Estudiamos en el siglo XXI las delicias de la poesía popular castellana de la Edad Media, o de la lírica ática de Homero; le damos el lugar de literatura por pleno derecho y hacemos seminarios y libros al respecto. Sin embargo, somos incapaces de ver nuestra contemporánea poesía popular, oral, de oído en boca (del tango, del rock, de la cumbia villera) o la degradamos a una especie de literatura de segundo grado —quizás a la espera de que dentro de mil años nuestros sobrevivientes la estudien extasiados y nos envidien por la belleza que teníamos ahí, a la vuelta de cada esquina.
No es cierto que la poesía no venda, ni que no interese al gran público. Es la poesía, la que conocemos como tal, la que se alejó , hermética y hierática, de lo que siempre fue: la más genuina evaluación "online" del mundo de la vida, con los códigos propios de cada época. Algún día los "poetas" se darán cuenta de esto —y, quizás, sentarán a su mesa a algún juglar, de igual a igual.
No es cierto que la poesía no venda, ni que no interese al gran público. Es la poesía, la que conocemos como tal, la que se alejó , hermética y hierática, de lo que siempre fue: la más genuina evaluación "online" del mundo de la vida, con los códigos propios de cada época. Algún día los "poetas" se darán cuenta de esto —y, quizás, sentarán a su mesa a algún juglar, de igual a igual.
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