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domingo, 30 de noviembre de 2008

Trulalá, capital del mundo

Reeditaron en DVD los capítulos televisivos de Las aventuras de Hijitus • El lunes 24 de noviembre salieron a las venta los primeros 5 discos, con bonus • Junto con los 5 que restan, se completarán los 52 episodios que García Ferré produjo • El acontencimiento (cuyos DVD's ya compré el miércoles y vi todos) como excusa para el recuerdo


No me acuerdo en qué convalescencia infantil, el hijo de un amigo de mi viejo me prestó unas revistas de Las Aventuras de Hijitus para que leyera mientras durara el reposo; entre otras, figuraba Un baño de inteligencia o los supersabios (es una lástima: cuando era chico me sabía de memoria el número de cada revista, el mes y año de publicación; creo que ésta era la sesenta y algo y "Trulalá, capital del mundo", la setenta y pico, pero la verdad no estoy seguro, y las revistas que me quedan -entre ellas, estas- están guardadas en un arcón de madera pesado e incómodo, en una especie de mini-altillo sin acceso propio, así que no iré a corroborar) A partir de ahí, me hice fanático de la revista, o mejor dicho, recuperé mi fanatismo, porque recuerdo que de chiquito, muy chiquito, tres años o cuatro, veía en la tele El Club de Hijitus, y mis viejos me compraban esa misma revista (que luego realmente leería) para que -qué barato me divertía- recortara, mezclara y volviera a ordenar las viñetas (también recuerdo otro "juego" antes de los 5 años, que consistía en desparramar por el suelo todos los talones de facturas, pedidos, remitos, etc., formularios de oficina que mi viejo tenía en su portafolios, y jugar a que era oficinista, ejecutivo, o andá a saber qué)

A eso de los 8 ó 10 años, entonces, empecé a comprar (coleccionar, diríamos) los números viejos, y los poquitos nuevos que salieron: comencé cuando ya se terminaba, lo cual le daba a la cuestión cierto aire de misterio, de investigación, de esfuerzo (no era la simple y rutinaria tarea de ir al puesto de diarios y listo). Empecé a meterme en cuanta casa de canje de revistas hubiera (de chico era bastante independiente: me dejaban andar solo por la calle, iba sin nadie a la escuela -creo que ya conté que vivíamos en Ramos e iba a un Colegio en Devoto, en bondi; lo que nunca narré fue algo que volví a recordar hace unos días, y que ahora -cómo me gusta desviar los relatos con estos fluires de la conciencia- resumo: volví a tomar este jueves el 172, por Barrio Marina, como cuando iba y venía, de niño; yo bajaba tres paradas antes de Camino de Cintura -esta última y adulta vez, tenía que bajar en Camino de Cintura-; en mi fantasioso mundo infantil, sentarse en el primer asiento de las filas era ser el "jefe" de la hilera completa, por lo que si no enganchaba ese asiento, me gustaba el del guardabarros, el de a uno; cierta vez, me pude sentar en el primero de la de asientos individuales, que contaba con la desventaja de tener que ser cedido -era una regla tácita, todavía no había sido necesario tener que inventar el cartel: muchas reglas de usos y buenas costumbres se normativizan cuando desaparecen, como un desesperado intento de que sobrevivan coercitivamente-; subió una señora, una "vieja" -a los 10 años, todos son "viejos"- y no quise darle el asiento: era el jefe de la fila, y no deseaba dejar de serlo -había una especie de combate silencioso, que implicaba esperar conseguir un asiento contra los demás que iban parados; luego, esperar que se liberara alguno de esos, y que nadie lo ocupara antes-; entonces, me "hice el dormido", es decir, me acurruqué contra el vidrio, cerré los ojos y adopté el gesto plácido y relajado de quien está, verdaderamente, dormido; no tuve en cuenta que madrugaba mucho para ir a la escuela -me acuerdo que mi viejo escuchaba a Magdalena en Continental, que desde siempre desarrolló su "línea editorial" llena de profusas argumentaciones al estilo de "esto es terrible", "esto no me gusta", a las 6 de la mañana-. Otro desvío: ¡qué terrible fue cuando Manrique le dijo "hijo de puta" a no me acuerdo quién en el programa de la aristocrática Magda, allá por el '82, '83!; fue un verdadero revuelo, un asombro pasmoso. Ja, niña de pecho esa puteada bien puesta en esa discusión, a la luz de los hechos posteriores- y me quedé dormido: mi actuación cedió paso a la realidad. Un flash, un toque, pero me quedé dormido y me pasé -creo que esto lo hice más o menos en Alvarado y Brandsen, es decir, unas diez o quince paradas antes de la mía-. Me desperté en Camino de Cintura, entre Miguel Cané -la calle donde yo debía bajarme- y Venezuela -la calle donde el 172 deja Ruta 4 y se dirige, barrios adentro, a Atalaya. O sea que estaba a unas 10 cuadras de mi casa, pero en la zona donde no me dejaban ir en bici, norma que mi espíritu aventurero no consideraba necesario transgredir, porque allí nunca hubo ni hay nada interesante para un pibe. Me largué a llorar, porque comprobaba -una vez más- que las mentiras tenían patas cortas y que Dios castigaba a los mentirosos y a los que tenían pensamientos con chicas, es decir, todo lo que nos enseñaban los castos curas y hermanos corazonistas en el colegio. Una señora se apiadó y me explicó cómo llegar, y sanseacabó: parece ser que en definitiva Dios se divierte cuando nos asustamos de su ira, más que ser un fulano iracundo que goza descargando su impiadosa furia sobre su creación)

