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miércoles, 13 de julio de 2011

Macri y su viento en la cola

El triunfo de la gente como uno y el voto cautivo clientelar • Vos sos bienvenido a mi fiestita en mi casa • Los porteños son una mierda, Fito


Excurso I: Mis amigos radicales, sobre todos mis hermanos del alma cañuelenses, me tendrán que explicar largo y tendido cómo se pasa de la admiración a Alem e Yrigoyen hasta la admiración a Mauricio, que hace rato es Macri (Alfonsín Jr. dixit)

Vos sos bienvenido, Martincho: La publicidad de campaña en la ciudad de Buenos Aires no fue gran cosa. Sin embargo, los colores amarillos descollaron con dos genialidades (?): "Vos sos bienvenido" y "Martincho, el cordobés". La primera fue el eslogan básico de la campaña y el segundo un spot televisivo. En el primer caso, la enunciación misma emerge como problema: ¿quién es ese vos (masculino singular)? Surgido al fragor de la bajada del Gerente General de Buenos Aires S. A. (atendida por sus propios dueños) desde el ámbito nacional al jurisdiccional/municipal, podría pensarse que es Mauri el bienvenido. Pero en seguida surge el interrogante: ¿cómo puede ser bienvenido al terreno de la Ciudad alguien que la gobierna desde hace casi cuatro años? ¿Desde dónde la gobierna, entonces? (Algunos dirán que desde sus sempiternas vacaciones en el extranjero, pero eso es pura malicia). "Bienvenido" es, por definición, el santo y seña para alguien que no pertenece a ese terruño o se encontró ausente de él por largo tiempo: no sería lógico suponer que el Gerente General no ha gerenciado su empresa. Entonces, deberíamos pensar en otro destinatario. Como discurso publiciatario, se pudo pegotear por todos lados (y no sólo en el espacio geográfico de la Capital) y, así, se podría pensar como destinatario a cualquier transeúnte que se topara con él. Si eso ocurriera, por ejemplo, en puente La Noria (lado provincia) o en puente Liniers (ídem), los bonaerenses deberían estar gratificados por el mensaje de integración, paz y concordia que se les estaría expresando. El problema se nos presenta cuando uno verifica que esos carteles también estaban en Coghlan, Recoleta o Soldati. ¿Quién es el bienvenido, entonces? ¿Aquel que nació y/o vive en Capital (y que es, por legítimo derecho, un legítimo habitante de la Ciudad de Buenos Aires) resulta, a la postre, "bienvenido" por Mauricio? ¿Quién, sino el dueño, puede ofrecer ese "wlecome"? Pero entonces, ¿quién es el "extranjero"? Podríamos responder: Martincho, el de la propaganda que tiene que aguantar a sus padres cordobeses instalados en Buenos Aires. Él es un "extranjero": no es porteño, pero vive en Buenos Aires. Sus padres, en la ficción publicitaria, vienen a visitarlo por un par de días, pero extienden su estadía al punto de que, terminan diciendo, se quedarán incluso si tuvieran que operar a su padre. Probablemente (es una posibilidad, pero la publicidad no se encarga de orientar o desambiguar la interpretación) deba hacerlo en un hospital público (si se dijera que lo harán en una clínica, se pierde en fuerza proselitista) Estos cordobeses, que según la publicidad se dedican al esparcimiento, al ocio improductivo, al consumo, y a la porteñización (aprenden tango con fruición puesto que, al parecer, en Córdoba no se consigue) dejarán sus morlacos y, eventualmente, serán hospitalizados en el sistema de salud (público) de la Ciudad. Pero claro: ellos son alegres y despreocupados. Los suburbanos, que todos los días concurren a Buenos Aires para desempeñar su trabajo (es decir, a producir) y a dejar sus pocas chirolas en almuerzos, gaseosas y panchos, son los que saturan los hospitales, los que atentan contra la salud del sistema público porteño. Los mismos que, cuando veían el cartelito de "Welcome" en Puente Alsina, tenían que darse cuenta de que no estaban invitados a la fiestita.

Excurso II: Si el país sólo crece por el viento de cola internacional; y si la Capital es parte del país; entonces la Capital crece por el viento de cola internacional. ¿Por qué esto no se publica ni se toma en consideración para el análisis?

