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miércoles, 20 de julio de 2011
Carlotto y Ernestina • La falta y el perdón • Una nota muy, pero muy, grondoniana
Hace unas semanas, Cáritas hizo una de sus tradicionales campañas de donación con el lema "Pobreza cero". Lenguaje al fin, todos/as los que escucharon o leyeron esa consigna seguramente la relacionaron con "hambre cero" (la polifonía del lenguaje es un hecho) y quizás hasta sabían que esto se trató de un plan llevado a cabo por el Estado brasileño que implica políticas públicas de redistribución y de subsidio: a los negros se les da comida. Saciar el hambre es una cosa; erradicar la pobreza, otra (y, por supuesto, no uso esa palabra inocentemente: la ideología en el lenguaje polifónico es otro hecho). ¿Cuál sería la política pública que Cáritas se propuso en su campaña para lograr su objetivo?: la conmisceración, la piedad, la beneficencia. No se trata de redistribuir, sino de que el empachado regale una porción de lo que ya no apetece (siempre y cuando no sea demasiado valioso: todos sabemos que la gula es proactiva) Instalada desde el intertexto sutil en las arenas políticas, se materializa en el texto como algo de otro orden: metafísico, ético, apolítico.
Como la de Cáritas de hace unas semanas, por estos días se ha montado una campaña ecuménica por el perdón. El DRAE define esta palabra como la «acción de perdonar», como la «remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente» y como «indulgencia». En tanto sustantivo deverbal («acción de perdonar»), supone dos argumentos: un causante y un beneficiario ("alguien perdona (o hace perdonar) a alguien"). El beneficiario lo es porque el proceso ('perdonar') lo afecta y lo (re)crea: luego de la remisión, de la indulgencia, pasará a ser un perdonado, un redimido (esta es la prueba de que se trata de un verbo 'de proceso', puesto que deriva a un 'estado': la gramática, amigos/as, es cosa seria).
Filosóficamente, para perdonar es necesario que exista una falta (un pecado), una actitud de arrepentimiento en cierta persona (pecadora), y una investidura con capacidad de trocar culpa en expiación, presente y manifiesta en otra persona (quien perdona). En el caso que motiva esta nota, esto se corresponde, respectivamente, con: la causa por la presunta apropiación de hijos de desaparecidos, K-ristina (la yegua) y sus cooptados organismos de DD. HH., la honorable Sra. de Noble. Ésta le pide a aquello (si nos negamos a la variación de género en la mención de la investidura presidencial, neguémonos con los pronombres a subjetivarla: usemos el neutro), le exige, que pida perdón, vale decir, que reconozca su culpa, su pecado, y que implore clemencia. Indulgencia.
Las indulgencias fueron, en la historia, todo un tema: provocaron, ni más ni menos, que el cisma de la iglesia católica en el siglo XVI (Lutero se rebeló contra la venta de indulgencias que hacía la honorable curia católica) ¿Cuál sería, en el caso actual, el precio de esta indulgencia? ¿Cuántos padrenuestros tendría que rezar la yegua? Toda exigencia de pedido de perdón es la reafirmación de un poder y con él, de una verdad. Y si la verdad la detenta aquel que, a su vez, tiene autorizada la palabra, el negocio es perfecto (Ocurría con aquellos curas y sucede con estos comunicadores)
Más de una vez, nos hemos enterado de eventos y situaciones ("noticias") que luego fueron contradichas y hasta se demostró su falsedad. Sin ir más lejos, ayer los peritos contables de la Corte Suprema (instancia que hasta nuestros republicanos tachan de intachable) determinaron que no hubo sobreprecios (coimas, negociados) en el denominado "caso Skanska". Nadie escuchó o leyó ningún pedido de perdón, incluso cuando está involucrado un procedimiento reconocido y convencionalizado en la "fe de erratas": si no se desea (si la actitud no es sincera) pedir disculpas por haber informado sin pruebas, apresuradamente, etc., siempre se puede echar mano a la excusa de "problemas de edición". Y ni siquiera eso. Ni hablar de falsedades publicadas que afectaron a algún don nadie, algún cualunque...
Si fuera el caso de tener que pedir (o exigir) perdón por "los chicos", existe otra forma convencionalizada de hacerlo: el juicio civil por calumnias e injurias, por daño psicológico, etc. Dado que es la justicia la que determina que las pruebas de ADN no son compatibles con las muestras que hasta el presente están en guarda, el acusado tiene derecho a judicializar su resarcimiento: en la vía de la justicia lo que es de justicia. Sin embargo, y como corolario de que el Gobierno politizó la cosa que pertenecía al ámbito legal, los nobles Noble piden que se exprese un pedido de disculpas en la tribuna política, en la polis mediática.
Esta noble paradoja poco importa, puesto que habremos de suponer, ya que de personas de bien se trata, que perdonarán «hasta setenta veces siete», tal como manda Jesusito (Mt. 18, 21-22). ¿O no?
