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jueves, 28 de agosto de 2008
Recibí el texto que transcribo de un correo en una lista de opinión docente, cuyo remitente es este fulano • Como no es la primera vez que se propone "pensar formas creativas de lucha docente" y esta pareciera ser la bucólica manera, me pareció interesante analizarlo unos instantes
(Aclaración imprescindible: -Alcoyana, Alcoyana- está hablando de la ESB Nº 25 de Tandil, no de la ESB Nº 25 de La Matanza, cuac)
Docentes de la Escuela Secundaria Básica 25 pintaron el edificio durante la jornada de paro
25.08- También trabajan los fines de semana para reacondicionar el establecimiento. Utilizan dinero de su bolsillo para comprar parte de los elementos con los que llevan a cabo la tarea. “Sirve para motivar a nuestros alumnos”, consideró la directora, Patricia Rivera.
Un grupo de docentes de la Escuela Secundaria Básica 25, que funciona en el turno mañana en el edificio de Rivadavia y Vélez Sársfield, realizaron trabajos de pintura durante la jornada de paro del último jueves.
Las maestras, encabezadas por la directora del establecimiento, Patricia Rivera, llevan a cabo la iniciativa durante los sábados y domingos, a lo que ahora le sumaron los días en los que no dictan clases en reclamo por una recomposición salarial.
“Venimos los fines de semana, las profesoras de matemática de 7mo. y 8vo. y las dos preceptoras. Queremos cambiarle un poco la imagen a la escuela. Consideramos que cuanto más lindo está el edificio, más ganas dan de venir”, manifestó Rivera.
“También sirve para motivar a nuestros alumnos, para que vengan a la escuela y sientan que es un lugar acogedor”, agregó.
La acción de las docentes es por demás loable, puesto que sacan de su bolsillo el dinero para comprar parte de los materiales con los que están reacondicionando el edificio.
“Los pinceles y la lija los ponemos nosotros; la pintura la donó Pinturería Sarmiento; y el látex, el señor Julio Elichiribehety”, contó la directora ante la consulta periodística.
Por los alumnos
Infinidad de opiniones sostienen que la educación argentina está en crisis, ya sea por el salario de los maestros, la infraestructura de los establecimientos, el nivel de enseñanza docente o la educación que a la postre demuestran los alumnos.
La iniciativa de este grupo de mujeres es un gran ejemplo para empezar a cambiar la situación desde lo micro. Así lo define Rivera: “Esta es una forma de empezar a querer a nuestra escuela, más allá de todos los problemas salariales que tenemos, porque nosotras hicimos paro. Dejamos de lado nuestras cosas personales para ocuparnos un poco de la escuela, que es donde pasamos la mayor cantidad de horas”, reflexionó.
Pero sobre todo, la acción tiene como destinatarios a los alumnos, con el fin de elevar la calidad de enseñanza y, por consiguiente, su formación, argumento de toda la estructura educativa.
“Los chicos valoran mucho esto que estamos haciendo”, comentó Rivera, y recordó que el año pasado, acompañados por profesores, pintaron un aula externa, acto que también rebate a aquellos que observan desinterés del alumnado en la educación.
De los maestros y los paros
La directora destacó la “muy buena voluntad” que tienen todas las docentes que colaboran con la iniciativa de pintar la escuela, lo que explica que lo hagan durante los fines de semana, que es su tiempo de descanso, y más aún en las jornadas de paro, puesto que al mismo tiempo que reclaman un salario más justo contribuyen con la estructura educativa pintando la escuela y utilizando dinero de su propio bolsillo.
La jornada de protesta también fue uno de los temas de diálogo en la visita que este Diario hizo al establecimiento, ya que un sector de la sociedad se manifiesta en contra del reclamo con argumentos que Rivera rebatió.
“Los que piensan que tenemos tres meses de vacaciones, están equivocados. El 30 de diciembre recién terminamos con toda la documentación, el 1 de febrero ya estamos en disponibilidad y el 7 empezamos con las mesas de exámenes”, detalló la directora.