No había lugar por donde anduviera sin que investigara si había casas de canjes de revistas: terminé descubriendo que en algunos casos estos comercios dejaban sus sellos impresos, en las páginas: tarde o temprano terminaba de visita en ellos. Me acuerdo que cuando no iba del Colegio a casa sino a la juguetería, le pedía a mi viejo acompañarlo a no sé qué proveedor, que tenía ahicito nomás una compra-venta de revistas, creo que en la zona de Pompeya (de nuevo desvarío: yo prefería mil veces que el plan de mis viejos fuera que del colegio regresara al negocio, porque podía sentir la extraña sensación de pertenecer al mismo barrio donde tenés la escuela, ir caminando con tus compañeros, etc. Salíamos de la escuela y al primero que perdíamos era a Lospenato, que vivía a una cuadra; seguíamos por J. P. Varela hasta la placita y ahí quedaba Fornasari, que vivía enfrente; seguíamos por Beiró y yo a veces me quedaba un rato en la casa de mi amigo Martín Di Bacco, o seguía por Segurola con Soracco y Groza -a veces, tomábamos el 85-, hasta Nazarre) En Mar del Plata había descubierto otra compra-venta de revistas a la vuelta del departamento de mi madrina, sobre Moreno o Bolívar, donde (me di cuenta después, cuando la leí) compré un incunable, el Nº 2: "Los cinco de Neurus o la vuelta de Trulalá". Otra en San Justo, en la que hallé un par de números que no tenía. Pero la que más me sirvió y más visitaba era una, enorme, que estaba en Alberdi (y se llamaba, precisamente, "Alberdi"). Estaba a unas 7 cuadras de la casa de mi bisabuela, así que a eso de los 11 años desarrollé un sistema de visitas sabatinas que implicaban llegar, saludarlas a ella y a mi tía abuela, y al rato ya irme para allá.

Iba bajando desde Yerbal y Guardia Nacional, en Villa Luro, en zig zag, por Basualdo, Araujo, Corvalán, Albariño y cuando me quería acordar, ya llegaba a Miralla y Alberdi.
Una vieja curtiembre en una esquina, con ese olor a cuero que invadía toda la calle, me indicaban que estaba cerca. En una época, este negocio de canje de revistas consiguió -supongo- un saldo de los primeros números de la revista de Hijitus, y los vendía añadiéndoles los fasciculitos de "Joyas de la literatura universal", que en realidad acompañaron a las revistas muchos números después. Gracias a ese anacronismo, los cobraban más caros, aunque por ser revitas nuevas (si bien no actuales) podían hacer ese sobreprecio. Si, a la plata de hoy, una revista usada la vendían a $1, las otras estaban $3, con lo cual -para mis infantiles finanzas- me impedían comprar, como hacía, cinco o diez números por vez. Por lo tanto, descubrí que despegándoles el librito, cuidadosamente (para no despintar la tapa, y además para que no se dieran cuenta de que había sido arrancada la insignia que distinguía el producto) los podía pasar por caja como simples revistas usadas. Así obtuve muchos de los primeros números, del 5 al 20, ya que sólo tenía desde antes el 2 y el 16. Fue, sencillamente, el acontecimiento más importante de mi infancia. Regresaba a lo de mi bisabuela leyendo en el camino, incluso cruzando las calles sin mirar, y me devoraba los números adquiridos con la pasión que sólo años después pondría al leer Tendencias actuales de la gramática, de mi bienamada Ofe Kovacci. Igual, nunca conseguí el número 1, por el cual hace unos años en Parque Centenario me pidieron, si mal no recuerdo, $300.

