedo afirmar que ése fue el verano más ardiente que pasé.
El calor sofocaba; por eso la playa estaba llena de gente.

Los chicos eran mis principales seguidores. Nunca antes había tenido tantos adeptos. Todos se interesaban en mí. ¡Era hermoso verles las caras asomadas, desde lo alto!

El primer día en que me vieron se asombraron. Todos me preguntaban cómo lo hacía: Juan simplemente me dijo que quería que le enseñase a volar.

Las clases fueron vertiginosas. Todos mis alumnos sabían ya el secreto: soñar. Juan iba más allá. Estaba listo.
Una tarde de cielo rosa y de sol anaranjado, Juan me dijo: "Estoy listo". Eso fue todo. No precisábamos más palabras. Era una comunicación interna. Los cuerpos se entendían aun sin hablar. Cada uno era el complemento perfecto del otro.

Salimos. Mi experiencia hizo que mis brazos se movieran primero. Nada de alas, ni plumas. Mi cuerpo humano volando por los aires en ese atardecer. Ya lo había hecho muchas veces, pero volar con él se convertía en algo misterioso, único. Inquietante, como la primera vez.

Él lo hizo con miedo. Sabía que lo importante era soñar. Creerse pájaro. Batir muy fuerte los brazos, enfrentar al viento majestuoso y tirano. Elevarse y elevarse. Creerse pájaro. Él lo sabía. Él volaba conmigo. Estábamos los dos sobre la arena violeta y el mar scuro. Estábamos entre el cielo alto y el mar cercano. Volábamos. Volábamos. Dábamos vueltas y vueltas. Éramos pájaros-hombres en dominio absoluto del viento.

Juan se alejaba de mí. Estaba asumiendo la última sensación de pájaro: la libertad. Andaba solo. Y yo lo dejaba.
-¡No te alejes mucho!- gritaba mi experiencia de pájaro. Ya no me escuchaba.

Juan volaba. En círculo. A lo alto. En picada. Juan volaba. Movía sus brazos, que eran alas invisibles y doradas, con la seguridad de un canario.

No supo lo que hacía y se acercó mucho al mar. Demasiado, quizás. Yo lo miraba desde lejos. Lo veía tan contento... él también era pájaro.

Se acercó mucho al mar. Sólo vi cómo caía. Sólo vi en el agua unos aros con vida que crecían hacia el infinito. Y él que no estaba.

Traté de ayudarlo. Le grité. Me acerqué al mar -no tanto como él. Ya era tarde. Estaba a punto de morir. Sus invisibles plumas doradas estaban mojadas. Y todo pájaro al que se le mojan las alas no puede volar...

Y así me fui. Mi alumno no estaba. Mis enseñanzas habían sido buenas: aprendió a ser pájaro.

Quizás olvidó que también era hombre.

Pájaro

Revolviendo papeles, caí en la cuenta de que la poesía que copio abajo ha cumplido 20 años. En realidad, hay ejercicios anteriores: unos dos años antes ya andaba escribiendo cosas vergonzosas. Esta, podría decir, es "la primera", en el sentido en el que un tipo que se dedica a escribir cada tanto puede afirmar su propia genealogía fundacional. De hecho, es la única de aquella época (de las anteriores y de muchas de las posteriores) que aún subsiste cada vez que me dedico a compilar "libros" (aunque supongo que, con buen tino, no los bajaron ni los vieron: yo hubiera hecho exactamente lo mismo)

De todo ese cúmulo de papeles, más parecidos a un diario íntimo versificado que otra cosa, plagado de textos amorosos, ripiosos, lugares comunes, influencias bastardas y evidentes de las lecturas de entonces, rescato así estos versitos, que en cierto sentido comenzaron una "profesionalización" que nunca fue: con ella ganamos, con Germán (el autor del blog de fotos que más abajo les recomiendo), un premio en el "IV Salón del Poema Ilustrado", que organizó la Biblioteca Popular de Cañuelas. Hay una foto dando vueltas por allí, pero no voy a escanearla ni colgarla: como dije antes, esto tiene 20 años, y no me gustan las fotos de cuando tenía 5 :P


Pájaro.
Me sentí pájaro esta mañana.
Sentí mis alas.
Sentí mi pico.
Sentí mi cuerpo aerodinámico.
Sentí mis plumas.
Sentí el aire.
Sentí el vuelo.
Sentí una pedrada.
Sentí la muerte.
Sentí todo.
Me sentí pájaro esta mañana.
Sentí cómo las flores me saludaban.
Sentí cómo el viento me acariciaba.
Sentí a las nubes como mi casa.
Sentí la vida esta mañana.
Sentí el deseo de ser pájaro una vez más.
Sentí el deseo de volver a volar.
Sentí ganas de llorar.
Quise ser pájaro esta mañana.
Sólo pude ser un sueño inmortal.
Quise ser pájaro esta mañana;
ser pájaro y no despertar.

sábado, 22 de septiembre de 2007

La saga continúa Vamos ahora con las tricotomías


Abordar la semiótica desde el gesto fundacional, desde Peirce, nos enfrenta con la dificultad del fragmento. Lo que hemos expuesto tiempo ha, y lo que ahora siga, es un recorrido, el propio, un entrecruzamiento de lecturas que se aúnan en una exposición.

Sabemos que la semiosis implica la comprensión de la realidad a partir de tres componentes interrelacionados: el representamen o signo, el objeto y el interpretante. Sabemos también que esa realidad es en modos distintos: en tanto cualidad (primeridad), en tanto existencia (secundidad) y en tanto legalidad (terceridad) Sabemos, finalmente, que en cierta formulación teórica, el objeto es la realidad, el signo es la representación de ese objeto y el interpretante la idea resultante de esa representación; pero desde otras formulaciones el signo en sí mismo asume los tres soportes. Hay fragmentos que permiten una u otra adscripción, y ya conocen la mía. En cualquiera de los dos casos, lo que desarrollaremos a continuación no tiene demasiada incidencia: las tricotomías de signos y los tipos de semiosis.

¿Querés leerlo completo? ¿Querés bajarlo? Clic acá

Belleza interior....

Comienza la primavera • El festejo del día del estudiante en esa misma fecha viene a asociarse con el verdor de la vida, la etapa cuando uno estudia, y recibe los nutrientes para florecer, para "madurar" • Como "regalo" a esa flor que sos, va este soneto de Baldomero Fernández Moreno


Harto ya de alabar tu piel dorada,
tus externas y muchas perfecciones,
canto al jardín azul de tus pulmones
y a tu tráquea elegante y anillada.

Canto a tu masa intestinal rosada
al bazo, al páncreas, a los epiplones,
al doble filtro gris de tus riñones
y a tu matriz profunda y renovada.

Canto al tuétano dulce de tus huesos,
a la linfa que embebe tus tejidos,
al acre olor orgánico que exhalas.

Quiero gastar tus vísceras a besos,
vivir dentro de ti con mis sentidos...
Yo soy un sapo negro con dos alas.

Vos y tu lengua

El iluminismo nos legó la concepción del hombre como "ser racional" y el siglo XX nos deja el sinsabor de sabernos "hombres hablantes" • Reminiscencias de las clases del jueves • Marcos teóricos para convencerte de que con la lengua, todo es más lindo • Un mimo para los/las de Letras • Y para que Leo decida qué orientación (Lingüística, obvio)


Retomemos a ese pobre bebé al que torturamos con Peirce. Nació, semiotizó, construyó signos, etc. Eso lo sabemos. En algún momento, empero, comenzó a hablar. Algo tan natural como eso. Los "mñn", "glbbb" y todo ese balbucear empiezan a ser "mamá", "papá" y más palabras, que los padres aseguran, firman, consta en acta, que el nene dice. Milagros de la paternidad: "Mirá, escuchá, dijo colectivo" (en realidad dijo algo así como "octivo") He discutido largamente con mi comadre al respecto: los padres sobrevalúan la producción de sus hijos, afirman que sus hijos han dicho "colectivo" mucho antes de que en realidad lo hayan emitido. Es sabido desde la psicolingüística: los propios padres no son informantes fiables cuando estudiamos el desarrollo del lenguaje. Jere, el celestial payasito de la foto, no pudo decir "desoxirribonucleico" cuando se lo pedí, cuando mi comadre decía que estaba en condiciones de hacerlo (año y medio o dos años, aproximadamente: la psicolingüística también lo sabe: los nenes aprenden a hablar un toque más tarde -estadísticamente- que las nenas; ¡las nenas toda su vida hablan, hablan y hablan!)