Como la de Cáritas de hace unas semanas, por estos días se ha montado una campaña ecuménica por el perdón. El DRAE define esta palabra como la «acción de perdonar», como la «remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente» y como «indulgencia». En tanto sustantivo deverbal («acción de perdonar»), supone dos argumentos: un causante y un beneficiario ("alguien perdona (o hace perdonar) a alguien"). El beneficiario lo es porque el proceso ('perdonar') lo afecta y lo (re)crea: luego de la remisión, de la indulgencia, pasará a ser un perdonado, un redimido (esta es la prueba de que se trata de un verbo 'de proceso', puesto que deriva a un 'estado': la gramática, amigos/as, es cosa seria).
Filosóficamente, para perdonar es necesario que exista una falta (un pecado), una actitud de arrepentimiento en cierta persona (pecadora), y una investidura con capacidad de trocar culpa en expiación, presente y manifiesta en otra persona (quien perdona). En el caso que motiva esta nota, esto se corresponde, respectivamente, con: la causa por la presunta apropiación de hijos de desaparecidos, K-ristina (la yegua) y sus cooptados organismos de DD. HH., la honorable Sra. de Noble. Ésta le pide a aquello (si nos negamos a la variación de género en la mención de la investidura presidencial, neguémonos con los pronombres a subjetivarla: usemos el neutro), le exige, que pida perdón, vale decir, que reconozca su culpa, su pecado, y que implore clemencia. Indulgencia.
Las indulgencias fueron, en la historia, todo un tema: provocaron, ni más ni menos, que el cisma de la iglesia católica en el siglo XVI (Lutero se rebeló contra la venta de indulgencias que hacía la honorable curia católica) ¿Cuál sería, en el caso actual, el precio de esta indulgencia? ¿Cuántos padrenuestros tendría que rezar la yegua? Toda exigencia de pedido de perdón es la reafirmación de un poder y con él, de una verdad. Y si la verdad la detenta aquel que, a su vez, tiene autorizada la palabra, el negocio es perfecto (Ocurría con aquellos curas y sucede con estos comunicadores)
Más de una vez, nos hemos enterado de eventos y situaciones ("noticias") que luego fueron contradichas y hasta se demostró su falsedad. Sin ir más lejos, ayer los peritos contables de la Corte Suprema (instancia que hasta nuestros republicanos tachan de intachable) determinaron que no hubo sobreprecios (coimas, negociados) en el denominado "caso Skanska". Nadie escuchó o leyó ningún pedido de perdón, incluso cuando está involucrado un procedimiento reconocido y convencionalizado en la "fe de erratas": si no se desea (si la actitud no es sincera) pedir disculpas por haber informado sin pruebas, apresuradamente, etc., siempre se puede echar mano a la excusa de "problemas de edición". Y ni siquiera eso. Ni hablar de falsedades publicadas que afectaron a algún don nadie, algún cualunque...
Si fuera el caso de tener que pedir (o exigir) perdón por "los chicos", existe otra forma convencionalizada de hacerlo: el juicio civil por calumnias e injurias, por daño psicológico, etc. Dado que es la justicia la que determina que las pruebas de ADN no son compatibles con las muestras que hasta el presente están en guarda, el acusado tiene derecho a judicializar su resarcimiento: en la vía de la justicia lo que es de justicia. Sin embargo, y como corolario de que el Gobierno politizó la cosa que pertenecía al ámbito legal, los nobles Noble piden que se exprese un pedido de disculpas en la tribuna política, en la polis mediática.
Esta noble paradoja poco importa, puesto que habremos de suponer, ya que de personas de bien se trata, que perdonarán «hasta setenta veces siete», tal como manda Jesusito (Mt. 18, 21-22). ¿O no?
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sábado, 16 de julio de 2011
Nunca me gustó tu música; soy de aquellos pendejos que empezaron a escuchar y comprar música (casettes y LP) cuando vos eras algo mayorcito y llegabas de Rosario y promocionaban tu Giros por las radios, presumo que la Zeta-95 o similares. Esa contemporaneidad, años vista, no me solidariza: al contrario, me hace crítico, porque nada es más fácil que criticar a la generación propia (y a la generación pasada, por parricidio; y a la generación siguiente, por suficiencia) Todo lo que escriba en adelante, entonces, no es a FITO sino a fito, así, con la minúscula bien chiquita.
Escribí hace casi una semana mi reacción por cierta nota que publicaste. Allí dije que no te amonestaba por tus dichos, sino por la oportunidad. Hoy, no obstante, me siento obligado a ampliarme, aun so riesgo de entronizarte: cualquiera que escuche tus últimos discos sabrá bajarte de ese lugar, aunque —espero— sabrá entenderte.