“Y a los que dicen que sólo trabajamos cuatro horas, les digo que eso también es mentira. Nuestra labor no es ir a la escuela y dar las clases. Hay que prepararlas y repasar todos los temas”, acotó.
Pintura, se busca
Las docentes comenzaron las tareas en la preceptoría, que es donde reciben a los padres y por eso quieren “que esté presentable”.
Tienen la intención de seguir, “aunque sea con el salón de actos, que está muy feo y es lo primero que se ve”, contaron, por eso necesitan pintura para interior de cualquier color, pinceles y rodillos. “Si nos ofrecen un pintor, también aceptamos”, bromearon.
En el final, aprovecharon la oportunidad para agradecerle a la Universidad Barrial, que les donó tres computadoras; a Jorge San Miguel, que donó un televisor y un DVD, porque no tenían equipamiento para dar clases con soporte audiovisual; y en conjunto a San Miguel y Néstor Auza, que donaron la Bandera de ceremonia, luego de un año que no contaran con el pabellón nacional para los actos patrios.Lo sacaron de acá
¿Qué es un paro?
Ya conversamos en otras ocasiones al respecto, así que no abundaré. Sólo voy a recalcar que los paros de cualquier naturaleza se dan cuando el asalariado considera vulnerados sus derechos laborales, y por lo tanto realiza acciones de presión sobre el empleador, que afecten directamente sus fines, es decir, su producción (en última instancia, su capital) Llegado el caso, la autoridad de aplicación (por ejemplo, un Ministerio de Trabajo, o la Justicia) dirimirá si se trata de un reclamo legal o ilegal, etc.
En el rubro de la educación pública, la cosa es algo distinta. Básicamente, porque no se trata de una "empresa" y, por lo tanto, no hay "producción" (en el sentido de manufactura) que se afecte. No obstante, podríamos pensar con Bourdieu en categorías como capital simbólico y, desde esta perspectiva, producción del conocimiento. Si este fuera el caso (aunque es medio peligroso, creo, desde una visión materialista plantear conceptos parecidos a esto de escuela como fábrica productora de capital simbólico, por las tergiversaciones a que seguramente daría lugar, para llegar al mismo sitio eficientista-economicista en que ahora se está), un paro docente estaría afectando la producción de conocimientos que previó el empleador (el Estado). Sin embargo, cualquier persona está en condiciones de entender que la producción simbólica excede ampliamente el aula y que la medida de fuerza es en sí misma (o debería ser) un contraconocimiento, es decir, un conocimiento crítico en relación con el statu quo.
¿Qué es un paro "a la japonesa"?
Se suele llamar de este modo a la medida de protesta que consiste en sobreproducir las manufacturas o productos, de modo tal que, al aumentar la cantidad de mercancías, por la ley de la oferta y la demanda, se estaría obligando a que sus precios cayeran en el mercado en que circulan. Una (ingenua, creo yo) medida bien capitalista en sintonía con el capitalismo nipón, que no sé cómo resolverá cuestiones tales como el acopio, el desabastecimiento, etc. Pero que si funciona allá, no permite suponer que acá andaría igual de bien. Nuestros bienintencionados empresarios nacionales suelen conocer vericuetos creativos tales como arrojar al Río Negro toda la producción de manzanas (ni hablar de la leche que hace un tiempo vimos derramarse en los caminos), o decretar luego suspensiones masivas de turnos y/o empleados por sobreabundancia de stock.
