Actualizaciones en lo que va del tiempo:
sábado, 30 de enero de 2010
Las lenguas,
las lenguas se enroscan y besan: develan.
Un hilo que queda
en tu cuello, tus dientes, tus labios,
te desnuda, como deshojándote;
caen de nuestros cuerpos las ropas,
mientras los dedos juegan
y hurgan, acarician, perdonan, alteran;
somos un vértigo de movimientos en los labios;
tu piel está brillante, entregada:
susurra al oído conjuros eléctricos; recorro
lentamente tus pechos: la noche es nuestro tiempo:
absorbo tus sabores en comunión con tu cuerpo
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Tormenta de viento y polvo en la ruta.
Te veo, te tengo; manejo corriendo para llegar a casa: tus ojos custodian;
se arremolinan las hojas y el polvo, es blanco el camino
y manejo a tientas, envuelto en los soplos de otros momentos.
Estás –no sabías– en el camino, cuando pongo quinta,
siempre estás –siempre–, estrellas sedientas ,
te veo: al costado, enfrente, a oscuras:
siempre estuviste, por suerte, amor mío;
la ruta es un páramo donde sopla la muerte
y yo llevo vida pues te llevo, vida.
Llegando al mundo,
(allí donde estamos, estuviéramos, estarías),
el viento enrolla papeles en la calle:
en casa tus ojos son lecho, fragor, fantasía.
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No lo creerías –ni yo lo creo–: te extraño;
extraño
tus bucles en mis dedos,
las palabras acerca del mundo,
las manos en tus muslos,
las noches con mosquitos entre flores y sombras,
tus miradas
descubriéndome,
y yo allí, nuevo y virgen en tu cuerpo
apenas dos noches
y a veces muriendo
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domingo, 24 de enero de 2010
I
En una no increíble mezcla,
me despierto pensando todavía en sueños viejos,
asuntos de hace exactos catorce años
—la adolescencia del hijo que no fue—;
me despierto pensando por qué ella, anoche, me habló,
qué interés, con qué iría a salirme en el momento justo en que la interrumpí
—un saludo cordial y como inocente:
ingenuo, sería el término preciso, si fuera el caso—;
me despierto pensando en Madrid, qué estaría haciendo
yo, ahora, allá, un domingo a la mañana,
y comprendo que di todo de mí, más de mi alcance,
y que me detuve justo: sacrificios de amor que uno ofrece en secreto
—incomprendido, es cierto,
aunque catorce años sirven para ver más claro,
y por eso, a veces, cada tanto...—
y me despierto pensando en que nuevamente me estoy escondiendo en los costados
para ver pasar la vida.
Y, a veces, los llamados.
II
La puerta de la antecámara nupcial se cerró, anoche, irremediable,
otras habrán de ser abiertas por esas u otras manos;
de los espasmos de hielo brotarán monedas de seda, indescifrables
como el destino sembrado de relatos que el dolor traerá en sus hojas invisibles;
y las monedas pagarán las nuevas deudas,
olvidarán los viejos hábitos,
pues en ello consiste la vida,
hacia allí siempre caminan los hambrientos
que ambicionan esos banquetes, torpes platos.
III
Desperté preguntándome desafiante si yo era un destino turístico para todo mi mundo.
Hay pasajeros y vuelos que nunca regresan,
y otros que van y vienen, cabotaje rutinario,
que dejan su sabor de eterno tránsito,
hombres de negocios que apenas saben las sumas y restas más elementales,
que van, que vienen, que se quedan, que regresan,
siempre —de uno u otro modo— comerciando:
aterrizan-compran-venden-ilusionan-vuelven;
de pequeños, alguien les enseñó los fundamentos del arte de la ambición,
de la culpa sin culpa, la arena de la superficie:
dejad que los niños vengan a mí, para enseñarles
a ser los futuros mercaderes de la vida farisea;
nunca sufrirán, y si lo hacen, será con ligeras lágrimas incontenibles
en un hombro alquilado, destino fácil donde abundan la compasión,
la palabra, el plato de sopa caliente y el souvenir,
en el lapso delimitado por los relojes del miedo
IV
Ya cuerpos ausentes, en la vigilia,
estoy cayéndome en pedazos desde mí mismo,
el viento forma pequeños remolinos en el piso con mi piel
y mis recuerdos
—ahora estás vos allá y yo acá, cada uno trazándose a su modo los momentos—;
hay un espejo en el fondo de esa pared, que me mira,
casi se ríe de, en silencio,
las ingenuas ilusiones que traje embolsadas y solté en este cuarto
donde el viento me empuja en remolinos
llevándose esas dos o tres noches donde quedarán las dudas,
las copas, las palabras, las miradas, las manos,
los silencios,
los cuerpos ofreciéndose en contorsiones y remilgos invisibles;
esa vez en el auto:
todavía me arrepiento de haber amurallado las defensas ante el cauce del río turbulento,
privilegiando tu sonrisa, resignando tu sexo,
como desdeñando el hambre del hombre,
siempre suponiendo.
En los autos nunca soplan los remolinos de los vientos.
V
Carpintero, haz un féretro pequeño,
de madera olorosa,
se nos ha muerto un sueño
Conrado Nalé Roxlo
Al despertar, noté que me faltabas;
estabas —es cierto— pero te desvanecías a medida que se cerraban los sueños
donde íbamos, simplemente, caminando, el horizonte a la derecha,
mojándonos los pies en la espuma, y hablando de nosotros:
que cuánto tiempo hacía,
que hasta cuándo duraría,
que por qué,
que cómo,
y sin embargo.
(Nunca pretendí más que eso que teníamos:
temerle al fin de la felicidad siempre me ha llevado
a beberme los instantes con la resignación del destierro)
No es fácil,
nunca es fácil sepultarse; hay
demasiado de vos que todavía desconozco, intuyo o espero; hay
demasiado de mí que no viviste.