El "asco" es una sensación vomitiva que todos, quien más quien menos, sentimos alguna vez: yo, vos, él y ella. Ella, por ejemplo, la embarazada: ¿cómo le puede asquear a una embarazada un exquisito plato de milanesa napolitana? Y sin embargo, ahí está: repugnada ante aquello que nosotros, la mayoría, degustamos con fruición. A mí me da asco (ASCO, ¿se entiende?) cualquier cosa que tenga hígado como ingrediente, incluyendo al distinguido pat de foi. ¿Me pueden acusar de algo por no deleitarme por el pate de foi? A vos te da asco esa porción del electorado que votó por cierto fulano. ¿Pueden acusarte a vos, que escribiste una nota personal, íntima, indignada, por no disfrutar de ese pate? Hay una frase, que repiten hasta el cansancio los adalides de la democracia, que dice algo así como (y no pienso perder el tiempo googleándola) que "no comparto tus ideas pero daría mi vida por que puedas expresarlas". ¿Por qué ahora no sólo no dan su vida sino que exigen que te inmoles?
Fito, a mí, no desde hoy, sino desde que me acuerdo, me asquea el pate de foi. Pero aprendí a decir "No, gracias", y seguir en la cena. Siempre preferí, por ejemplo, Villa Dorrego (en Catán), a Palermo Hollywood. Te entiendo. Y ellos también te entendieron, no te preocupes. Pero les servís así: los artistas —no niego que lo seas: apenas soy yo el que no te disfruta— suelen ser contradictorios, pero no por eso menos sinceros. Yo —y, presumo, vos— quiero discutir sobre proyectos, escuelas, hospitales. Ellos quieren tapar el sol con las manos y discutirte a vos, que hace mucho que no pegás un hit que llene cuentas bancarias en la Zeta-95 —o su sucedáneas, como la FM 100.
Escribí hace casi una semana mi reacción por cierta nota que publicaste. Allí dije que no te amonestaba por tus dichos, sino por la oportunidad. Hoy, no obstante, me siento obligado a ampliarme, aun so riesgo de entronizarte: cualquiera que escuche tus últimos discos sabrá bajarte de ese lugar, aunque —espero— sabrá entenderte.
El "asco" es una sensación vomitiva que todos, quien más quien menos, sentimos alguna vez: yo, vos, él y ella. Ella, por ejemplo, la embarazada: ¿cómo le puede asquear a una embarazada un exquisito plato de milanesa napolitana? Y sin embargo, ahí está: repugnada ante aquello que nosotros, la mayoría, degustamos con fruición. A mí me da asco (ASCO, ¿se entiende?) cualquier cosa que tenga hígado como ingrediente, incluyendo al distinguido pat de foi. ¿Me pueden acusar de algo por no deleitarme por el pate de foi? A vos te da asco esa porción del electorado que votó por cierto fulano. ¿Pueden acusarte a vos, que escribiste una nota personal, íntima, indignada, por no disfrutar de ese pate? Hay una frase, que repiten hasta el cansancio los adalides de la democracia, que dice algo así como (y no pienso perder el tiempo googleándola) que "no comparto tus ideas pero daría mi vida por que puedas expresarlas". ¿Por qué ahora no sólo no dan su vida sino que exigen que te inmoles?
Fito, a mí, no desde hoy, sino desde que me acuerdo, me asquea el pate de foi. Pero aprendí a decir "No, gracias", y seguir en la cena. Siempre preferí, por ejemplo, Villa Dorrego (en Catán), a Palermo Hollywood. Te entiendo. Y ellos también te entendieron, no te preocupes. Pero les servís así: los artistas —no niego que lo seas: apenas soy yo el que no te disfruta— suelen ser contradictorios, pero no por eso menos sinceros. Yo —y, presumo, vos— quiero discutir sobre proyectos, escuelas, hospitales. Ellos quieren tapar el sol con las manos y discutirte a vos, que hace mucho que no pegás un hit que llene cuentas bancarias en la Zeta-95 —o su sucedáneas, como la FM 100.