El problema no es que aparezca el lenguaje; el problema de la ciencia sería cómo, por qué y para qué aparece. Tradicionalmente (una vez más: desde los griegos) se pensó en el lenguaje como nombre de las cosas, como forma del pensamiento, como instrumento de comunicación. Algo así como "hablamos porque pensamos" (y enseguida, los impugnadores, los del "
pensamos porque hablamos") y "hablamos para comunicarnos" (y de nuevo los detractores: "nos comunicamos gracias a que hablamos")

En términos evolutivos, filogenéticos, éramos todos monos hace, digamos, un millón de años. Por qué de mono pasamos a hombres (aunque algunos hombres aún simulen ser monos, claro está) es algo que ustedes sabrán mejor que yo. Ahora, por qué sólo una especie desarrolló el lenguaje es algo más peliagudo. Aparentemente, que el mono adoptara la posición erguida, y desarrollara sus extremidades inferiores ya no para el desplazamiento sino para la manipulación, quizás también la diversificación de la dieta, la alimentación (dicen que las proteínas), lograron una extensión del cerebro (se habla del "primer cerebro" y del "segundo cerebro") que facilitó la aparición del lenguaje. Extremistas al fin, podríamos decir: ¿por qué si en un comienzo el origen fue el mismo y el medio con el que las especies interactuaban era el mismo, terminó una única especie en particular desarrollando el lenguaje, y no las demás? Por otra parte, es empíricamente comprobable que el hombre, siendo una de las especies "tardías" sobre la tierra, ha contado con un plus que le permitió rápidamente colonizar (dominar, destruir) la tierra (de cinco mil millones de años, sólo un milloncito podríamos atribuírselo al hombre, y de este palo de años, apenas unos miles desde que hay lenguaje)


El pensamiento en sí mismo no tiene su origen en el lenguaje. Ya sabemos algo acerca de la semiosis, y no hace falta volver a nuestro caso del bebé y el potrillo frente a un barranco, el hombre y el caballo adulto frente al barranco. Por otra parte, la inversa tampoco es fiable: el lenguaje en sí mismo no tiene su origen en el pensamiento, puesto que si aceptamos la capacidad de simbolización (como dicen los psicólogos), es decir, la semiosis, la construcción de signos, en todas las especies vivas, no podríamos explicarnos por qué el hombre y sólo él desarrolló el lenguaje. Lenguaje y pensamiento están relacionados, es obvio, pero no en el sentido de causa-consecuencia.


La función comunicativa existe también en otras especies que, como la humana, son gregarias, es decir, viven en agrupadas en comunidades. Estudios en lobos, abejas, hormigas, delfines, y etcéteras varios, así lo demuestran. La necesidad de comunicarse, empero, no produjo en ellos un lenguaje, al menos en el sentido en que entendemos el concepto lenguaje. Benveniste fue uno de los fervientes defensores de la postura del lenguaje como desligado de la comunicación, y su tesis (no sus fundamentos o argumentos) nos sirve acá: el lenguaje en tanto instrumento implicaría una separación sujeto-instrumento (un martillo es un martillo y yo soy yo), una herramienta implica una aplicación. El lenguaje soy yo, o mejor dicho, yo soy gracias al lenguaje: no puedo disociarme, en tanto subjetividad, en tanto me concibo como ser humano, del lenguaje. No es instrumento entonces, es (parte de) la constitución de mí en tanto subjetividad. El lenguaje no nos viene, así, de la necesidad de comunicarnos, y además la comunicación puede realizarse en formas no lingüísticas. Los lobos, las hormigas, las abejas, los delfines, tienen códigos, pero no lenguajes. (Salvo Barthes, nadie vio en las formas no lingüísticas traducción al lenguaje, la permanente intermediación del lenguaje; y todavía no podemos, pero creo que si pudiéramos comunicarnos con una hormiguita confirmaríamos que no existe tal traducción de signos de un código no lingüístico a lo que entendemos por lenguaje) Como en el caso del pensamiento, que comunicación y lenguaje están relacionados es afirmable, pero no la determinación de uno sobre otro.


Que a la posibilidad de semiotizar el medio, y eventualmente a la función comunicativa, la especie humana le adosara el lenguaje constituyó, seguramente, una ventaja adaptativa con respecto a las demás especies. Básicamente, le permitió transmitir y acumular signos, conocimientos, por lo que cada nueva generación no tuvo que comenzar de cero la experiencia y la semiotización de la realidad: nuestro bebé puede no tirarse al barranco porque le contaron que era peligroso, pero es improbable que el potrillo no lo haga porque mamá potranca así se lo ha explicado.


Acá es cuando viene el último padre fundador que nos dejó la modernidad, éste sólo padre de la lingüística (Particularmente, es el que más amor puede darnos, puesto que todavía vive, aunque seguimos con esta cosa deliciosa para el psicoanálisis de tener padres sin madres): Noam Chomsky. (Desde ya les digo: búsquense, cómprense, róbense, pídanse, regálense, el libro El lenguaje y los problemas del conocimiento, el título es así, tal cual: hay otro parecido, pero me refiero a este; un libro no-técnico, un libro apto para todos/as, esclarecedor, ameno, divertido, profundo, riguroso, sin más teoría lingüística que la necesaria, la que cualquiera entendería, aunque no sea lingüista). Existe consenso (mis cebecianos amigos/as ya saben que este concepto abre la biblioteca: Tarski, Khun) suficiente para dar a las hipótesis chomskyanas la mejor posición en el ranking.


Hagamos un pequeño rodeo. Algo así planteé el jueves a las 19. ¿Por qué al hombre le crecen dos brazos y no dos alas? (Preguntonta, pero no por ello esclarecedora). Porque así lo determinan los genes. Nos crece un esófago y no un buche como a las aves. Nos crecen piernas: no reptamos o volamos. Ahora bien: que con las piernas nos desplacemos, hagamos ballet, corramos maratones, es un efecto, una funcionalidad posterior a ese desarrollo genético. Y Chomsky hace la analogía: el desarrollo del lenguaje está determinado genéticamente, y para qué lo usemos después (pensar, comunicarse) es secundario, al menos en el recorte de la ciencia lingüística que él propone. El lenguaje es una capacidad genética más, un órgano biológico más, que en interacción con el medio, y a partir del estado de maduración correspondiente, se desarrolla, con independencia de su función y, en buena medida, de las características de ese medio (entendiendo el medio como determinación) Volvemos a la relación entre las piernas y la lengua (no comments): existen como órgano, pero sólo a partir de que se llega al estado óptimo de maduración se desarrollan plenamente, y no antes ni después. El medio viene a actuar como "estimulador", en el sentido de ofrecer las condiciones para que, dado ese estado madurativo, el órgano se desarrolle. Está claro que si el medio no estimula adecuadamente, el desarrollo no se da óptimamente: si enyeso las piernas de un bebé cuando está en condiciones de empezar a gatear o caminar, y le saco el yeso a los tres años, es probable que aprenda a desplazarse, pero que no sea adecuadamente, porque pasó el estado de maduración en que el desarrollo hubiera sido el esperado (obviamente, Chomsky no es Piaget, y no experimentó ni probó sus hipótesis con sus hijos o con hijos ajenos, pero da cuenta de este tipo de experimentos con pobres pajaritos, enyesados cuando pichones). Para decirlo de otro modo: Tarzán igual aprendería a hablar, pero dado que el momento madurativo del lenguaje no es, digamos, a los 20 años, es probable que no sea un desarrollo óptimo (hay casos de Tarzanes en los que se observó esto)


¿Cómo llegaríamos a probar que el lenguaje es parte de la dotación genética? No tenemos todavía a ciencia cierta una respuesta (la genética está en pañales) pero podemos plantear las hipótesis chomskyanas que darían como consecuencia su tesis:

1) El llamado "problema de Platón", que hace referencia a la rapidez relativa por la cual una persona, en el término de dos o tres años de vida, desarrolla casi en totalidad el lenguaje. Si no hubiera una especie de software de fábrica, si fuera el caso de que tuviéramos que aprender todo, absolutamente todo lo que implica el lenguaje, llevaría más años (¿cuánto les llevó, nomás, aprender la gramática del español? Y ni se imaginan todo lo que no aprendieron aún, y no aprendimos todavía en tanto teoría explicativa)

