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martes, 8 de julio de 2008

El Indio Solari presentó Porco Rex en Tandil, el sábado pasado • Una noche como hacía tiempo no había, en el hipódromo local • Un corresponsal de tu blog favorito estuvo allí y envía esta crónica


Llegamos a la ciudad sitiada más o menos a las cinco de la tarde, y ya había clima de misa. Los micros y las combis serpenteaban a los costados de la Ruta 226, en doble fila de comulgantes esperando extasiados el momento de la consustanciación. Por la ciudad no había auto, camioneta o moto en que no sonara estridentemente la previa del recital. Bandas y trapos deambulaban hacia la ruta (antesala del Hipódromo de Tandil) coreando consignas y destilando los tradicionales humos y vahos, en un recuperado o renovado clima de confraternidad.

Los campings estaban atestados excepto el municipal que, inexplicablemente, no abrió al público. En nuestro caso paramos en el de Sociedad Española, un lote grande con algún que otro arbolito desperdigado por allí, un lugar pensado en chiquito que no pudo resistir el gentío: ya a las 18 el encargado renunció a seguir cobrando estadías, porque no daba a basto, justo al mismo tiempo en que la proveeduría que él mismo atendía se quedaba sin cervezas. Improvisadas fogatas comenzaron a coronar cada carpa, cada grupo, cada cántico, ni bien oscureció y, dioses y musas mediante, el cielo comenzó a abrir las nubes para dejar ver justo arriba de las cabezas una medialuna finita y brillante cercada por la Cruz del Sur. La noche comenzaba a prometer, y a pagar sus promesas.

El ingreso al show fue ordenado, corto, sencillo: "con las entradas en la mano" se conformaba con que mostraras algo, sin importar qué. Quizás hubiera sido necesario un mínimo cacheo, habida cuenta de aquel Ríver y el estúpido que anduvo punteando gente. Pero ese razonamiento alieando y previo se rindió con el transcurso de los hechos, y alimentó la teoría conspirativa de Guido: lo de Ríver, no hay caso, fue una mano negra, fue Grinbank que no se bancó que una banda metiera un Monumental sin que él arañara algo...

Arrancó a las 21.30, apenas media hora después de lo previsto, y así:



Del show, no se puede decir nada que, sin parecer exagerado, se ajuste a su calidad. Fue demasiado bueno, demasiado bien pensado, demasiado lo mejor de los últimos 15 ó 20 años, en cualquiera de los rubros que se consideren: sonido, iluminación, efectos. El Indio estuvo poco comunicativo pero suelto, contento, movedizo: feliz. La banda, aceitada, compacta, impecable. Capítulo aparte para la primera viola: unos solos acojonados (hay que mandarse a improvisar en los surcos que sembró Skay...) que erizaban el pulso rockero en la sangre hasta el éxtasis colectivo. Igualmente, Baltasar Comotto se mandó a exprimir las cuerdas, más que nada, en los temas solistas del Indio, e intentó ser más fiel en los de cepa ricotera. Que lo haya intentado no significa que lo haya logrado, y le puso sello propio y del bueno a aquello que ya era suficientemente bueno.

El público, lo más tranquilo que se vio en las masas y los estadios de los últimos tiempos: no hubo nada que opacara la noche, ni siquiera un incidente menor que abriera blancos alarmantes entre las multitudes. Volvieron las bengalas a engalanar Juguetes perdidos, a cielo abierto como corresponde, en tierra ricotera como Dios manda.

El repertorio incluyó todo Porco Rex (menos Veneno paciente), parte de El tesoro de los inocentes (Nike es la cultura, Pabellón Séptimo, etc.) y una buena dosis de temas de los Redondos que hacía mucho tiempo (o mucho, mucho tiempo) que no tocaba (Rock para el Negro Atila, El infierno está encantador esta noche, Mariposa Pontiac & Rock del país, La hija del fletero, Un poco de amor francés, etc.) Si querés, mirá una de las perlitas del show:



El cierre fue, dos horas después, y como no podía ser de otro modo, con Jijiji:



(Por problemas pogotécnicos, no pudimos registrar completo este tema, y eso que nos fuimos con los equipos de filmación al medio del campo...)

Como las últimas (enigmáticas) palabras del Indio fueron el que abandona no tiene premio, este corresponsal recordó un cierre de bises, allá lejos y hace tiempo (quizás en Rácing, quizás en Huracán, quizás antes incluso) cuando una parte de la multitud se estaba yendo y, frutillas de esos postres, la banda salió al ratazo nuevamente al escenario para tocar el definitivo último tema, y por esta razón me quedé esperando, pacientemente. Pero como de esos polvos, futuros lodos, y la historia es la historia, y el presente, por suerte, bien presente., aquello nunca sucedió. La desconcentración fue medio caótica (medio del todo), quizás porque no esperaban tanta, tantísima gente (dicen que entre 60.000 y 70.000 personas) El hipódromo da a callejuelas de barrio, ninguna gran avenida, y el maremoto de gente (que entró por tandas) salió, obviamente, todo de golpe por esos caminitos preparados para la tranquila vida de pueblo: los mayores empujones, apretujones, sofocones y todos los "ones" seguramente ocurrieron allí.

Pero el irse no fue lo importante porque, como todos ya sabemos, el que abandona no tiene premio y nos vemos
el 27 de septiembre en San Luis. ¿Habrá algún Buenos Aires o algún Montevideo a fin de año?

1 comentario :

  1. Che te olvidaste de decir divina tv fhurer.. alto tema..
    Creo que fué el que me dió las fuerzas para seguir en ese incalculable derrochar de energia..
    Gracias por acompañarnos loco esperoq ue vallamos a san luis (sin el pointer)..
    jaja
    deivid..

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