Amén de lo anterior, una saturación de mercancías en el ámbito de la educación sería, mutatis mutandi, más producción de conocimiento: más estudio, más aprendizajes. Esto, paradójicamente, para devaluar el precio de esas "mercancías" en el mercado del conocimiento. O dicho de otro modo: para hacer más funcionales esos conocimientos y esos aprendizajes (a esos alumnos/as), más inservibles, portadores de capital simbólico cuyo precio de mercado es menor al que hubiera habido sin el paro "a la japonesa"
Algo de eso hay en lo que hicieron (bienintencionadamente, creo) en esa escuela tandilense. El Estado está completamente replegado en el conurbano y en el interior. Las escuelas son autogestiones de las Asociaciones Cooperadoras, cuando existen y pueden, y/o directamente de los mismos docentes. El Estado provincial, con suerte, sostiene cupos de comedor miserables, porque con la comida no se jode (se incendia la provincia) y porque permite más de un "alto curro" en los Consejos Escolares, donde una maraña de funcionarios, proveedores, facturas y guita negra se consustancian mejor que en la comulgación católica. Es entendible que un grupo de docentes considere que las jornadas de protesta pueden facilitar el trabajo en equipo, la solidaridad, el sostenimiento de la educación pública, etc. Y que de ese modo logren realizar las mínimas tareas de mantenimiento que el Estado no brinda: pintura, mobiliario, insumos. Un buen vecino dona un DVD, otro buen vecino una Pentium II, y hasta a mí me dan ganas de llevarles un Segelín para que cuenten con lo último de la tecnología.
Y esto no cambió en nada la relación del Estado con la educación pública. Es más, es un perfecto paro "a la japonesa" en tanto devalúa (desvirtúa) los valores que intentó propender, y que quedan obturados por la ausencia del Estado como garante y responsable inalienable del derecho a la educación. ¿De qué modo se logra poner en emergencia y en crisis este no-rol del Estado? ¿De qué modo se puede producir conocimiento crítico, sin terminar cristalizando el statu quo? Estoy casi convencido de que no sería con un paro "a la japonesa". Habría que inventar el paro "a la bonaerense"
Ya conversamos en otras ocasiones al respecto, así que no abundaré. Sólo voy a recalcar que los paros de cualquier naturaleza se dan cuando el asalariado considera vulnerados sus derechos laborales, y por lo tanto realiza acciones de presión sobre el empleador, que afecten directamente sus fines, es decir, su producción (en última instancia, su capital) Llegado el caso, la autoridad de aplicación (por ejemplo, un Ministerio de Trabajo, o la Justicia) dirimirá si se trata de un reclamo legal o ilegal, etc.
En el rubro de la educación pública, la cosa es algo distinta. Básicamente, porque no se trata de una "empresa" y, por lo tanto, no hay "producción" (en el sentido de manufactura) que se afecte. No obstante, podríamos pensar con Bourdieu en categorías como capital simbólico y, desde esta perspectiva, producción del conocimiento. Si este fuera el caso (aunque es medio peligroso, creo, desde una visión materialista plantear conceptos parecidos a esto de escuela como fábrica productora de capital simbólico, por las tergiversaciones a que seguramente daría lugar, para llegar al mismo sitio eficientista-economicista en que ahora se está), un paro docente estaría afectando la producción de conocimientos que previó el empleador (el Estado). Sin embargo, cualquier persona está en condiciones de entender que la producción simbólica excede ampliamente el aula y que la medida de fuerza es en sí misma (o debería ser) un contraconocimiento, es decir, un conocimiento crítico en relación con el statu quo.
¿Qué es un paro "a la japonesa"?
Se suele llamar de este modo a la medida de protesta que consiste en sobreproducir las manufacturas o productos, de modo tal que, al aumentar la cantidad de mercancías, por la ley de la oferta y la demanda, se estaría obligando a que sus precios cayeran en el mercado en que circulan. Una (ingenua, creo yo) medida bien capitalista en sintonía con el capitalismo nipón, que no sé cómo resolverá cuestiones tales como el acopio, el desabastecimiento, etc. Pero que si funciona allá, no permite suponer que acá andaría igual de bien. Nuestros bienintencionados empresarios nacionales suelen conocer vericuetos creativos tales como arrojar al Río Negro toda la producción de manzanas (ni hablar de la leche que hace un tiempo vimos derramarse en los caminos), o decretar luego suspensiones masivas de turnos y/o empleados por sobreabundancia de stock.