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miércoles, 13 de julio de 2011
El triunfo de la gente como uno y el voto cautivo clientelar • Vos sos bienvenido a mi fiestita en mi casa • Los porteños son una mierda, Fito
Excurso I: Mis amigos radicales, sobre todos mis hermanos del alma cañuelenses, me tendrán que explicar largo y tendido cómo se pasa de la admiración a Alem e Yrigoyen hasta la admiración a Mauricio, que hace rato es Macri (Alfonsín Jr. dixit)
Vos sos bienvenido, Martincho: La publicidad de campaña en la ciudad de Buenos Aires no fue gran cosa. Sin embargo, los colores amarillos descollaron con dos genialidades (?): "Vos sos bienvenido" y "Martincho, el cordobés". La primera fue el eslogan básico de la campaña y el segundo un spot televisivo. En el primer caso, la enunciación misma emerge como problema: ¿quién es ese vos (masculino singular)? Surgido al fragor de la bajada del Gerente General de Buenos Aires S. A. (atendida por sus propios dueños) desde el ámbito nacional al jurisdiccional/municipal, podría pensarse que es Mauri el bienvenido. Pero en seguida surge el interrogante: ¿cómo puede ser bienvenido al terreno de la Ciudad alguien que la gobierna desde hace casi cuatro años? ¿Desde dónde la gobierna, entonces? (Algunos dirán que desde sus sempiternas vacaciones en el extranjero, pero eso es pura malicia). "Bienvenido" es, por definición, el santo y seña para alguien que no pertenece a ese terruño o se encontró ausente de él por largo tiempo: no sería lógico suponer que el Gerente General no ha gerenciado su empresa. Entonces, deberíamos pensar en otro destinatario. Como discurso publiciatario, se pudo pegotear por todos lados (y no sólo en el espacio geográfico de la Capital) y, así, se podría pensar como destinatario a cualquier transeúnte que se topara con él. Si eso ocurriera, por ejemplo, en puente La Noria (lado provincia) o en puente Liniers (ídem), los bonaerenses deberían estar gratificados por el mensaje de integración, paz y concordia que se les estaría expresando. El problema se nos presenta cuando uno verifica que esos carteles también estaban en Coghlan, Recoleta o Soldati. ¿Quién es el bienvenido, entonces? ¿Aquel que nació y/o vive en Capital (y que es, por legítimo derecho, un legítimo habitante de la Ciudad de Buenos Aires) resulta, a la postre, "bienvenido" por Mauricio? ¿Quién, sino el dueño, puede ofrecer ese "wlecome"? Pero entonces, ¿quién es el "extranjero"? Podríamos responder: Martincho, el de la propaganda que tiene que aguantar a sus padres cordobeses instalados en Buenos Aires. Él es un "extranjero": no es porteño, pero vive en Buenos Aires. Sus padres, en la ficción publicitaria, vienen a visitarlo por un par de días, pero extienden su estadía al punto de que, terminan diciendo, se quedarán incluso si tuvieran que operar a su padre. Probablemente (es una posibilidad, pero la publicidad no se encarga de orientar o desambiguar la interpretación) deba hacerlo en un hospital público (si se dijera que lo harán en una clínica, se pierde en fuerza proselitista) Estos cordobeses, que según la publicidad se dedican al esparcimiento, al ocio improductivo, al consumo, y a la porteñización (aprenden tango con fruición puesto que, al parecer, en Córdoba no se consigue) dejarán sus morlacos y, eventualmente, serán hospitalizados en el sistema de salud (público) de la Ciudad. Pero claro: ellos son alegres y despreocupados. Los suburbanos, que todos los días concurren a Buenos Aires para desempeñar su trabajo (es decir, a producir) y a dejar sus pocas chirolas en almuerzos, gaseosas y panchos, son los que saturan los hospitales, los que atentan contra la salud del sistema público porteño. Los mismos que, cuando veían el cartelito de "Welcome" en Puente Alsina, tenían que darse cuenta de que no estaban invitados a la fiestita.
Excurso II: Si el país sólo crece por el viento de cola internacional; y si la Capital es parte del país; entonces la Capital crece por el viento de cola internacional. ¿Por qué esto no se publica ni se toma en consideración para el análisis?
Demócratas y Republicanos: Las elecciones del último domingo fueron, claro está, una excelente jornada para el Gerente General de Buenos Aires S. A. (atendida por sus propios dueños). Mientras el escrutinio estaba aún en proceso, la voz del proclamista militar y productor agrícola-ganadero Mariano Grondona pedía, entre risueño y triunfalista, que el segundo candidato se bajara del balotaje. ¿Para qué hacerle gastar a la Ciudad este dineral?, era el argumento central. Si los resultados hubiesen sido los inversos, ¿habría exigido lo mismo? ¿Es que acaso la institucionalidad, la democracia, la república, no se pueden dar el gusto de gastar unos mangos para materializarse en eso que vendría a ser su paroxismo, es decir, el voto? ¿Treinta millones de pesos en un presupuesto anual de seis mil millones de dólares provoca algún tipo de déficit? Es curioso: lo lógico sería, desde su óptica, vencer, hasta lo último y por el mayor margen posible, al títere de la yegua (la viudita, la —ella también— títere, la montonera, la argolluda, etc.: úsese aquí el demócrata y republicano mote que se desee) ¿Por qué facilitarle a Filmus, entonces, esa especie de "puente de plata" que implicaría la supuesta retirada honrosa en primera vuelta? Es cierto que es (casi) imposible revertir el resultado original, y que buena parte de los porteños, con su pensamiento tan especial, tan unitario, tan centralista, tan ombligo del mundo, tan europeísta, tan cosmopolita, tan —¡ay!— burgués, apoya y volverá a apoyar a Mauri, quien ya no baila a Gilda al compás de una silla de ruedas —¿dónde está Michetti?— pero sigue destilando ese glamour de nuevo rico que tan bien le sienta a la capital del país. ¿Por qué no humillar a Filmus, entonces, capitalizando esa victoria a diestra y siniestra (en este caso no se alude a los polos de una gradación: es una diestra siniestra), desde Carrió a Duhalde (como ya se hizo la misma noche del domingo, cuando ambos estaban tan felices por el más del 47% de los votos que habían obtenido (?)?
