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miércoles, 18 de julio de 2007

Cuando era chico, tendría 7 u 8 años, un amiguito llegó a mi casa con muchos "billetes verdes" (o "marrones", o "azules", ya no recuerdo). Muchos, como para tomar un kiosco por asalto. Así lo hicimos, felices y golosos. A las pocas horas, la madre de mi amigo, parada con gravedad en la puerta de mi casa, vino a aclarar la evidente -para todos, menos para un niño- verdad: ese dinero había faltado de alguna billetera. Mis padres, aun entendiendo que mi "complicidad" se había limitado al gasto (y a la indigestión) me dejaron en claro una dolorosa verdad, que podría resumirse en "cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía". Vale decir: nadie anda con mucha plata en los bolsillos porque sí; nadie tiene, en el botiquín de su baño, algodón, pasta dentífrica... y 100.000 dólares (o más, o menos)

¿A qué viene la anécdota? La "gran cantidad" que me deslumbró a los siete años era de la billetera de algún pariente de Robertito. No era de Robertito, ni la había obtenido "con el sudor de su frente". Por eso era fácil para él gastarla, perderla: olvidarla. En aquel episodio, la "ruta del dinero" era mensurable (llegaba desde su puerta a la mía y desde allí, al kiosco de la otra cuadra) y las consecuencias, previsibles: no pude juntarme más con ese chico, y mis padres se hicieron cargo de reponer la mitad del monto. Picardía, delito, embuste: poco importó a mi familia el "encuadre jurídico"; sólo tuvieron en claro qué estaba bien, qué estaba mal, y educarme.

Una ministra deja olvidados muchos "billetes verdes" ("marrones", "azules", poco importa: muchos, y valiosos). Robertito también los hubiera descuidado...

Supongo, me obligo a suponer, que el Sr. Miceli, el padre, se habría ofuscado ante tamaña picardía; quizás una historia así jamás le ocurrió a la niña Felisa. Sin embargo, hoy por hoy, de grande, a falta de un padre enojado, bien le vendría a la olvidadiza, feliz y golosa Miceli una justicia indignada que actúe con la misma y enérgica decisión de un padre: lo que está mal está mal. Y que todos aprendamos.

Es cierto que somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. También es cierto que hay algunos inocentes que luego de consultar a buenos abogados, pergeñan sofisticadas argumentaciones en defensa propia. Y no menos cierto es que hay ciertas situaciones que, si no delictuales, son al menos muy extrañas.

No quiero caer en un gorilismo ingenuo, ni en un análisis político neo-lombrosiano. Ni "está en los genes del peronismo" ni "se trató de un hecho aislado". Una Ministra de Economía que no acierta a quedarse con un vuelto manejó los destinos económicos de un país. Una buena síntesis de lo que como país somos, permitimos, votamos.

Aclaración final: Desde que esta situación tomó estado público, estoy advirtiéndoles a quienes me rodean que, si llegara a ser el caso de que me dejara olvidada en algún baño, o en el mío propio, una bolsa repleta de billetes, por favor me la devuelvan sigilosa y discretamente, para evitar escándalos. Todos toman la ocurrencia, por suerte, con risas. Es lógico: también por suerte, ninguno trabaja en reparticiones del gobierno.


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