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martes, 18 de septiembre de 2007
Las elecciones en diferentes provincias y las próximas elecciones nacionales • La política, esa mala palabra • Ser joven, ser ciudadano • Un post cuyo tema sé que no te interesa, pero que espero que te haga cambiar un cachito la idea
¿Quién manda en tu casa? Entre tus amigos/as, ¿quién y cómo decide a dónde salen el sábado? Habría muchos más, pero me quedo con estos dos ejemplos, porque ya alcanzan para mostrarte, darling, que la política está ahí, a tu lado, te atraviesa. Lo quieras o no. Modos de intervención en lo social, representación, poder, tomas de decisión, consenso, negociación. Eso es política y -disculpáme que te haga ver lo que no querías ver- sos un ser político. Sos como esas personas que no admiten que tienen tal enfermedad: no la reconocen, la niegan, pero la tienen.
Vos podrás decirme: piola, pero no me interesa. Bueno: otro modo de hacer política, otro modo de intervenir. Es más: jodido modo de intervenir, porque participás en la construcción de ese modo pero no podés interpelar lo que esa modalidad política construye. Creyendo que no lo hacés, por miedo a las pérdidas, ponés sin saberlo guita en un banco, alimentás el capital de otro sin quererlo, creyendo que no lo estabas haciendo, y encima no podés sacar tu tajada de las ganancias.
Ufa, qué molesto, tenés razón pero igual no da... No entiendo nada de política. Seguro, así como no entendés por qué un átomo finalmente se junta con otro y se materializa en oro o en carbón, pero de cualquier modo te gustan (o no) los anillitos de oro o usás (o no) un papel carbónico. Digámoslo de este modo: no entendemos la química, la fisiología, las complejidades neuronales, ni siquiera los rasgos psicológicos del amor, del estado de la felicidad, etc., pero nos pasamos la vida buscando eso. ¿Ahí no nos importa el hecho de que desconozcamos esos complejos procesos?
Está bien, vamos dos a cero, no me interesa pero me implica; no lo entiendo pero no entender no influye... Acá viene el argumento central, acá te reviento, gordito: es cosa de unos hijos de puta que se dedican a hacer rosca entre ellos, que no dan cabida a nadie, que afanan a más no poder. Yo no me meto en eso, no me "contamino" en eso ni en pedo. No te permito lo de "gordito", pero tenés razón, es coyunturalmente cierto, y hasta quizás históricamente cierto, y hasta quizás intrínsecamente cierto. Quiero decir: tal vez sea propio del ser humano corromperse no ya cuando está en el poder, sino cuando pelea por él. Andá a saber. Ese/a amigo/a que tiene "el poder" de decidir a dónde salen el sábado a lo mejor no está corrompido; tal vez tendríamos que pensar qué poder, cuándo, etc. Pero vale el argumento. ¿Y? Ni te imaginás las disputas de poder, la corrupción, el rosqueo que hay, por ejemplo, en un hospital o una clínica. Y no por eso, llegado el caso, dejás de ir a atenderte: no planteás que a partir de que conociste eso decidiste que te vas a hacer atender por un chamán, un curandero, o Tu Sam. Y si lo decidieras sería, nuevamente, un modo de intervención que implica un cierto poder de decisión y que afectará a otros: pura política.
¿Tenés más argumentos? Contestálos en el post, convencéme de que la política no sirve. Por ahora, quedaría provisionalmente demostrado lo contrario... Digamos, por tres a cero.
Sistema político
Problemas que podemos enumerar: no hay muchos espacios para participar y decidir; en algún punto las decisiones y la participación se "diluyen" y no trascienden, no llegan a la "macropolítica"; veinte hijos de puta terminan manejando una torta para comérsela solitos: hacen como que escuchan mi propuesta acerca de un mejor reparto pero siguen en la suya. ¿Cuántos somos? ¿Esos veinte contra cuántos? Evidentemente, pueden ganarnos porque no nos coaligamos, no asumimos nuestro peso específico, no individualmente, sino como colectivo (o colectivos variados, porque seamos honestos: no existe la sociedad homogénea) Sin embargo (y ahí está la trampa, creo) el sistema político, es decir la organización jurídica que regula el modo de intervención política, prescribe que hay un momento en el cual nuestro peso pesa, pero individualmente: cuando votamos. Es lo que hay, y hasta que no metamos las manos en el barro y en la mierda para ver qué había de bueno enterrado abajo de ellos, contamos con apenas eso.