Mi tía abuela Marta, que al principio no entendía mi fanatismo por Hijitus, un día me sacó a escondidas una revista y, a partir de ahí, las leyó siempre después que las compraba, me las pedía prestadas, etc., y empezó (era ya grande, y siempre fue esa tía-abuela-solterona-especial, que todos tenemos) a citar frases y episodios como quien trae a la charla el argumento de una película o un extracto de un libro. La que más le había gustado era "El fracaso de un artista o el rico pobre", que creo que era la Nº 12. Mi bisabuela nunca las leyó, pero supongo que olfateó en mí cierto ánimo de coleccionista, al que sin dudas quiso acrecentar (acrecentó) cuando me regaló un cofre lleno de monedas nacionales que ella misma venía juntando, y que yo continué. De las revistas, llegué a tener casi todas: me faltaron, creo, 10 ó 20 para completar los 226 números.

Cuando estaba en la secundaria, la mala situación económica familiar hizo que tuviera que vender muchas revistas, y con eso comprar los libros que nos pedían. Me deshice de los últimos números, y de aquellos que menos me gustaban, así que la colección sufrió su gran merma. Obviamente, fue dolorosa esta decisión, pero no quedaba otra. Igual, cuando nos habíamos mudado de Ramos a Virrey del Pino, los albañiles que se dedicaron a la ampliación de la casa me habían birlado los ejemplares más preciados: los primeros, que en mi eterna neurosis obsesiva había ordenado por número, en cajas en las que estaban accesibles, por ser los primeros, precisamente esas revistas más importantes. Supongo que los agarrarían para leer en
el colectivo, cuando regresaban, o tendrían hijos a quienes llevarles de regalo las revistas... Lo cierto es que me desaparecieron del 2 al 11, y eso motivó que abandonara un poco la colección.

Un poco. Pero no del todo. Allá por mis 15 años se me ocurrió tratar de investigar qué pasaba en
los argumentos de cada revista en las diferentes épocas históricas, o sea, en épocas de dictadura, en épocas de gobiernos legítimos, etc. Y aventuré ciertas conclusiones que no me gustaron mucho, así que desistí de mi precoz investigación. Ya ejerciendo la docencia, y cuando la mayoría de los alumnos/as que tenía ni sabían quién fue Hijitus (salvo las esporádicas épocas en que Canal 13 desfreezaba las series), en todos los trabajos prácticos, guías de trabajo, etc., en los que podía, metía viñetas o personajes o ejemplos relacionados con las revistas. Lo que se dice toda una militancia: mi primera y más ingenua militancia. Como este posteo, en el que por primera vez hablo tanto de mí...

Si te interesó todo esto, visitá a estos hermanos.


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Las Aventuras de Hijitus. Nuestro gran superhéroe

Editado por Leader Music, bajo licencia de Producciones García Ferré


DVD Nº 1
1. Botines goleadores
2. El dragón cantor
3. Oaky Silver
4. El primo Kechum
5. La gran carrera
6. Neurus "Petrolium" Company
Bonus: ¡Un ovni en Trulalá! (*)

DVD Nº 2
7. La escoba voladora
8. El otro súper
9. La marañaza
10. La luna está de remate
11. La estatua de Neurus
Bonus: El puerto (*)

DVD Nº 3
12. El cumpleaños de Oaky
13. ¡Peligro en el volcán!
14. La Olla Pirula
15. Kechum vs. Boxitracio
16. El portaaviones atómico
17. El soldado Larguirucho
Bonus: El Boxitracio (*)

DVD Nº 4
18. El Pucho Péndulo
19. La panadería
20. Operativo canino
21. Plaza de niños
22. Granhampa (1ª parte)
23. Granhampa (2ª parte)
Bonus: Robo al banco (*)

DVD Nº 5
Oaky "ejecututivo"
25. Gallinas desplumadas
26. Dedo negro
27. La isla fantasma
28. El misterio de las armaduras
Bonus: La trompada tramposa (*)

(*) Capítulos en blanco y negro


En los capítulos en blanco y negro se sabe cómo Hijitus conoció a Pichichus, o cómo nació el Boxi (y de paso, que no es un canguro, sino un pájaro), etc. La población espera, impaciente, los 5 DVD's restantes, entre los que habrá de contarse con el episodio "La vecinita de enfrente" cuyo audio cuelgo acá abajo (con las imágenes que traen los cinco volúmenes).





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