2) Y relacionado con lo anterior: ¿cómo es posible que se produzcan ciertos errores sistemáticos en el desarrollo del lenguaje por parte de los niños/as, errores que no responden a teorías tales como aprendizaje por imitación o a hipotetización a partir de los datos? Dicho de otro modo: ciertos padres suelen ponerse "boludos" y hablarle al nene en una especie de semi-lengua atontada (Ejemplo: Uh, midá ahí viene el guau guau ajó tutú a veg el nene la sonrisa a papito) Sin embargo, el niño no aprende ni imita estas formas, y por suerte, hace caso omiso de la boludez parental. A la inversa, tenemos el caso de los verbos irregulares (yo jugo, él morió) que ya charlamos en clase, y que implican saber el paradigma de conjugación regular sin que lo hayan enseñado, y la no-imitación. Finalmente, un obvio caso: ningún niño/a, en ninguna fase de su aprendizaje, dice "la nene", con lo cual:

a) tiene perfecto conocimiento de la concordancia de género y número

b) tiene perfecto conocimiento de la categorías sustantivo-artículo

c) tiene perfecto conocimiento de las relaciones sintácticas (modificación/subordinación, coordinación, etc.), ente otros conocimientos.

d) y tiene todo esto sin que ningún adulto le haya "enseñado" eso al niño

Por lo tanto, si no suponemos ese dispositivo genético, ese software lo suficientemente amplio y poderoso como facilitar el aprendizaje de cualquier lengua (la naturaleza no sabe dónde, en qué medio lingüístico dejará la cigüeña a ese bebé), pero al mismo tiempo lo suficientemente restrictivo como para que no cualquier estímulo (rascarse la oreja, por ejemplo) active el desarrollo del lenguaje, no podríamos explicarnos de qué modo, mediante qué procesos, se adquiere la lengua, puesto que tendríamos que suponer, por ejemplo, que el niño construye esquemas de conocimiento a partir de datos no existentes ("yo jugo") para luego terminar reformulando esos esquemas y esas hipótesis, para arribar al "yo juego", en el breve lapso vital de dos o tres años (fue deslumbrante en su momento la polémica entre Piaget y Chomsky, en este sentido)


La gramática, es decir, el sistema de conocimientos de base genética y/o la teoría explicativa que intenta descubrir esos conocimientos, está basada, en la visión actual de Chomsky, en principios y en parámetros. Los principios son formulaciones de tipo general, genética: el software; los parámetros vienen a ser lo específico de cada lengua, las características idiosincrásicas y particulares, aquello que configuro yo en particular en mi Word, para que se vea así o asá (por ejemplo, para que desaparezca ese patético muñequito que intenta "dar ayuda") Digamos: es cosa genética que el lenguaje tenga Sujeto y Predicado (el llamado "principio de predicación") como estructura universal de las oraciones; es cosa paramétrica que en ciertas lenguas el Sujeto sea obligatorio y en otras optativo (el llamado "parámetro pro-dop") Chomsky compara con las teclas de una llave de luz: la tecla en sí misma como principio, el parámetro como cada una de las posiciones (encendido/apagado) que puede adoptar esa tecla-principio. Así vendríamos a caracterizar el lenguaje como la dotación genética, universal, y las lenguas como variaciones paramétricas, cuestiones empíricas, datos y estímulos particulares.


El modelo gramatical que se deriva de estos postulados teóricos, la/s gramática/s chomskyana/as, son cosa hermética, oscura, no apta para no-iniciados: con suerte, se entienden sólo entre ellos, y se pelean apasionadamente acusándose de lindeces tales como papanatas, tenés que ser minimalista; o pelafustán, ese rasgo no selecciona-s; o también propongo, mequetrefes, esta condición de restricción theta para en el principio de proyección (suelen tratarte así cuando no sabés de su dogma). Así que acá detenemos esta cuestión, porque existen diversos, variados modelos gramaticales, y si bien el chomskyano es el que se desprendería lógicamente del marco teórico que estuvimos bosquejando (obviamente: recorto el objeto que calza en el marco teórico que hago, los demás que se pelen el bocho pensando sus marcos y sus objetos), ahora podemos retomar la cuestión del pensamiento y la comunicación.


Al final, ¿uso la lengua? (siempre, todo, se reduce a eso)

Desanduvimos el camino de confusiones entre lenguaje y pensamiento, y lenguaje y comunicación. Dividimos aguas, pero siempre arribamos a la dicotomía fundante del maestro Saussure: lengua y habla. Ya les conté el cuentito de que a partir de Saussure nació el estructuralismo, aunque él poco habló de estructuras. Surgieron tantos "estructuralismos" como lecturas del Curso de lingüística general se realizaron, y así hubo estructuralistas funcionalistas, estructuralistas formalistas, etc. En Estados Unidos hubo un casi saussureano de café, con teorizaciones propias, un tal Bloomfield, muy empiricista, muy inductivo, al que Chomsky combatió con escarnio y perfección en sus mocedades. Sin embargo, mucho del buen Leonard Bloomfield nos llegó acá, y nuestra gramática de uso escolar es, en buena medida, un híbrido que incluye ideas bloomfieldanas.

Hay tantos modelos gramaticales que uno se sigue preguntando por qué todavía la escuela se empeña en continuar analizando las oraciones con el estructuralismo (híbrido) glosemático-funcional-inductivista de los años '40, '50, '60, cuando ya sabemos que un buen día Julia Kristeva introdujo a Bajtín en Francia y debería de haber cambiado todo. Esos variados modelos apuntan a diferentes objetos, a diferentes recortes, pero -una vez más- hay consenso en la actualidad en suponer que el lenguaje se basa en esa capacidad que Chomsky describió. ¿Ahí está todo?

Podríamos pensar: el estómago se desarrolla a partir de determinaciones genéticas, pero éstas no están desligadas de su función, y de su interconexión con los demás órganos del cuerpo. El estómago no se desarrolla por esta función, no hay determinismo, pero hay implicación. Por lo tanto, un modelo gramatical que atienda, por una parte, a que el lenguaje se desarrolla de modo innato (que es una dotación genética esa capacidad que nos permite adquirir una lengua) pero que, por otra parte, esa capacidad lingüística está involucrada en el pensamiento y en la comunicación, ofrecería una teoría explicativa más amplia y deconstruiría la dicotomía fundante saussureana. Algo así propone la lingüística crítica de Hodge, Kress, Fairclough y otros.

La lingüística crítica y el análisis crítico del discurso se proponen articular diferentes teorías, a Saussure y a Chomsky con Bajtin, Foucault, y muchos otros que se dedicaron a proponer aportes relevantes, considerando un aspecto en particular, un recorte, de la cuestión. Básicamente, esta teoría no reniega del fundamento innatista de Chomsky, pero considera que es insuficiente, pues no permite dar cuenta de la modelización del mundo que una lengua lleva a cabo, en términos de cognición, y de la simplificación que se opera en la comprensión de los objetos y las relaciones de ese mundo, en tanto ideología. Veámoslo en un ejemplo:
-¿Qué profesor tenés en Semiología?
-A Esteban
-Uh, te compadezco. Si ese es profesor yo soy astronauta...

¿Qué pasó aquí? Se nombró el mundo de determinado modo, se lo clasificó en función de cómo se lo conoce, se establecieron determinadas relaciones que serán incorporadas en esas clasificaciones y evaluaciones, y que involucrarán una nueva cognición sobre ese mundo. Queda claro que el primer "profesor", el de la pregunta incial, es un "tipo de profesor" y que el segundo es de otro tipo. Queda claro también que se optó por preguntar "qué profesor tenés", y que esta formulación supone un tipo de relación distinta de haber preguntado "qué profesor te tocó" Está claro que "compadecer" es un tipo de proceso distinto de "felicitar", y que en ambos casos se produce una evaluación distinta. Finalmente, también resulta que "ser" no es el mismo tipo de atribución que "parecer".

La gramática, entonces, viene a dar el sistema de opciones disponibles por el cual puedo posicionarme, clasificar, conocer el mundo, y comunicarlo a los demás, de modo de construir ideología. Esto va a tener que ver con las foucaultianas concepciones de orden del discurso, y formación discursiva, y con las bajtinianas de discurso y género, entre otras, pero también con las tradicionales de objeto directo, verbo copulativo, etc., en tanto es la gramática la que permite, a partir de sus potencialidades, realizar dichas modelizaciones e interpretaciones ideológicas.


