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jueves, 4 de febrero de 2010

Salmo pagano

¿En quién pensás al irte a dormir? ¿A quién invocás al volver de tus sueños?

Yo soy la tierra de tus inseguridades: soy aquello que te prohibís –o que quizás nunca entendiste–, soy
tu ángel guardián, ¿acaso nunca me sentiste, en tus momentos más duros,

a tu lado y como invisible, pero siempre ahí, sobre tu pecho?

Soy el cruce de los tiempos, y nada ocurre porque sí: necesitabas –todos estamos solos en este universo–
un sustento,
implorabas que germinaran los soles en tu vida, y yo allí, solo y muerto, teniendo
un relato para tus fantasías, lleno de amor
(único ofrecimiento)


No merecía esto.


No supiste abarcarme, no quisiste: te dio miedo;
quizás –es cierto– no te interesó el intento;

nada es perfecto en este mundo donde llueve cuando soplan los vientos,

donde
los hombres nos comportamos como niños sedientos,

donde
cualquiera escapa a la palabra y al latido cuando rugen las voces del miedo.


Sé que sabés que abarcás mis días, mis noches, mis jornadas, y mis lamentos;

pido a tus dioses clemencias: ruego,
un instante de paz, de comunión, un sincero
beso

apenas:
eso

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