O te dejaste olvidado.
Las perlas del dolor me engarzaron y te entregaron en silencio
mientras miraba cómo te iban arrullando anoche esas nuevas, desconocidas manos.
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viernes, 22 de enero de 2010
A un paso del olvido,
la nada se corporiza y huye
hacia otras camas,
allí te encuentran los sábados, las noches,
tus desconocidas miradas embobadas,
mi sorpresa, la indiferencia, tus intentos,
algo incipiente en tu enamorado rostro que nunca me perteneció,
y allí te dejo:
nada puedo reprocharte
(quizás debiera agradecerte)
mientras suenan muy fuertes la carcajadas
de estas otras mujeres.
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Moscas sobre un cuerpo carente de flores
y un caracol en cada cavidad de los ojos
y arena entre los dedos que reposan inertes
y pájaros que roen carroña entre las uñas
y la orgía del sol con las olas que custodian.
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jueves, 21 de enero de 2010
Con tu partida se fueron
las horas, los días claros,
las ilusiones profanas,
el mar la arena la selva,
mis temores y los tuyos,
nuestros ínfimos momentos de comunión
y los susurros,
ese hablarnos como a escondidas
ocultándonos de nosotros,
del mundo de sus duelos,
de las sombras donde vaga
tu nunca decidir,
tu eterno ser sin mí,
siendo
miércoles, 20 de enero de 2010
No existe lugar ameno
lejos de vos
pero estoy empezando a sanarme
(verte ahí, sin mí, con,
sin ser yo, ahí, con);
sólo estoy despertando
de un largo mal sueño
del que no puedo culparte:
un fracaso necesario, último intento,
mi desplegar bandadas en los errados vientos.
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Tu mente y tu cuerpo se convencen con silenciosa furia y se esconden por momentos y luego reaparecen,
y a veces se delatan pero otras se ponen rojos como la llama de un fuego muy antiguo que se alimentara del terror o la impotencia,
y es entonces cuando callan y yo grito, o quisiera gritar, pero se me quedan en la garganta las palabras,
porque siempre preferí dejarte entre cercos e inocencia, y contemplarte
desde mis márgenes:
fantasearte,
hasta que te aplaques.
Ahora es cuando me desprendo de mi cuerpo y danzo.
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martes, 19 de enero de 2010
Sé que lograré escapar de vos
pero no de mí,
y eso asusta más que tus silencios:
más que mis contradicciones
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martes, 12 de enero de 2010
Mi cuerpo en floración de deseos:
tus brazos,
tus ojos,
tu cuello,
tu nariz,
tu frente,
tus pechos,
tus piernas donde hundir las tinieblas de mis dedos,
tu nuca,
tus labios,
tus secretos,
y el río indómito que nos lleva del mar a la lluvia
por momentos.
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sábado, 9 de enero de 2010
Cual ironía
la respuesta sin pregunta se repite
bajo la forma de una obviedad
que nunca termina de entenderse
Si los pasos e ingredientes del conjuro fueron parte de un mismo y repetido juego
¿qué otros finales podrían esperarles a las mariposas desteñidas en el tiempo?
Caen como bombas los recuerdos que estallan el presente
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jueves, 7 de enero de 2010
Dormir abrazado a vos
a una versión de vos que me tolere
abrazado al aroma de tu piel
fundamentalmente,
demasiadas primeras veces
en una misma y larga noche
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He recorrido
millares de kilómetros,
he andado
miles de cuerpos
buscándote;
hace dos horas
rasgué mis pantalones
en la nada;
y tus ojos
que no estaban:
algo me falta,
algo sin vos dejó de ser vida
algo sin vos
es también mi esperanza
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domingo, 3 de enero de 2010
Creeme: yo
me voy, te dejo;
no porque no te ame sino, ay,
porque te siento demasiado en mi cuerpo.
Y es inútil pelear contra los fantasmas,
es inútil pelear contra tu mente,
cuando uno siente que murió por dentro.
Vivirás con la sombra de mi mundo, como yo
te llevaré por siempre; seré
eso que nunca comprenderías: seré
confusión en tus ideas. Y un muerto.
El primer muerto entre tus dedos.
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Me voy, me llevo
yo la alegría de los tiempos;
nunca sabrás qué sentiste: mas sentirás miedo,
dolor, compasión, tremendo
imaginarte y no aceptar: remedio
fuerte ante tu frágil cuerpo;
nadie te ha amado como yo, nadie ha puesto
su vida en peligro al volver manejando con el viento,
nadie te dejó
en la puerta de tu casa y acunó al viento
para que durmieras; nadie, nunca, te amó
contra todos y contra mí mismo: soy tu sombra;
seré tu eterno error y culpa, sin remedio,
porque lo supiste o intuiste.
Porque si muero
esta noche, esta noche en que me siento lleno,
serás culpable de mi amor, y mi destierro.
Pero nada te debo
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Qué equivocado, vida, qué equivocado
estuve estos meses,
busqué amor en tu rostro y , ay,
siempre estaba lejos,
distante como una isla
donde nunca me esperaban; tu cara
no quería decírmelo y yo, triste viejo
se dejaba engañar:
te compadezco;
espero no volver a vos, como no se vuelve
al cuco, al miedo infantil, al tiempo;
deseo hacerte fácil la tarea, quiero
que nunca me hables, quiero
terminar aquí
lo que nunca cantamos, eso
que no podías decirme: el te amo,
todo lo que esperaba de mí en tu cuerpo,
todo,
quiero abolir en este momento.
Serás una sombra de mis miedos, serás
lo que nunca fue:
sólo eso.
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