Cuando se separan,
diciéndose hasta mañana,
creyendo que el mundo seguirá con vida,
que ellos mismos seguirán presentes
–como si nada–
entonces comienzan las horas,
y no sirven las palabras.
Cuando dejan de verse
–efímeros instantes del presente–
alcanza con presentirse en el recuerdo,
sabiéndose al alcance de la mano,
y por siempre,
y presentes.
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