Analicemos

Tomemos una oración. Primer problema: ¿oración o enunciado? ¿Texto o discurso? El par enunciado/discurso ya lo conocemos; oración también. Texto sería a discurso lo que enunciado a oración. ¿Se entiende? Un entramado de relaciones formales entre oraciones. (Algunos pícaros estructuralistas, en los comienzos, decían que más allá de la oración había más oraciones, y por lo tanto no existía el texto, una unidad de análisis por fuera de las oraciones; después recapacitaron) Tomemos entonces, un texto, y analicemos sus oraciones. Analizar sería, para cualquier estructuralista, encontrar la red de relaciones y funciones abstractas, y para ello casi todos utilizaron el modelo de las "cajas chinas", los cajoncitos por debajo de las palabras y/o construcciones.
Es una canción, quizás la recuerden, que habla de la vaca:

... y nos da la leche, el dulce de leche,
y la manteca que siempre le pongo al pan,

también el queso que es tan sano,

y el yogur para mi hermano.

Señora vaca, usted sabe trabajar.

El análisis sintáctico, que en la escuela hicimos incluso, nos da:

Tanto si ponemos a prueba el modelo estructural tradicional, el que se propone describir la red de relaciones constantes que subyacen a las funciones oracionales, como si consideramos el modelo explicativo que intenta describir el funcionamiento del conjunto de principios y parámetros de base biológica que todos los hombres tenemos en nuestra mente-cerebro (Chomsky), está claro que lo que hicimos arriba es insuficiente.

Considerando la descripción de las relaciones, c
on el análisis tradicional, casi escolar, que hice anteriormente no tenemos herramientas para decidir si se trata de un solo objeto directo, compuesto ("nos da" cuatro cosas) o si se trata de dos objetos complejos enumerados en simetría, lo que estaría reforzado por el "también" y la elipsis del núcleo verbal (estos dos, y estos dos, tal como hicimos en el análisis, porque lo resolvimos "a la chomskyana). Esto, que encuentra explicación en teorizaciones chomskyanas, no se refleja en el modelo que reprodujimos, o sea, queda como una "duda" del análisis. Vale decir que la gramática chomskyana puede explicar por qué se produce la posibilidad de la doble interpretación, qué se relaciona con qué en cada caso y por qué, mientras que el análisis que hicimos, estructural "suspende" esa cuestión, la admite como posibilidad, es decir, apenas describe (por eso los chomskyanos hacen unos arbolitos, que intentan reflejar el funcionamiento de todos los principios de todos los módulos del lenguaje: explican por qué se llegó a lo que se llegó). Lo mismo sucede con "para mi hermano", que puede ser visto como modificador del sustantivo "yogur" (como hicimos) o modificador del verbo (un circunstancial de fin, y hasta habrá quienes afirmen que es un objeto indirecto). Esas mismas dudas que se le presentan al estructuralista, y que, desde su experticia, puede resolver, le ocurren al alumno/a en clase, pero sin todo ese marco que le permita posicionarse. Conclusión parcial: sería mejor la gramática chomskyana, tanto como teoría como modelo gramatical en el aula, porque al menos, en tanto es una teoría que explica, predice.

Sin embargo, como los dos modelos piensan el lenguaje (los chomskyanos) o la lengua (los estructuralistas) como un sistema abstracto, ninguno de los dos paradigmas (con sus teorías y subteorías) puede explicar qué ocurre con estas oraciones más allá de la mente y sus módulos. En nuestro ejemplo, no puede abordar las siguientes cuestiones (
Todo lo que sigue lo voy a reformular -honestamente, lo voy a citar / robar / plagiar- de un libro del profesor Alejandro Raiter (Sociolingüística, Psicolingüística en la carrera de Letras), un buen docente, que se supera ampliamente en sus exposiciones cuando escribe, titulado Sujetos de la lengua (también está muy bueno Lenguaje y sentido común):
a) La vaca no nos da la leche; una señora o un señor debe extraérsela y/o manejar la máquina que lo hace;
b) Este proceso es el resultado de años de domesticación de una especie y de la selección de algunos de sus rasgos innatos;
c) El dulce de leche es producto de una elaboración industrial. Nunca la vaca produjo dulce de leche, ni queso, ni yogur, ni podría hacerlo; son productos del trabajo humano.
d) El queso no puede ser sano ni enfermo; en todo caso puede estar podrido, con hongos o con bichos. La referencia es que comer queso es bueno para la salud (de los humanos);
e) La vaca no trabaja, por lo tanto, no puede saber hacerlo. Su producción de leche es el resultado de un proceso hormonal natural, extendido y manipulado por los seres humanos.
f) Los versos de la estrofa ocultan el trabajo humano de producción, control, elaboración, distribución, alimentación de los animales, vacunación y demás acciones intencionales conscientes (como la necesidad de dinero para comprar leche, o un plan social que la entregue)

Estas cuestiones que podemos afirmar desde el análisis del dircurso, tienen su fundamento en la gramática, es decir, en el sistema de opciones que el sistema ofreció de modo de conocer, modelizar y evaluar el mundo y sus relaciones. ¿Cómo se produce? Bueno, eso es harina de otro costal: cambiáte a Letras, hacé la orientación en lingüística, y listo. :P

martes, 18 de septiembre de 2007

Las elecciones en diferentes provincias y las próximas elecciones nacionales • La política, esa mala palabra • Ser joven, ser ciudadano • Un post cuyo tema sé que no te interesa, pero que espero que te haga cambiar un cachito la idea

¿Quién manda en tu casa? Entre tus amigos/as, ¿quién y cómo decide a dónde salen el sábado? Habría muchos más, pero me quedo con estos dos ejemplos, porque ya alcanzan para mostrarte, darling, que la política está ahí, a tu lado, te atraviesa. Lo quieras o no. Modos de intervención en lo social, representación, poder, tomas de decisión, consenso, negociación. Eso es política y -disculpáme que te haga ver lo que no querías ver- sos un ser político. Sos como esas personas que no admiten que tienen tal enfermedad: no la reconocen, la niegan, pero la tienen.

Vos podrás decirme: piola, pero no me interesa. Bueno: otro modo de hacer política, otro modo de intervenir. Es más: jodido modo de intervenir, porque participás en la construcción de ese modo pero no podés interpelar lo que esa modalidad política construye. Creyendo que no lo hacés, por miedo a las pérdidas, ponés sin saberlo guita en un banco, alimentás el capital de otro sin quererlo, creyendo que no lo estabas haciendo, y encima no podés sacar tu tajada de las ganancias.

Ufa, qué molesto, tenés razón pero igual no da... No entiendo nada de política. Seguro, así como no entendés por qué un átomo finalmente se junta con otro y se materializa en oro o en carbón, pero de cualquier modo te gustan (o no) los anillitos de oro o usás (o no) un papel carbónico. Digámoslo de este modo: no entendemos la química, la fisiología, las complejidades neuronales, ni siquiera los rasgos psicológicos del amor, del estado de la felicidad, etc., pero nos pasamos la vida buscando eso. ¿Ahí no nos importa el hecho de que desconozcamos esos complejos procesos?

Está bien, vamos dos a cero, no me interesa pero me implica; no lo entiendo pero no entender no influye... Acá viene el argumento central, acá te reviento, gordito: es cosa de unos hijos de puta que se dedican a hacer rosca entre ellos, que no dan cabida a nadie, que afanan a más no poder. Yo no me meto en eso, no me "contamino" en eso ni en pedo. No te permito lo de "gordito", pero tenés razón, es coyunturalmente cierto, y hasta quizás históricamente cierto, y hasta quizás intrínsecamente cierto. Quiero decir: tal vez sea propio del ser humano corromperse no ya cuando está en el poder, sino cuando pelea por él. Andá a saber. Ese/a amigo/a que tiene "el poder" de decidir a dónde salen el sábado a lo mejor no está corrompido; tal vez tendríamos que pensar qué poder, cuándo, etc. Pero vale el argumento. ¿Y? Ni te imaginás las disputas de poder, la corrupción, el rosqueo que hay, por ejemplo, en un hospital o una clínica. Y no por eso, llegado el caso, dejás de ir a atenderte: no planteás que a partir de que conociste eso decidiste que te vas a hacer atender por un chamán, un curandero, o Tu Sam. Y si lo decidieras sería, nuevamente, un modo de intervención que implica un cierto poder de decisión y que afectará a otros: pura política.

