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domingo, 22 de febrero de 2009
En este extraño mundo, nadie daría las llaves de su casa, sus números y claves bancarias, etc., al primer desconocido que se cruzara. Sin embargo, ofrece groseramente datos personales o íntimos de diversa índole a mil millones de potenciales visitantes de la net. ¿Quién creyó sinceramente en el verso de la utopía sin clases ni diferencias, armónica y solidaria, del mundo de la Web 2.0, con sus redes sociales, blogs y demases? Siempre algún vivo va a intentar llevarse lo que los demás, incautos, se creen, y ofrecen, basados en los simples y viejos ideologemas de que cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía y de que el primero te lo regalan, el segundo te lo venden (aunque también es cierto que a caballo regalado no se le miran los dientes: el sentido común y el saber popular entran en las mismas contradicciones que todo)
Claro que hay vivos y vivos, y algunos son extremadamente creativos -o chantas. No obstante, estos son más inofensivos y hasta simpáticos que otros, exponentes de una clase que busca enriquecerse como sea, y en el tiempo más rápido posible, con la complicidad de los nuevos fetiches de la época. Siendo uno de los zares de la comunicación masiva (Romay volvé, te perdonamos), De Narváez ha engalanado profusamente la ciudad y el conurbano con carteles, entre los cuales uno reza, rotundamente: "La seguridad se hace", eslogan que intertextualiza rápidamente con aquella afirmación que dice que cualquier cosa se hace, no se nace, y que por oposición reclama, además, en su paradigma, el término inseguridad. Así llegaríamos a una conclusión (parcial) implícita, que sostiene que la inseguridad (se) nace. En un signo ideológico maquiavélicamente simplificador, y nunca explicitado pero siempre material, podría concluirse entonces que negro chorro se nace, y que por eso la seguridad (que implicará algún tipo de acción contra esa inseguridad congénita) debe hacerse (a los palos, claro está).
La joven promesa del nuevo peronismo habrá de seducir señores/as bien, es cierto. No puede ser de otro modo, así como tampoco puede serlo el que el colombiano entre en alianza con los terratenientes de la oligarquía modelo XXI, representados por los no menos rápidamente ricos Macri, Solá y Reutemann. Paranoia o realidad, detrás de ellos se agita el fantasma del blanco Eduardo, hábil en esto de torcer la historia de todo un país para el platillo de la balanza que más le convenga (todos le reconocen habilidad con las balanzas de pesas, justamente) Toda esta gente, si pudiera, le compraría un auto usado a Berlusconi y/o a Williamson, el digno representante de Dios en la tierra. O los invitaría a su mesa (de almuerzo y de negociación).
Claro que hay vivos y vivos, y algunos son extremadamente creativos -o chantas. No obstante, estos son más inofensivos y hasta simpáticos que otros, exponentes de una clase que busca enriquecerse como sea, y en el tiempo más rápido posible, con la complicidad de los nuevos fetiches de la época. Siendo uno de los zares de la comunicación masiva (Romay volvé, te perdonamos), De Narváez ha engalanado profusamente la ciudad y el conurbano con carteles, entre los cuales uno reza, rotundamente: "La seguridad se hace", eslogan que intertextualiza rápidamente con aquella afirmación que dice que cualquier cosa se hace, no se nace, y que por oposición reclama, además, en su paradigma, el término inseguridad. Así llegaríamos a una conclusión (parcial) implícita, que sostiene que la inseguridad (se) nace. En un signo ideológico maquiavélicamente simplificador, y nunca explicitado pero siempre material, podría concluirse entonces que negro chorro se nace, y que por eso la seguridad (que implicará algún tipo de acción contra esa inseguridad congénita) debe hacerse (a los palos, claro está).
La joven promesa del nuevo peronismo habrá de seducir señores/as bien, es cierto. No puede ser de otro modo, así como tampoco puede serlo el que el colombiano entre en alianza con los terratenientes de la oligarquía modelo XXI, representados por los no menos rápidamente ricos Macri, Solá y Reutemann. Paranoia o realidad, detrás de ellos se agita el fantasma del blanco Eduardo, hábil en esto de torcer la historia de todo un país para el platillo de la balanza que más le convenga (todos le reconocen habilidad con las balanzas de pesas, justamente) Toda esta gente, si pudiera, le compraría un auto usado a Berlusconi y/o a Williamson, el digno representante de Dios en la tierra. O los invitaría a su mesa (de almuerzo y de negociación).
Etiquetas de esta entrada: Pastillero
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