Excurso III: Algún día habrá que analizar, desde un punto de vista semiótico, la inclusión de sones nac&pop, dicharacheros, populosos y/o populistas, entre medio de los sanguchitos de ternerita rostizada, los globos de colores y las cuasi porristas de fútbol americano, que se presentan en la puesta en escena de los escenarios PRO. Cada vez que Mauricio, que hace rato es Macri, pone a Gilda, se me enreda un huevo entre la garganta y el corazón. No son genuinos y hasta resultan paródicos y, como práctica sociocultural, tienen mucho de aquello de "la Bailanta entró en Recoleta" que se pregonaba en los '90: una especie de indulgencia de patrona, que se pone a ver la novela con la pardita que trabaja cama adentro.
Ciudad de pobres corazones: Fue una constante en las elecciones distritales que se han ido desarrollando en este año que los oficialismos ganaran las elecciones. La actual situación económica, política, social, cultural, y hasta "espiritual" es, lejos, la mejor en lo que va de (pongo por caso) lo que tengo de vida. Al expoliado que comienza a ser reingresado a veces le resulta difícil comprender a partir de qué políticas jurisdiccionales surge ese bienestar y esa reintroducción de derechos; por eso los electorados suelen ser, digamos, conservadores: reeligen a aquellos/as que están. También hay voto clasista, obviamente. Desde este punto de vista, se puede entender el triunfo inter pares de Barrio Norte, pero también el resultado en Lugano. Sin embargo, con excepción de la Ciudad de Buenos Aires, en todas las demás provincias el voto ganador fue directamente correlacionado con el clientelismo, el chantaje y la falta de formación cívica de los pobres, al decir de varios Micky Vainillas (en última instancia, ¿por qué no se pueden hacer jugar en la Ciudad de Buenos Aires esas mismas categorías, pero dirigidas a Mauri?) Por esto creo que Pito Fáez se zarpó. Derrapó. Escribió, desde su (presunto) dolor, que la mitad de los porteños son (palabras más, palabras menos) una mierda. Comparto la apreciación, pero no por esta elección (que nos llevaría a plantear la calificación del voto en un pinogorilismo último modelo) : la historia del país, desde 1810 o antes, viene a confirmarlo. Hay otro 50% o 60% que compone eso que nos enorgullece: los científicos, los políticos, los artistas, los pensadores, los revolucionarios, los deportistas, los militantes de la política (que por definición no son PROhombres) y todos los etcéteras. Comparto, entonces, pero no le echo la culpa al voto: el termómetro no inventa la temperatura. Por eso se zarpó: por falta de tacto o de oportunidad, ya que es momento de captar al 50% que no eligió amarillo, y al 25% que no fue a sufragar. Pero, de ahí a desgañitarse por los dichos de Pito hay un trecho: no se desubicó menos que esos vituperios (anónimos y no tanto) que vierten diariamente a la cloaca de lo publicado, incluyendo (y sobre todo) internet, epítetos repulsivos y revulsivos para dirigirse o calificar a Cristina Fernández y/o a aquellos que forman parte de sus equipos de trabajo, y/o de sus equipos de militancia y/o de sus adherentes y partidarios: seguramente yo, por escribir esto, pasaré a ser un vil esbirro escriba pago KK. Pito Fáez jamás (hasta donde sé) se reivindicó peronista o kirchnerista, pero por comodidad y sagacidad fue rápidamente incluido en ese colectivo denostado, para denostarlo. Del lado de enfrente, claro está, los demócratas y republicanos nos inundan de argumentos y propuestas, jamás una desubicación, ni un ataque ad hominem que escandalizara a la mismísima Gorda Matosas...