¿Tenés más argumentos? Contestálos en el post, convencéme de que la política no sirve. Por ahora, quedaría provisionalmente demostrado lo contrario... Digamos, por tres a cero.


Sistema político


Problemas que podemos enumerar: no hay muchos espacios para participar y decidir; en algún punto las decisiones y la participación se "diluyen" y no trascienden, no llegan a la "macropolítica"; veinte hijos de puta terminan manejando una torta para comérsela solitos: hacen como que escuchan mi propuesta acerca de un mejor reparto pero siguen en la suya. ¿Cuántos somos? ¿Esos veinte contra cuántos? Evidentemente, pueden ganarnos porque no nos coaligamos, no asumimos nuestro peso específico, no individualmente, sino como colectivo (o colectivos variados, porque seamos honestos: no existe la sociedad homogénea) Sin embargo (y ahí está la trampa, creo) el sistema político, es decir la organización jurídica que regula el modo de intervención política, prescribe que hay un momento en el cual nuestro peso pesa, pero individualmente: cuando votamos. Es lo que hay, y hasta que no metamos las manos en el barro y en la mierda para ver qué había de bueno enterrado abajo de ellos, contamos con apenas eso.


Existe el anarquismo, es cierto, es decir, la disolución de este o cualquier sistema político. Lo cual implicaría, en principio, reemplazar lo que hay por otro sistema, el sistema de la nada si querés, pero sistema el fin. Tema interesante para otro debate, y el único posicionamiento, creo, más o menos serio que merece un diálogo, si te parece, en un futuro post. Pero cualquier otra modalidad implica el acceso al poder (a los diversos poderes) desde lo que hay, y la apataía, el descreimiento, etc., nos está llevando a que nos ganen por goleada. Acá discutiríamos: si a partir de una revolución, si a partir de una elección, si a partir de la militancia de base. Pero discutiríamos, en concreto, desde dónde empezamos, como colectivos (muchas veces enfrentados) a disputar espacios de poder y decisiones en consecuencia.

El sistema político actual nace de "el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes". Representación, je, ¿te suena? Naaaaaaah, ¿acá también Peirce? Olvidáte del buen Charles Sanders; pero hablemos de esta semiosis. Hagamos un ejercicio básico: ¿cómo, en virtud de qué, qué interpretante determina que votes tal candidato o no? La legalidad peirceana se aviene ideología, y la ideología, esa materialidad que nos atraviesa y nos constituye, a uno en tanto uno y a los "varios uno" en tanto colectivo, es cosa de signos, signos que consumo/consumimos, construyo/construimos, distribuyo/distribuimos, cristalizando interpretantes, obturando interpretantes: haciendo la terceridad que fundamenta la política. Podríamos pensar un sistema político en que no intervenga el concepto de representación: la polis ateniense, ese momento utópico que agrada al desagradable Mariano Grondona, ese momento en el cual cada "ciudadano" se sentaba y su voz valía un voto en el ágora. Vale. Pero no es lo que hay. De cualquier modo, tendremos que intervenir desde acá, para cambiar hacia la no-representación o hacia otras semiosis políticas. (Igual, lo de la polis es un bizcocho para polillas: ciudadano era el nativo y de clase, la gente como uno, no el extranjero que allí vivía, o el esclavo: para éstos, con suerte, aquéllos eran sus representantes, muy mediatizados)

El sistema político que tenemos también prescribe, además de la representatividad, las formas republicana y federal. República implica división de poderes, distribución de los espacios de intervención y decisión, pensando que esos espacios son esferas de deliberación (legislativo), realización (ejecutivo) y valoración (judicial). Podríamos pensar más espacios: espacios de negociación, (en el sentido de acuerdos, no de "negocios"), es decir, espacios donde se visibilice cómo los representantes de los diferentes actores sociales llegan a determinada intervención, a partir de qué, qué resignan, qué consideran importante: un espacio de publicidad de los actos de gobierno, el "cuarto poder" pero no dejado a la libertad de empresarios particulares del periodismo, que actúan sobre la base de esos intereses particulares que representan. Metámonos para que así sea, o que así no sea.

Federal supone otro reparto del poder, ahora territorialmente, donde se van a reproducir en juego de espejo las subdivisiones republicanas. La idea de que nadie tenga todo el poder, ilusión de pluralidad, choca contra las hegemonías, las transas, los abroquelamientos atrás de los morlacos, eso que nos abruma y nos indigna mientras seguimos cuidando el culito personal. Si el esquema (perfectible, obvio, como toda construcción humana) de pluralidad de poderes en la teoría nos ilusiona, y si en la práctica no se da, entonces tendremos que accionar desde otro lugar, producir otras prácticas, otros modos de acceso. Decía Jauretche: ajustar el sombrero a la cabeza y no la cabeza al sombrero.

En los últimos meses se ha venido votando en este país federal. Salvo excepciones, esas elecciones han pasado inadvertidas para el gran público (porteño, urbano) siempre prescindente. Si admitimos la repartija republicana y federal de los espacios de poder, lo que se disputó allá involucra algo que me pertenecía, que nos pertenecía a todos/as, y no a los chaqueños, cordobeses o santafesinos. De esos representantes saldrá en el futuro algún candidato a presidente/a, y todo lo que allá se decida tiene repercusión acá (supongamos: Santa Fe pone un impuesto provincial a las vacas, ergo sube el precio de la leche en todo el país, o se trasladan todos los productores a Buenos Aires y Córdoba, y las vacas santafesinas terminan caminando hasta por la Avenida Pavón)

Así las cosas, que hayan surgido esos problemas que ya sabemos -los sabemos, ¿no?- en Chaco ahora y en Córdoba antes, nos marca la tan mentada crisis de representación. Veámoslo así: que los mismos "representantes" estén cuestionando el modo como se establece la representación, es decir, que el mismo signo cuestione la semiosis que lo instaura, nos demuestra que es posible intervenir para establecer nuevas modalidades, nuevas semiosis en lo político. Siempre y cuando, claro está, yo entienda que estoy metido en eso y que por eso mismo también depende de mí, de mí en intersección con los demás, no de mí solito: porque solito, está visto, no puedo hacer nada: aun cuando crea que me abstraje y lo político no me involucra, alguien construyó otro colectivo y se metió en el espacio que era mío y de mi grupete.


El voto

Aprovechemos las connotaciones: introducir el voto en la urna es hacerle el amor a la política. Es un acto de gozo. Que me obliguen a ello es secundario, porque en realidad es la garantía de que lo haga, de que goce, y de que no me corten la cara, de que no me digan "hoy no, porque me duele la cabeza", o de que no me digan "vos no, porque sos mal amante". Muchos de ustedes van a sentir este año, por primera vez, ese orgasmo político. Como en las relaciones de pareja, cuando ese acto se transforma en algo rutinario, en algo sin sentido, se burocratiza, se hace requisito, se hace verdaderamente "obligación". Como en las relaciones de pareja, cada vez que votás estás participando de una comunión única.


Tengo miedo de equivocarme... Obvio. ¿Cuántas veces hacés las cosas bien? ¿Quién no tuvo -en las relaciones de pareja- una "mala noche"? Date permiso: la siguiente vez, o la siguiente vez de la siguiente vez, va a ser mejor. Esta, que va a ser tu primera vez, es inaugural, fundacional.

Che pibe, vení... Votá es una canción de 1982/83. Esa camada de pibes que no tuvo ningún tipo de posibilidad de participar, decidir, hablar, entre tanto reparto de muerte a domicilio que hacía tanto milico asesino hijo de puta mal parido. Porque no hay que cansarse de decirlo: desaparecías por decir, por hacer; el Estado te mataba, cruelmente, mañosamente, sádicamente, por poner una bomba o pegar un cartel. No te educaba, ni te reeducaba (concepto asqueroso por donde se lo vea), como se dice que reeduca la cárcel; te chupaba. Es lógico que la historia haya dado tu generación, la del descreimiento, la del no me meto, después de todo. Date cuenta de que sos un producto de la historia, hacéte cargo de la historia. Y si la ves linda, mantenéla. Pero como supongo que la ves fea, entonces cambiála. Eso sentían aquellos pibes de 1982, esos pibes que no podían participar, decidir, hacer, esos pibes que hasta tuvieron que ir, así calladitos e inmovilizados, a una guerra... Y así se sentían: y ahora de repente me dicen puedo participar, ahora me dicen "che pibe, vení... votá" Podría ser que hubiesen respondido andá a cagar, vos y tu puto sistema. Estamos hablando de tu viejo, de tu tío, o de los que podrían haber sido tu viejo o tu tío. Quizás no respondieron eso, porque ya pensaban en vos, es decir, en un "vos" posible: en sus hijos. Votar también tiene esa trascendencia, que es ajena a lo que en lo personal me condiciona, a mi bronca, a mi apatía.