Demócratas y Republicanos: Las elecciones del último domingo fueron, claro está, una excelente jornada para el Gerente General de Buenos Aires S. A. (atendida por sus propios dueños). Mientras el escrutinio estaba aún en proceso, la voz del proclamista militar y productor agrícola-ganadero Mariano Grondona pedía, entre risueño y triunfalista, que el segundo candidato se bajara del balotaje. ¿Para qué hacerle gastar a la Ciudad este dineral?, era el argumento central. Si los resultados hubiesen sido los inversos, ¿habría exigido lo mismo? ¿Es que acaso la institucionalidad, la democracia, la república, no se pueden dar el gusto de gastar unos mangos para materializarse en eso que vendría a ser su paroxismo, es decir, el voto? ¿Treinta millones de pesos en un presupuesto anual de seis mil millones de dólares provoca algún tipo de déficit? Es curioso: lo lógico sería, desde su óptica, vencer, hasta lo último y por el mayor margen posible, al títere de la yegua (la viudita, la —ella también— títere, la montonera, la argolluda, etc.: úsese aquí el demócrata y republicano mote que se desee) ¿Por qué facilitarle a Filmus, entonces, esa especie de "puente de plata" que implicaría la supuesta retirada honrosa en primera vuelta? Es cierto que es (casi) imposible revertir el resultado original, y que buena parte de los porteños, con su pensamiento tan especial, tan unitario, tan centralista, tan ombligo del mundo, tan europeísta, tan cosmopolita, tan —¡ay!— burgués, apoya y volverá a apoyar a Mauri, quien ya no baila a Gilda al compás de una silla de ruedas —¿dónde está Michetti?— pero sigue destilando ese glamour de nuevo rico que tan bien le sienta a la capital del país. ¿Por qué no humillar a Filmus, entonces, capitalizando esa victoria a diestra y siniestra (en este caso no se alude a los polos de una gradación: es una diestra siniestra), desde Carrió a Duhalde (como ya se hizo la misma noche del domingo, cuando ambos estaban tan felices por el más del 47% de los votos que habían obtenido (?)?

Excurso III: Algún día habrá que analizar, desde un punto de vista semiótico, la inclusión de sones nac&pop, dicharacheros, populosos y/o populistas, entre medio de los sanguchitos de ternerita rostizada, los globos de colores y las cuasi porristas de fútbol americano, que se presentan en la puesta en escena de los escenarios PRO. Cada vez que Mauricio, que hace rato es Macri, pone a Gilda, se me enreda un huevo entre la garganta y el corazón. No son genuinos y hasta resultan paródicos y, como práctica sociocultural, tienen mucho de aquello de "la Bailanta entró en Recoleta" que se pregonaba en los '90: una especie de indulgencia de patrona, que se pone a ver la novela con la pardita que trabaja cama adentro.

Ciudad de pobres corazones: Fue una constante en las elecciones distritales que se han ido desarrollando en este año que los oficialismos ganaran las elecciones. La actual situación económica, política, social, cultural, y hasta "espiritual" es, lejos, la mejor en lo que va de (pongo por caso) lo que tengo de vida. Al expoliado que comienza a ser reingresado a veces le resulta difícil comprender a partir de qué políticas jurisdiccionales surge ese bienestar y esa reintroducción de derechos; por eso los electorados suelen ser, digamos, conservadores: reeligen a aquellos/as que están. También hay voto clasista, obviamente. Desde este punto de vista, se puede entender el triunfo inter pares de Barrio Norte, pero también el resultado en Lugano. Sin embargo, con excepción de la Ciudad de Buenos Aires, en todas las demás provincias el voto ganador fue directamente correlacionado con el clientelismo, el chantaje y la falta de formación cívica de los pobres, al decir de varios Micky Vainillas (en última instancia, ¿por qué no se pueden hacer jugar en la Ciudad de Buenos Aires esas mismas categorías, pero dirigidas a Mauri?) Por esto creo que Pito Fáez se zarpó. Derrapó. Escribió, desde su (presunto) dolor, que la mitad de los porteños son (palabras más, palabras menos) una mierda. Comparto la apreciación, pero no por esta elección (que nos llevaría a plantear la calificación del voto en un pinogorilismo último modelo) : la historia del país, desde 1810 o antes, viene a confirmarlo. Hay otro 50% o 60% que compone eso que nos enorgullece: los científicos, los políticos, los artistas, los pensadores, los revolucionarios, los deportistas, los militantes de la política (que por definición no son PROhombres) y todos los etcéteras. Comparto, entonces, pero no le echo la culpa al voto: el termómetro no inventa la temperatura. Por eso se zarpó: por falta de tacto o de oportunidad, ya que es momento de captar al 50% que no eligió amarillo, y al 25% que no fue a sufragar. Pero, de ahí a desgañitarse por los dichos de Pito hay un trecho: no se desubicó menos que esos vituperios (anónimos y no tanto) que vierten diariamente a la cloaca de lo publicado, incluyendo (y sobre todo) internet, epítetos repulsivos y revulsivos para dirigirse o calificar a Cristina Fernández y/o a aquellos que forman parte de sus equipos de trabajo, y/o de sus equipos de militancia y/o de sus adherentes y partidarios: seguramente yo, por escribir esto, pasaré a ser un vil esbirro escriba pago KK. Pito Fáez jamás (hasta donde sé) se reivindicó peronista o kirchnerista, pero por comodidad y sagacidad fue rápidamente incluido en ese colectivo denostado, para denostarlo. Del lado de enfrente, claro está, los demócratas y republicanos nos inundan de argumentos y propuestas, jamás una desubicación, ni un ataque ad hominem que escandalizara a la mismísima Gorda Matosas...

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