Vos sos bienvenido, Martincho: La publicidad de campaña en la ciudad de Buenos Aires no fue gran cosa. Sin embargo, los colores amarillos descollaron con dos genialidades (?): "Vos sos bienvenido" y "Martincho, el cordobés". La primera fue el eslogan básico de la campaña y el segundo un spot televisivo. En el primer caso, la enunciación misma emerge como problema: ¿quién es ese vos (masculino singular)? Surgido al fragor de la bajada del Gerente General de Buenos Aires S. A. (atendida por sus propios dueños) desde el ámbito nacional al jurisdiccional/municipal, podría pensarse que es Mauri el bienvenido. Pero en seguida surge el interrogante: ¿cómo puede ser bienvenido al terreno de la Ciudad alguien que la gobierna desde hace casi cuatro años? ¿Desde dónde la gobierna, entonces? (Algunos dirán que desde sus sempiternas vacaciones en el extranjero, pero eso es pura malicia). "Bienvenido" es, por definición, el santo y seña para alguien que no pertenece a ese terruño o se encontró ausente de él por largo tiempo: no sería lógico suponer que el Gerente General no ha gerenciado su empresa. Entonces, deberíamos pensar en otro destinatario. Como discurso publiciatario, se pudo pegotear por todos lados (y no sólo en el espacio geográfico de la Capital) y, así, se podría pensar como destinatario a cualquier transeúnte que se topara con él. Si eso ocurriera, por ejemplo, en puente La Noria (lado provincia) o en puente Liniers (ídem), los bonaerenses deberían estar gratificados por el mensaje de integración, paz y concordia que se les estaría expresando. El problema se nos presenta cuando uno verifica que esos carteles también estaban en Coghlan, Recoleta o Soldati. ¿Quién es el bienvenido, entonces? ¿Aquel que nació y/o vive en Capital (y que es, por legítimo derecho, un legítimo habitante de la Ciudad de Buenos Aires) resulta, a la postre, "bienvenido" por Mauricio? ¿Quién, sino el dueño, puede ofrecer ese "wlecome"? Pero entonces, ¿quién es el "extranjero"? Podríamos responder: Martincho, el de la propaganda que tiene que aguantar a sus padres cordobeses instalados en Buenos Aires. Él es un "extranjero": no es porteño, pero vive en Buenos Aires. Sus padres, en la ficción publicitaria, vienen a visitarlo por un par de días, pero extienden su estadía al punto de que, terminan diciendo, se quedarán incluso si tuvieran que operar a su padre. Probablemente (es una posibilidad, pero la publicidad no se encarga de orientar o desambiguar la interpretación) deba hacerlo en un hospital público (si se dijera que lo harán en una clínica, se pierde en fuerza proselitista) Estos cordobeses, que según la publicidad se dedican al esparcimiento, al ocio improductivo, al consumo, y a la porteñización (aprenden tango con fruición puesto que, al parecer, en Córdoba no se consigue) dejarán sus morlacos y, eventualmente, serán hospitalizados en el sistema de salud (público) de la Ciudad. Pero claro: ellos son alegres y despreocupados. Los suburbanos, que todos los días concurren a Buenos Aires para desempeñar su trabajo (es decir, a producir) y a dejar sus pocas chirolas en almuerzos, gaseosas y panchos, son los que saturan los hospitales, los que atentan contra la salud del sistema público porteño. Los mismos que, cuando veían el cartelito de "Welcome" en Puente Alsina, tenían que darse cuenta de que no estaban invitados a la fiestita.
Excurso II: Si el país sólo crece por el viento de cola internacional; y si la Capital es parte del país; entonces la Capital crece por el viento de cola internacional. ¿Por qué esto no se publica ni se toma en consideración para el análisis?
Demócratas y Republicanos: Las elecciones del último domingo fueron, claro está, una excelente jornada para el Gerente General de Buenos Aires S. A. (atendida por sus propios dueños). Mientras el escrutinio estaba aún en proceso, la voz del proclamista militar y productor agrícola-ganadero Mariano Grondona pedía, entre risueño y triunfalista, que el segundo candidato se bajara del balotaje. ¿Para qué hacerle gastar a la Ciudad este dineral?, era el argumento central. Si los resultados hubiesen sido los inversos, ¿habría exigido lo mismo? ¿Es que acaso la institucionalidad, la democracia, la república, no se pueden dar el gusto de gastar unos mangos para materializarse en eso que vendría a ser su paroxismo, es decir, el voto? ¿Treinta millones de pesos en un presupuesto anual de seis mil millones de dólares provoca algún tipo de déficit? Es curioso: lo lógico sería, desde su óptica, vencer, hasta lo último y por el mayor margen posible, al títere de la yegua (la viudita, la —ella también— títere, la montonera, la argolluda, etc.: úsese aquí el demócrata y republicano mote que se desee) ¿Por qué facilitarle a Filmus, entonces, esa especie de "puente de plata" que implicaría la supuesta retirada honrosa en primera vuelta? Es cierto que es (casi) imposible revertir el resultado original, y que buena parte de los porteños, con su pensamiento tan especial, tan unitario, tan centralista, tan ombligo del mundo, tan europeísta, tan cosmopolita, tan —¡ay!— burgués, apoya y volverá a apoyar a Mauri, quien ya no baila a Gilda al compás de una silla de ruedas —¿dónde está Michetti?— pero sigue destilando ese glamour de nuevo rico que tan bien le sienta a la capital del país. ¿Por qué no humillar a Filmus, entonces, capitalizando esa victoria a diestra y siniestra (en este caso no se alude a los polos de una gradación: es una diestra siniestra), desde Carrió a Duhalde (como ya se hizo la misma noche del domingo, cuando ambos estaban tan felices por el más del 47% de los votos que habían obtenido (?)?