Mi "primera vez" fue en 1995. Pleno menemato. Ni en pedo lo votaba, pero la historia me vino a demostrar después que me equivoqué igual, queriendo no equivocarme, porque opté por un espejito de colores que, de haber quedado, agarráte... Digamos: sabía que era mi primera vez y me dejé llevar por la polarización: o votás por este o votás por este otro. Mentira. Consejo: votá por el que quieras: vale en sí mismo, vale por la comunión, no por lo que consigas a cambio. Mi segunda vez también me equivoqué: soy uno de los culpables de la nada aliancista en el espacio de la política. Compré otro espejito. En 2003 creo, aprendí: voté al que realmente quería, al que me representaba, y no me fijé si llegaba o no llegaba a algo: hice el amor sin mirar si tenía auto, casa, o fortuna. En términos electorales, aquel desconocido candidato tuvo un voto más, un 0,0001 estadístico de crecimiento. Ese fue el valor de mi voto. Según desde dónde lo mires, mucho valor.

Analizá. Vivimos una época donde las ideas ceden paso al marketing, donde importa más cómo enfoca la cámara 1 el rostro del candidato, antes que lo que se propone: el representamen por encima del interpretante. Fijáte qué interesante la trampa semiósica: focalizan en un representamen, unas cualidades que deberían construir un cierto interpretante (digamos, "Cristina es frívola") pero llegamos a otro ("Cristina es la mejor candidata") ¿Cómo pasa eso? Problemas de la semiosis política, de las formas de mediación: en definitiva, culpa de Eliseo Verón, por lo tanto, que nos lo vengan a explicar los de Ciencias de la Comunicación, esos estrategas del decir que enseñan cómo decir sin decir. Te invito a otra semiosis, la del "al pan, pan y al vino, vino". Analizá sería eso: tomá las cualidades relevantes, construí la semiosis que te lleve al interpretante que consideres adecuado, saliéndote de la estrategia de comunicación que te propone construir un interpretante aberrante a partir de un ground vaciado, donde terminás pagando por el pito más que lo que el pito vale. Y hacé que se metan los demás, difundí la palabra, multiplicá: la próxima vez tu voto va a significar 0,01 de crecimiento de algún candidato: mucho más que lo que uno, solito, en 2003, pudo lograr.


Postdata que pone en la postdata lo que originó esta publicación.
Querida Lilita Carrió: Espero que al recibo de la misma te encuentres bien de salud. Motiva esta carta una simple observación, porque he escuchado una magna jetoneada más de tu parte, algo que me ha preocupado profundamente. Si ladra, estimada Lilita, mueve la cola y le hace fiestas al amo, es un perro: no hay caso. Tener problemas personales con Rozas, no amerita que Capitanich sea "lo nuevo". La aberración de la semiosis es cosa de muchos, construir fantasiosamente un interpretante que nada tiene que ver con su representamen, les sucede hasta a los "esclarecidos", los que se dicen, como tú vociferas,
fiscales de la patria. Vicios de querer lograr la porción de torta a toda costa, incluso cuando la cintura está a dieta...

sábado, 15 de septiembre de 2007

Hemos terminado (a duras penas, creo, según muchas de sus caras) con el buen Carlos Santiago Peirce • Peirce ha muerto (en nuestras clases), pero sigue vivo en la memoria de su pueblo (o al menos, del aula 4) (y al menos, hasta el primer parcial) • Propongo, a continuación, una síntesis, que en ningún modo reemplaza la bibliografía obligatoria • Sólo pretende agregar más dudas, o más confusiones • Advertidos ya, el/la que quiera, que siga


¿Por qué la semiótica?

Primer acto: una persona ve una escalera en la vereda, y la rodea para no pasar debajo de ella. Segundo acto: esa misma persona ve un "morochito", vestido así, onda "pibe chorro" (trae en el bolsillo interior de su campera un libro de Foucault, pero eso no se ve) y nuestra persona se cruza, porque supone será asaltado. Tercer acto: esa persona llega al edificio donde vive un amigo/a y en lugar de golpear las manos, golpear en el vidrio de la puerta, gritar el nombre de su amigo/a, toca un botoncito de metal, de la fila "9", columna "C". ¿Cómo se llama la obra? LA MENTE SEMIÓSICA (la mente ideológica, nos dirá Bajtín en la unidad que sigue)

¿Por qué "la mente semiósica"? En una definición circular (de esas que ya vimos que tenemos que evitar), podríamos decir: «porque hace semiosis». El profesor Peirce nos corrige con sonrisa tierna, y nos dice «una inteligencia capaz de aprender mediante la experiencia» (C.P. 2.227 -recuerden: "C. P" es "Colected Papers of Charles S. Peirce", el mamotreto en el que se publicaron algunos de los fragmentos de su obra) Entonces, tratamos de armar nuestro mapa conceptual (ése, que nuestro profesor actual, ni por las tapas parecido siquiera al bisnieto bastardo de Peirce, nos recomienda hacernos para poder estudiar todo esto) y vamos anotando: semiosis - comprensión - experiencia.

¿Querés leerlo completo? ¿Querés bajarlo? Clic acá


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Material exclusivo para los alumnos de las comisiones 44306 y 44307. El resto, consulte con su docente

Tené en cuenta que estás leyendo esto de un BLOG, o sea, le das crédito (valor de verdad, veracidad) vos solito/a al contenido aquí publicado. Andá y 'garrá la bibliografía, POR FAVORRRRRRRR
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Bonus track: te preguntarás para qué estudiás estas cosas, qué tienen que ver con tu carrera, etc.

Para...
...Filosofía: nominalismo, realismo, el problema de la verdad, la lógica y los tipos de razonamiento, etc.
...Psicología: el signo como representación, la mente, etc.
...Comunicación: el signo como representación, tipología de los signos, etc.
...Letras: el signo como representación, signo y lenguaje, signo, representación y literatura
...Otras carreras: vos fijáte, qué sé yo... ¡Tampoco soy la "Guía del Estudiante"! Relaciones, seguramente hay, pero lo que no hay es tiempo acá para marcarlas...

martes, 11 de septiembre de 2007

Disciplina escolar

En la media mañana de un día cualquiera, sobre el descascarado pizarrón, una diminuta docente traza, con el máximo de exactitud que su pulso le permite, un triángulo que casi, casi, es rectángulo. Podría pedir disculpas por no haberlo logrado, teniendo en cuenta la escasez de elementos de que se dispone en aquella escuela; sin embargo prefiere la omisión: es un triángulo rectángulo porque ella lo ha dicho y al decirlo, ese trazo tímido y acutángulo (técnicamente hablando) es bautizado, nombrado, catalogado en función de una teoría infalible a la cual debe ajustarse esta realidad: es un triángulo rectángulo y la suma del cuadrado de sus catetos es igual al cuadrado de su hipotenusa. Explica estas cosas como para nadie, como ella cree que se debeb enseñar las cosas de las ciencias en las aulas: como sin historia y para todos, que es decir para ninguno, relatando desapasionadamente lo que alguien ha develado con la pasión acumulada de los siglos. Más atrás, un alumno le entrega a otro una hoja, otros trazos, mucho más certeros:
–Mirá, Robledo: tu vieja

Robledo quiere verlo, pero la imagen se le figura otra, le trae a los ojos el recuerdo de una mañana, un colectivo, muy temprano: él y su madre iban a la Municipalidad, a entregar los papeles del Plan, y ver si así les daban más mercadería. Era la primera vez que llegaba tan lejos, que viajaba en un colectivo, que conocía ese lugar en donde todas las calles eran de asfalto y tenían semáforo y reclamaban cuidado a cruzar. Acá no se puede jugar a la pelota, recuerda que pensó, y también reflexionó que la vida de los chicos de ese lugar sería muy aburrida si no podían estar jugando en las calles, porque no eran de tierra y porque pasaban tantos autos y tan rápido; pero no vio ningún pibe en los alrededores, sólo gente grande y negocios y apuro y empujones y agarráme fuerte la mano que te vas a perder. La madre le estaba diciendo que él, con ocho años, ya estaba grandecito y que mirara bien todo porque seguramente en poco tiempo él mismo tendría que hacer esos viajes, u otros, y que por eso ya tenía que empezar a portarse bien, a cuidar de sus cinco hermanos para que el padre no se enojara tanto con ellos.

