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sábado, 16 de julio de 2011
Nunca me gustó tu música; soy de aquellos pendejos que empezaron a escuchar y comprar música (casettes y LP) cuando vos eras algo mayorcito y llegabas de Rosario y promocionaban tu Giros por las radios, presumo que la Zeta-95 o similares. Esa contemporaneidad, años vista, no me solidariza: al contrario, me hace crítico, porque nada es más fácil que criticar a la generación propia (y a la generación pasada, por parricidio; y a la generación siguiente, por suficiencia) Todo lo que escriba en adelante, entonces, no es a FITO sino a fito, así, con la minúscula bien chiquita.
Escribí hace casi una semana mi reacción por cierta nota que publicaste. Allí dije que no te amonestaba por tus dichos, sino por la oportunidad. Hoy, no obstante, me siento obligado a ampliarme, aun so riesgo de entronizarte: cualquiera que escuche tus últimos discos sabrá bajarte de ese lugar, aunque —espero— sabrá entenderte.
El "asco" es una sensación vomitiva que todos, quien más quien menos, sentimos alguna vez: yo, vos, él y ella. Ella, por ejemplo, la embarazada: ¿cómo le puede asquear a una embarazada un exquisito plato de milanesa napolitana? Y sin embargo, ahí está: repugnada ante aquello que nosotros, la mayoría, degustamos con fruición. A mí me da asco (ASCO, ¿se entiende?) cualquier cosa que tenga hígado como ingrediente, incluyendo al distinguido pat de foi. ¿Me pueden acusar de algo por no deleitarme por el pate de foi? A vos te da asco esa porción del electorado que votó por cierto fulano. ¿Pueden acusarte a vos, que escribiste una nota personal, íntima, indignada, por no disfrutar de ese pate? Hay una frase, que repiten hasta el cansancio los adalides de la democracia, que dice algo así como (y no pienso perder el tiempo googleándola) que "no comparto tus ideas pero daría mi vida por que puedas expresarlas". ¿Por qué ahora no sólo no dan su vida sino que exigen que te inmoles?
Fito, a mí, no desde hoy, sino desde que me acuerdo, me asquea el pate de foi. Pero aprendí a decir "No, gracias", y seguir en la cena. Siempre preferí, por ejemplo, Villa Dorrego (en Catán), a Palermo Hollywood. Te entiendo. Y ellos también te entendieron, no te preocupes. Pero les servís así: los artistas —no niego que lo seas: apenas soy yo el que no te disfruta— suelen ser contradictorios, pero no por eso menos sinceros. Yo —y, presumo, vos— quiero discutir sobre proyectos, escuelas, hospitales. Ellos quieren tapar el sol con las manos y discutirte a vos, que hace mucho que no pegás un hit que llene cuentas bancarias en la Zeta-95 —o su sucedáneas, como la FM 100.
Escribí hace casi una semana mi reacción por cierta nota que publicaste. Allí dije que no te amonestaba por tus dichos, sino por la oportunidad. Hoy, no obstante, me siento obligado a ampliarme, aun so riesgo de entronizarte: cualquiera que escuche tus últimos discos sabrá bajarte de ese lugar, aunque —espero— sabrá entenderte.
El "asco" es una sensación vomitiva que todos, quien más quien menos, sentimos alguna vez: yo, vos, él y ella. Ella, por ejemplo, la embarazada: ¿cómo le puede asquear a una embarazada un exquisito plato de milanesa napolitana? Y sin embargo, ahí está: repugnada ante aquello que nosotros, la mayoría, degustamos con fruición. A mí me da asco (ASCO, ¿se entiende?) cualquier cosa que tenga hígado como ingrediente, incluyendo al distinguido pat de foi. ¿Me pueden acusar de algo por no deleitarme por el pate de foi? A vos te da asco esa porción del electorado que votó por cierto fulano. ¿Pueden acusarte a vos, que escribiste una nota personal, íntima, indignada, por no disfrutar de ese pate? Hay una frase, que repiten hasta el cansancio los adalides de la democracia, que dice algo así como (y no pienso perder el tiempo googleándola) que "no comparto tus ideas pero daría mi vida por que puedas expresarlas". ¿Por qué ahora no sólo no dan su vida sino que exigen que te inmoles?
Fito, a mí, no desde hoy, sino desde que me acuerdo, me asquea el pate de foi. Pero aprendí a decir "No, gracias", y seguir en la cena. Siempre preferí, por ejemplo, Villa Dorrego (en Catán), a Palermo Hollywood. Te entiendo. Y ellos también te entendieron, no te preocupes. Pero les servís así: los artistas —no niego que lo seas: apenas soy yo el que no te disfruta— suelen ser contradictorios, pero no por eso menos sinceros. Yo —y, presumo, vos— quiero discutir sobre proyectos, escuelas, hospitales. Ellos quieren tapar el sol con las manos y discutirte a vos, que hace mucho que no pegás un hit que llene cuentas bancarias en la Zeta-95 —o su sucedáneas, como la FM 100.
Etiquetas de esta entrada: La polis
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