Excurso III: Algún día habrá que analizar, desde un punto de vista semiótico, la inclusión de sones nac&pop, dicharacheros, populosos y/o populistas, entre medio de los sanguchitos de ternerita rostizada, los globos de colores y las cuasi porristas de fútbol americano, que se presentan en la puesta en escena de los escenarios PRO. Cada vez que Mauricio, que hace rato es Macri, pone a Gilda, se me enreda un huevo entre la garganta y el corazón. No son genuinos y hasta resultan paródicos y, como práctica sociocultural, tienen mucho de aquello de "la Bailanta entró en Recoleta" que se pregonaba en los '90: una especie de indulgencia de patrona, que se pone a ver la novela con la pardita que trabaja cama adentro.
Ciudad de pobres corazones: Fue una constante en las elecciones distritales que se han ido desarrollando en este año que los oficialismos ganaran las elecciones. La actual situación económica, política, social, cultural, y hasta "espiritual" es, lejos, la mejor en lo que va de (pongo por caso) lo que tengo de vida. Al expoliado que comienza a ser reingresado a veces le resulta difícil comprender a partir de qué políticas jurisdiccionales surge ese bienestar y esa reintroducción de derechos; por eso los electorados suelen ser, digamos, conservadores: reeligen a aquellos/as que están. También hay voto clasista, obviamente. Desde este punto de vista, se puede entender el triunfo inter pares de Barrio Norte, pero también el resultado en Lugano. Sin embargo, con excepción de la Ciudad de Buenos Aires, en todas las demás provincias el voto ganador fue directamente correlacionado con el clientelismo, el chantaje y la falta de formación cívica de los pobres, al decir de varios Micky Vainillas (en última instancia, ¿por qué no se pueden hacer jugar en la Ciudad de Buenos Aires esas mismas categorías, pero dirigidas a Mauri?) Por esto creo que Pito Fáez se zarpó. Derrapó. Escribió, desde su (presunto) dolor, que la mitad de los porteños son (palabras más, palabras menos) una mierda. Comparto la apreciación, pero no por esta elección (que nos llevaría a plantear la calificación del voto en un pinogorilismo último modelo) : la historia del país, desde 1810 o antes, viene a confirmarlo. Hay otro 50% o 60% que compone eso que nos enorgullece: los científicos, los políticos, los artistas, los pensadores, los revolucionarios, los deportistas, los militantes de la política (que por definición no son PROhombres) y todos los etcéteras. Comparto, entonces, pero no le echo la culpa al voto: el termómetro no inventa la temperatura. Por eso se zarpó: por falta de tacto o de oportunidad, ya que es momento de captar al 50% que no eligió amarillo, y al 25% que no fue a sufragar. Pero, de ahí a desgañitarse por los dichos de Pito hay un trecho: no se desubicó menos que esos vituperios (anónimos y no tanto) que vierten diariamente a la cloaca de lo publicado, incluyendo (y sobre todo) internet, epítetos repulsivos y revulsivos para dirigirse o calificar a Cristina Fernández y/o a aquellos que forman parte de sus equipos de trabajo, y/o de sus equipos de militancia y/o de sus adherentes y partidarios: seguramente yo, por escribir esto, pasaré a ser un vil esbirro escriba pago KK. Pito Fáez jamás (hasta donde sé) se reivindicó peronista o kirchnerista, pero por comodidad y sagacidad fue rápidamente incluido en ese colectivo denostado, para denostarlo. Del lado de enfrente, claro está, los demócratas y republicanos nos inundan de argumentos y propuestas, jamás una desubicación, ni un ataque ad hominem que escandalizara a la mismísima Gorda Matosas...
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jueves, 7 de julio de 2011
Empleados públicos y ñoquis • El Estado como mediador y garante • La naturalización de la explotación
Leo en un foro:
De cada 100 empleados, 22 trabajan en el EstadoNo puedo sostener, por esta vez, mi decisión de no escribir o responder a los sofistas que solo saben rebatir diciendo KK, chorros, conchuda. Y le contesto:
Son en total 2,5 millones de personas. En Santa Cruz y La Rioja, la cifra asciende casi a la mitad de los trabajadores. El dato surge de una encuesta del Indec en todo el territorio nacional.
Según un estudio realizado por el INDEC, el 22,3% de los trabajadores son empleados estatales. El sondeo fue realizado a través de la Encuesta Anual de Hogares Urbanos del organismo, que relevó los datos demográficos y socioeconómicos en todo el país, y en cada provincia en particular.
Los datos, correspondientes al tercer trimestre de 2010, marcan que en provincias como Santa Cruz o La Rioja, la cifra asciende a 47% de los asalariados. En el otro extremo se ubica la Ciudad de Buenos Aires con el 16,9.
Que bien que estamos. A fin de cuenta laburamos para los vagos que viven de nuestros impuestos. Y sin incluir a los que viven de planes sociales, coimas y demas.