El padre… Entonces a Matías Robledo se le aparece otra imagen, que va empujando la anterior hasta hacerla desaparecer, aunque él no quiere que se vaya, porque la señorita Adela, la que le tocó cuando repitió segundo grado, le había dicho que cuando se sintiera así como en este momento tratara de recordar cosas lindas y mantenerlas en la mente, porque era la forma de que nuevas cosas lindas le fueran a pasar. Muchas veces lo había intentado, y en algunas le había servido mantener el recuerdo de la felicidad como si fuera la semilla del presente; pero, la mayoría de los casos, le ocurría lo que ahora: un recuerdo desplazaba a otro, y él no lograba sofocarlo. Es entonces cuando se rearma en su mente la tarde en que estaba en la vereda, enfrente de su casa, sentado, cuando vio que venía su padre, tambaleante, enfurecido. Matías ya conocía ese llegar y se paró rápidamente, como si alguien o algo lo obligara a correr ligerísimo, cerrar la puerta e impedirle la entrada. Pero no llegó a tiempo. Cuando estuvo adentro ya el hombre estaba discutiendo con su madre, una de esas peleas en que uno gritaba y la otra se mantenía en aturdido silencio, mirando el piso con temor y consentimiento. Fue más o menos para la época del viaje en colectivo, quizás ese mismo día: el padre le reclamaba por qué no había logrado la mercadería, que al final todos tenían razón cuando le decían a él que su mujer era una tarada, que no servía para nada, que ni criar a los hijos sabía. Matías quiso, lo intentó, explicar algo, pero no pudo decirlo porque cuando la primera palabra estaba por brotar en su boca, tímida, aletargada, el padre, haciendo lo que ya todos allí sabían que sucedería, levantó su mano y con el revés le dio un derechazo a la mujer, que fue a parar de un solo envión al piso, donde sin llorar (llorando para adentro, le confesaba a Matías) miraba ella compasivamente a su marido, ella entendiéndolo, asintiéndolo todo: que había sido una descuidada, que él tenía razón y que por su culpa no habrían de tener ese mes la mercadería. Yo te mando a vos para que te ganes al tipo y traigas la comida y vos volvés sin nada, le dijo, y era sustancialmente cierto: no había conseguido convencer a la empleada, porque ese día había una empleada, seguramente una que se había encamado con el encargado y ahora hasta tenía un trabajo en la Municipalidad y todo, solamente acostándose con él, mientras ella había ido a pedir mercadería para darles de comer a sus hijos, pero eso a la empleada no le interesaba, claro, porque estaba seguramente más ocupada en pensar con qué nuevas armas seguiría seduciendo al encargado, de quien se decía que era conocido de ese amigo del concejal que a veces sabía ir al barrio para cuando se votaba. La madre desde el piso callaba y aceptaba, y Matías sintió nuevamente ese extraño hervor, esa fuerza que le costaba dominar, las tremendas ganas de escupir, patear, golpear a su padre mucho, muchísimo, hasta que soltara todo el vino que traía adentro y pidiera perdón y les dijera por primera vez que lo quería, a él y a todos, y recordó cuando su madre le dijo que el padre los amaba a todos ellos, a todos, pero que no conseguía trabajo y por eso tomaba, que tomaba para olvidar y por eso cuando iba a pedir trabajo la gente no se lo daba, pero que él era un buen padre y que un padre es el hombre de la casa y si no podía mantener a su familia entonces para eso estaba también la madre, porque la madre también los quería a todos, y por eso ella entendía por qué él le pegaba: le pegaba porque ella había fallado, porque ella también tenía que cuidarlos y quererlos pero a veces no lo hacía, entonces él la fajaba a ella para que se portara bien e hiciera lo que le correspondía como madre. Y que prefería esta vida a la vida que su hermana, la María, le hacía vivir a su marido: él trabajaba, trabajaba todo el día, no tomaba, ni tampoco le pegaba; y ella, la tía, su propia hermana, criadas las dos por la misma madre que les había enseñado de chiquitas que el marido era el hombre de la casa y era el que mandaba, ella, la María, le hacía faltar de todo, no cocinaba, no se encargaba de los chicos, estaba todo el día mirando la tele. Si yo fuera el Tito, decía la madre, si fuera el marido, ya le estaba dando una buena paliza para que haga las cosas como corresponden, para que se porte bien, porque no tiene que hacerle eso al Tito, que se rompe el lomo por su familia y ella ahí, todo el día sin hacer nada. Vos tenés que aprender a portarte bien, Matías, porque cuando seas grande vas a ser el hombre de tu familia y tenés que ver que tu esposa no te haga faltar de nada.

Entonces otro recuerdo empuja al anterior y Matías se resiste, porque sabe que el que viene será más doloroso, y quiere hacerle caso a la señorita Adela. Pero no puede, no consigue frenar la memoria y las imágenes se transfiguran hasta vislumbrarse él mismo en una noche, en su cama, donde duerme con Jennifer, su hermanita de tres años. Se va reconociendo de a poco, sin sueño, dando vueltas y vueltas preocupado, planeando la venganza a la paliza de esa tarde, la primera que el padre les dio a su madre y a él mismo, cuando quiso y pudo por fin hablar, balbucear unas palabras que intentaban explicar cómo habían ocurrido las cosas que lo enojaron ese día. No sabía cómo pero ya había aprendido a reconocer sus pasos torpes en la calle, donde el sonido arrastrado de los pies se colaba por debajo de la puerta de lata y llegaba hasta la habitación en que dormían él y todos los hermanos, la misma donde estaba la canilla, el balde para llevar al baño y la tele. Al lado, dividida por un mueble, la cama matrimonial, y su madre llorando para adentro: Matías podía escucharla, porque esta vez no escondía el llanto, que salía chiquito, como suspiros entrecortados, alimentados seguramente por el mismo dolor en el cuerpo que tenía él mismo. No sabe cuánto tiempo estuvo esperando que su padre entrara, pero seguramente en un descuido se durmió, porque cuando volvió a abrir los ojos ya estaba ese olor impregnándolo todo, ese odre a vino y transpiración y odio que inundaba el ambiente como un vaho pesado que se le pegaba en su propia piel. A veces descubría ese mismo olor, el de su sangre, el de su familia, en su cuerpo, y por eso iba a bañarse, sin importarle que en invierno el agua fuera más fría: para sentir en la propia carne su aroma, y no la sangre de su padre, la marca que ahora era también unos dedos rojos en su cara y un dolor insoportable en sus costillas. Percibió ese idéntico hedor de siempre y un murmullo seco, cortante, como dándole una orden a su esposa, a quien se le escapaba cada tanto el mismo llanto quedo de un rato antes. Luego Matías escuchó una vez más el desvencijado ruido, ese golpear contra el mueble que dividía los espacios y empujaba su propia cama, esos mismos bramidos animalizados de su padre, que en otras noches eran los que causaban risas apagadas entre los hermanos pero que esta vez a él le volvían a despertar el extraño hervor, la fuerza que le costaba dominar, las tremendas ganas de escupir, patear, golpear a su padre mucho, muchísimo, hasta que soltara todo el vino que traía adentro y pidiera perdón y les dijera por primera vez que lo quería, a él y a todos. La madre le había explicado que eso que el padre hacía en las noches era mostrarle que la amaba, y que ella seguía siendo su mujer, y a Matías le había quedado la fantasía de que algún día el padre haría, entonces, eso mismo con sus hijos, para mostrarles que los amaba, que ellos seguían siendo sus hijos. Sin embargo Matías no quería esa noche que su padre le demostrara nada, porque les había pegado como nunca y el hijo tenía lista su venganza, que esa noche no pudo concretar porque se quedó dormido, seguramente porque él tampoco servía para nada, como su madre, con quien se pasaba todo el día en esa casa y quien por eso mismo tenía así la culpa de que Matías fuera otro inservible que no era capaz de defenderla ni detener la situación.