Amén de lo anterior, una saturación de mercancías en el ámbito de la educación sería, mutatis mutandi, más producción de conocimiento: más estudio, más aprendizajes. Esto, paradójicamente, para devaluar el precio de esas "mercancías" en el mercado del conocimiento. O dicho de otro modo: para hacer más funcionales esos conocimientos y esos aprendizajes (a esos alumnos/as), más inservibles, portadores de capital simbólico cuyo precio de mercado es menor al que hubiera habido sin el paro "a la japonesa"
Algo de eso hay en lo que hicieron (bienintencionadamente, creo) en esa escuela tandilense. El Estado está completamente replegado en el conurbano y en el interior. Las escuelas son autogestiones de las Asociaciones Cooperadoras, cuando existen y pueden, y/o directamente de los mismos docentes. El Estado provincial, con suerte, sostiene cupos de comedor miserables, porque con la comida no se jode (se incendia la provincia) y porque permite más de un "alto curro" en los Consejos Escolares, donde una maraña de funcionarios, proveedores, facturas y guita negra se consustancian mejor que en la comulgación católica. Es entendible que un grupo de docentes considere que las jornadas de protesta pueden facilitar el trabajo en equipo, la solidaridad, el sostenimiento de la educación pública, etc. Y que de ese modo logren realizar las mínimas tareas de mantenimiento que el Estado no brinda: pintura, mobiliario, insumos. Un buen vecino dona un DVD, otro buen vecino una Pentium II, y hasta a mí me dan ganas de llevarles un Segelín para que cuenten con lo último de la tecnología.
Y esto no cambió en nada la relación del Estado con la educación pública. Es más, es un perfecto paro "a la japonesa" en tanto devalúa (desvirtúa) los valores que intentó propender, y que quedan obturados por la ausencia del Estado como garante y responsable inalienable del derecho a la educación. ¿De qué modo se logra poner en emergencia y en crisis este no-rol del Estado? ¿De qué modo se puede producir conocimiento crítico, sin terminar cristalizando el statu quo? Estoy casi convencido de que no sería con un paro "a la japonesa". Habría que inventar el paro "a la bonaerense"
Etiquetas de esta entrada: Educación
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Esta es la idea de paro que les gusta resaltar a todos los medios, porque es el ejemplo que oponen a las tomas, a los paros, a las movilizaciones, etc., o sea, a la organización independiente del Estado y a los métodos propios de los trabajadores. Recuerdo como a La Nación le encanta escribir notas sobres los piqueteros que pasaron de cortar rutas a cortar telas.
ResponderEliminarIncluso he llegado a leer por ahí que los docentes no deberían cobrar porque, claro, cómo pueden ir de la mano educación y dinero. Y si es así, no deberían quejarse por el salario.
Yo estoy cursando Argentina III y hubo problemas con el sueldo del titular de la cátedra, básicamente no le querían pagar. Y como argumento para justificar el no-pago, usaron una carta que andaba circulando por Filo, de la Cátedra de Eduardo Glavich de Epistemología. Resalto lo más importante de esa carta:
"Si hubiera que cobrar por este trabajo, cobraríamos todos: vos y nosotros. Pero el eje de la apuesta de esta
experiencia es que todos participemos como iguales de la producción de conocimiento. Es por esto que el colectivo de
trabajo, luego de largas discusiones, decidió que ninguno cobrara por este trabajo conjunto (eso seria que algunos se
apropien de lo que producimos todos). En el caso del docente titular, Eduardo Glavich, que firma para cubrir la
formalidad, renunció a los antecedentes que esta experiencia podía darle. Pero no por esto nos deja de parecer justo que
los docentes cobren, de hecho apoyamos sus reivindicaciones. Pero insistimos en que queremos ensayar una alteración
de las condiciones tradicionales de cursada y te invitamos a compartir con nosotros esta experiencia."
Claro que no le dimos bola a Glavich, el alumnado coincidio en que el profesor no siga dando clases hasta que no le paguen (es decir, suspender la cátedra), y misteriosamente, parece que ahora cambiaron de idea y van a darle el sueldo que le corresponde.
Saludos Esteban.