Gracias Kris!!
Me siento involucrado en este post: como docente en escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires y en universidades nacionales, soy parte de ese 22,3%. No creo ser un vago, ni creo que el esfuerzo de tu trabajo valga más o menos que el mío. Pero, te concedo que consideres a los docentes como una caterva de vagos que sólo trabaja cuatro horas al día.Lamentablemente, una pobre retahíla de KK, chorros, conchuda, es la única respuesta. Una vez más confirmo, con las geniales palabras del Indio, que ciertos fuegos no se encienden frotando dos palitos. Juro que no volveré a responder en un foro o en un diario. Por lo menos, hasta mi próxima indignación.
Sí puedo decir por qué fui y soy docente en escuelas y universidades públicas: porque entiendo que la educación es una tarea indelegable e innegociable del Estado, es decir, de la sociedad en tanto tal, y no de particulares con interés de lucro.
Sí te puedo decir por qué elijo laburar en las zonas geográfico-demográficas donde lo hago: porque creo que en tanto elegí esta profesión, el rol primordial de la educación (y por lo tanto, mi rol) está allí donde nosotros, como sociedad, aceptamos tirar con desparpajo la escoria, esa que después nos permite vociferar durante la cena, viendo el noticiero: los reventados, los expoliados, los excluidos a los que se les arrebataron las miguitas de la torta que otros mastican con fruición y gula.
También te puedo decir que siempre pensé que una sociedad que despotrica, por ejemplo, contra los docentes, es una sociedad suicida: ¿qué clase de "lógica" sostiene a la idea de que aquellos a quienes la sociedad les entrega lo más preciado, sus hijos (su futuro) tienen que ganar migajas y, encima, no quejarse? ¿Qué elegirías si te ofrecen que a tus hijos los eduque un cartonero o un egresado de Harvard? ¿Intentarías pagarle al segundo lo que acepta el primero? ¿Qué opinarías, entonces, si la "masa salarial" de los docentes públicos de, por ejemplo, la provincia de Buenos Aires superara, supongamos, el 10% del PBI de un presupuesto?
¿Es mucho el 22,3% de empleados estatales? ¿Cuál es la relación de empleados en relación con la población total? Volviendo a lo que conozco -y que, creeme, es bastante numeroso-: ¿suponés que un docente en una clase con cincuenta pibes -como política pública para reducir el porcentaje de empleados estatales- serviría de algo? ¿O una única escuela con capacidad para mil alumnos en una población con cinco mil personas habilitadas para estudiar? ¿No es lógico que habiéndose implementado el nivel secundario como obligatorio, se creen más escuelas y, por lo tanto, más cargos en el Estado?
Que en ciertas provincias el índice de empleados estatales se eleve (como política de empleo), ¿supone que eso está mal, y que no deberían estar empleados ni por el Estado ni por nadie? ¿Vivirían de oxígeno y agua de ríos? ¿Qué dirías cuando migraran masivamente a las grandes ciudades y allí, sin posibilidades de emplearse, comenzaran a robar, mendigar o limpiar vidrios? Lo mismo vale para los subsidios y planes: si la riqueza del país es una (el PBI) y vos (por competencias, habilidades, estudios acreditados, etc.) te llevás un salario que supera tres veces el promedio, ¿es lógico que los otros dos que se quedaron sin su parte cuando vos retirabas del cajero tu sueldo, se queden sin nada? ¿No tenés ningún tipo de responsabilidad? ¿Es "natural" que esos dos sean pobres porque es "natural" que hayas podido acceder a estudios y empleos calificados que se remuneran tres veces más? Si te llevás tres veces el sueldo promedio, ¿es "obvio" que el que se lleva $180 por hijo tenga que destapar tus cloacas o hacer cualquier otro tipo de "trabajo" porque vos, adinerado clasemediero, no lo querés hacer?
Realmente, disculpame, pero tu posteo me indignó.
Saludos
PD aclaratoria, por si la argumentación ad hominem viene por ese lado: de lo que cobro de bolsillo al mes, el 10% se queda en concepto de impuesto a las ganancias, impuesto a las transferencias bancarias, etc. Luego está el 21% que pago de IVA (me rompe las pelotas que se lo quede el comerciante que después se queja de la presión impositiva, así que siempre pido factura o comprobante), y todas las demás cargas de rigor.
PD final: ¿tomaste en cuenta, al publicar esto, que buena parte de los docentes de las sacrosantas escuelas privadas están bancados (subsidiados) por el Estado (son, en definitiva, empleados estatales), y se maximiza así la ganancia del representante legal? Siendo coherente con vos mismo: ¿aceptarías dejar de subsidiar esas instituciones tan prestigiosas para destinar esos fondos a la educación pública, sin importar a cuánto se fuera la cuota de dichos colegios y universidades?
Etiquetas de esta entrada: La polis
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