Esa noche… Es entonces cuando las imágenes vuelven a trastocarse, y por más que lo intente no logra encontrar el recuerdo feliz que conjure los que están llegando, los que intuye, los que siguen en su historia, en su biografía. Había aprendido esa palabra por culpa de la escuela, cuando la maestra había mandado a buscar en casa, como tarea, la de la autora de una lectura y él, que no tenía enciclopedias, no tenía libros donde hallar las proezas de esa mujer, no se animó a preguntarle a su señorita qué era una biografía. Entonces empezó a imaginarse posibles sentidos de esa palabra, y todos eran de juegos y de comida, hasta que se decidió por uno: TAREA: buscar la torta de chocolate rellena de dulce de leche y obleas de María Elena Walsh. Sabía que no era eso lo que pedía la maestra, porque había que anotarla en la carpeta y una torta no se anota en la carpeta sino que se come, como cuando festejaron en clase el cumpleaños de una compañera, que trajo una torta de esas, que Matías nunca había probado, y cuando comió la porción que le tocaba quedó enamorado de la torta, y de su dueña, y decidió en el acto que la mejor forma de hacerle ver que la amaba era comiéndose toda la torta él solo para que ella sintiera que él era el hombre de la casa, que él con gusto comía lo que ella cocinaba. La torta no era para ser anotada en la hoja, pero en una bien limpia escribió su nombre, con letra muy pareja, y el de su compañerita, los enlazó con un corazón en color rojo y le pidió a otra chica que le alcanzara el papel bien doblado, en cuya cara superior se podía leer grasias por la torta. Él pensó que esa tendría que ser una forma de demostrar el amor, porque no tenía una cama y un ropero cerca, pero que eso, así, bien valdría como manifestación de amor. Pero la nena no lo entendió, Matías pensó que quizás era porque ella esperaba la cama y no una hoja, y le fue a decir a la maestra que Robledo la estaba molestando. La docente, esta que ahora explica lo de los triángulos, le dijo a los gritos que se dejara de molestar a las chicas, que era incorregible y que evidentemente era inútil cualquier esfuerzo por intentar enseñarle algo.

La noche de esa mañana, o tal vez la siguiente, pasó lo de la madre, y los recuerdos vuelven a sucederse aunque él intente evitarlo: el mismo llegar borracho del padre, los mismos murmullos secos, que parecían decir corréte o algo así, los mismo golpes contra el armario, los mismos bufidos con una voz que no era la paterna, que era como la del caballo cansado del vecino que junta cartón con el carro, el mismo silencio de la madre y el mismo aquietarse todo, poco después. Matías se durmió, pensando que ese día no había habido paliza pero sí había habido amor entre ellos, y que quizás algún día su padre también les demostrara a sus hijos que los amaba, y con esa infantil esperanza cerró los ojos. No sabe si soñó, pero si lo hizo integró en ellos unos golpes, unos ruidos tímidos que recuerda vagamente hasta hoy, un caminar en puntas de pie y arrastrar cosas, que bien podrían haber sido parte de un sueño o lo que pasaba en la calle. Sólo se dio cuenta a la mañana siguiente, cuando María entró por la puerta de atrás, la que va al baño y a la propia casa de la tía, y despertó a los gritos a su cuñado: Despertáte. La Nora y el Tito se fueron.

Lo primero que cruzó Matías cuando abrió sus ojos fueron otros, enceguecidos de furia, inyectados, los de su padre: la peor de las miradas de la peor de las palizas no se parecía en nada a esta que se dirigía a él, y venían con todo el cuerpo y dos puños que por poco no se partían a sí mismos en su fuerza contenida, y que lo levantaron por el cuello, desde la cama, hasta tirarlo al suelo; esas manos acusadoras que le decían que él sabía dónde estaba su madre, que seguramente él, Matías, sabía qué había pasado, que tenía que saberlo porque era el mayor y cuando su padre no estaba en casa, todo quedaba a su cuidado, porque era el otro hombre de la familia. María gritaba que su hermana era una puta, que le había robado el marido, y el padre le seguía dando trompadas porque no le decía a dónde habían ido el Tito y la puta de su madre. Entonces Matías volvió a sentir ese extraño hervor, esa fuerza que le costaba dominar, las tremendas ganas de escupir, patear, golpear a su padre mucho, muchísimo, hasta que soltara todo el vino que traía adentro y pidiera perdón y les dijera por primera vez que lo quería, a él y a todos; pero esta vez no pudo hacer nada, porque estaba en el piso y sus hermanitos lo miraban con miedo, y ahora que su madre no estaba él tendría que cuidarlos todo el día. Y, como su madre, prefirió callar, en aturdido silencio, mirando el piso con temor y consentimiento, porque al final todos iban a tener razón cuando le dijeran que no servía para nada, y que ni criar a los hermanos podría.

Y así aquel piso borroso al que miraba, para no cruzar los ojos acusadores de su padre, se convierte en la hoja, que su compañero en clases le ofrece:
–Mirá, Robledo: tu vieja

La foto… Una foto gastada de una mujer desnuda que está con un hombre desnudo.

Matías ve a su madre con el Tito, esa mujer desconocida es su madre con su tío; por primera vez reconoce a una mujer desnuda, que es su madre desnuda, aquella a la que las palizas de su padre no lograron educar, aquella que desapreció la noche en que él creía que su padre y ella se amaban y que algún día los amarían a él y a sus hermanos, y que terminó dejándolos porque su tía no cuidaba de su tío y él, Matías, bien podía cuidar de sus hermanos. Así pensado, era justo, pero al mismo tiempo no lo era, porque su padre no le demostraba a él amor, pero le pegaba por hacer las cosas mal, por ser un inútil.

Con esa foto en clase vuelve a sentir ese extraño hervor, esa fuerza que le cuesta dominar, las tremendas ganas de escupir, patear, golpear a su padre mucho, muchísimo, hasta que suelte todo el vino que trae adentro y pida perdón y les diga por primera vez que lo quiere, a él y a todos. Y se le cierra la mano, antes que pueda encontrar el recuerdo feliz que la señorita Adela recomendaba, uno lindo, como el del viaje a la Municipalidad, y con el puño cerrado y de revés le pega un derechazo justo en la nariz a su compañero, quien en un mismo instante se inunda de sangre y cae al piso, llorando, mientras todos gritan y Matías por fin siente que esa fuerza se libera y que algo en su cuerpo deja de pesar, que algo fluye y lo domina... Hasta que la maestra lo agarra como puede, y le grita que pare, que qué se cree, que las cosas no se arreglan a los golpes, sino dialogando, y que como no quiere violentos en el aula lo va a hacer echar de la escuela. Para que sus padres, en su casa, lo eduquen como corresponde.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Hoy...

Pocos pesares más rotundos que la melancolía en un día nublado, cuando el eco de una voz que creíamos desaparecida reverbera en el aire y resuena alimentando esos recuerdos que nunca mueren, que nunca desaparecen, porque se obstinan en regresar como ecos de voces en el aire. Entonces es cuando el corazón lee ensueños en donde había sólo silencios y los ojos se nublan porque creen reconocer siluetas y nada es lo que parece, hasta que las formas se reacomoden nuevamente para volver a ser un sediento arroyo donde antes fuera un tumultuoso río desbordante. Cuánto refrescaba en aquellas tardes calurosas una palabra, una mirada, una caricia, un encontrarse en las márgenes de todo, a la vera de un camino que parecía infinito y trazado como a medida, para reunir el cosmos en dos dedos y saborear la vida en la penumbra de la felicidad. Entonces es cuando las formas del río desaparecen y ceden paso a otras voces que demuestran que nada hay, que nada había, o nada hubo, y entonces es cuando se vislumbra la distancia, la amarga distancia en que quedaron varadas aquellas aguas, rastros de arena que el tiempo barrió en nuestras manos y que dejó en la piel las marcas de la ausencia. Y entonces es cuando en el lecho de ese arroyo el agua que no ha decantado fantasea con volver a ser río, deseosa de revivir en la forma del eco de una voz en el aire, en los rastros de un día nublado, entintado en el rotundo pesar de la melancolía.