Existe el anarquismo, es cierto, es decir, la disolución de este o cualquier sistema político. Lo cual implicaría, en principio, reemplazar lo que hay por otro sistema, el sistema de la nada si querés, pero sistema el fin. Tema interesante para otro debate, y el único posicionamiento, creo, más o menos serio que merece un diálogo, si te parece, en un futuro post. Pero cualquier otra modalidad implica el acceso al poder (a los diversos poderes) desde lo que hay, y la apataía, el descreimiento, etc., nos está llevando a que nos ganen por goleada. Acá discutiríamos: si a partir de una revolución, si a partir de una elección, si a partir de la militancia de base. Pero discutiríamos, en concreto, desde dónde empezamos, como colectivos (muchas veces enfrentados) a disputar espacios de poder y decisiones en consecuencia.
El sistema político actual nace de "el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes". Representación, je, ¿te suena? Naaaaaaah, ¿acá también Peirce? Olvidáte del buen Charles Sanders; pero hablemos de esta semiosis. Hagamos un ejercicio básico: ¿cómo, en virtud de qué, qué interpretante determina que votes tal candidato o no? La legalidad peirceana se aviene ideología, y la ideología, esa materialidad que nos atraviesa y nos constituye, a uno en tanto uno y a los "varios uno" en tanto colectivo, es cosa de signos, signos que consumo/consumimos, construyo/construimos, distribuyo/distribuimos, cristalizando interpretantes, obturando interpretantes: haciendo la terceridad que fundamenta la política. Podríamos pensar un sistema político en que no intervenga el concepto de representación: la polis ateniense, ese momento utópico que agrada al desagradable Mariano Grondona, ese momento en el cual cada "ciudadano" se sentaba y su voz valía un voto en el ágora. Vale. Pero no es lo que hay. De cualquier modo, tendremos que intervenir desde acá, para cambiar hacia la no-representación o hacia otras semiosis políticas. (Igual, lo de la polis es un bizcocho para polillas: ciudadano era el nativo y de clase, la gente como uno, no el extranjero que allí vivía, o el esclavo: para éstos, con suerte, aquéllos eran sus representantes, muy mediatizados)
El sistema político que tenemos también prescribe, además de la representatividad, las formas republicana y federal. República implica división de poderes, distribución de los espacios de intervención y decisión, pensando que esos espacios son esferas de deliberación (legislativo), realización (ejecutivo) y valoración (judicial). Podríamos pensar más espacios: espacios de negociación, (en el sentido de acuerdos, no de "negocios"), es decir, espacios donde se visibilice cómo los representantes de los diferentes actores sociales llegan a determinada intervención, a partir de qué, qué resignan, qué consideran importante: un espacio de publicidad de los actos de gobierno, el "cuarto poder" pero no dejado a la libertad de empresarios particulares del periodismo, que actúan sobre la base de esos intereses particulares que representan. Metámonos para que así sea, o que así no sea.
Federal supone otro reparto del poder, ahora territorialmente, donde se van a reproducir en juego de espejo las subdivisiones republicanas. La idea de que nadie tenga todo el poder, ilusión de pluralidad, choca contra las hegemonías, las transas, los abroquelamientos atrás de los morlacos, eso que nos abruma y nos indigna mientras seguimos cuidando el culito personal. Si el esquema (perfectible, obvio, como toda construcción humana) de pluralidad de poderes en la teoría nos ilusiona, y si en la práctica no se da, entonces tendremos que accionar desde otro lugar, producir otras prácticas, otros modos de acceso. Decía Jauretche: ajustar el sombrero a la cabeza y no la cabeza al sombrero.
En los últimos meses se ha venido votando en este país federal. Salvo excepciones, esas elecciones han pasado inadvertidas para el gran público (porteño, urbano) siempre prescindente. Si admitimos la repartija republicana y federal de los espacios de poder, lo que se disputó allá involucra algo que me pertenecía, que nos pertenecía a todos/as, y no a los chaqueños, cordobeses o santafesinos. De esos representantes saldrá en el futuro algún candidato a presidente/a, y todo lo que allá se decida tiene repercusión acá (supongamos: Santa Fe pone un impuesto provincial a las vacas, ergo sube el precio de la leche en todo el país, o se trasladan todos los productores a Buenos Aires y Córdoba, y las vacas santafesinas terminan caminando hasta por la Avenida Pavón)
Así las cosas, que hayan surgido esos problemas que ya sabemos -los sabemos, ¿no?- en Chaco ahora y en Córdoba antes, nos marca la tan mentada crisis de representación. Veámoslo así: que los mismos "representantes" estén cuestionando el modo como se establece la representación, es decir, que el mismo signo cuestione la semiosis que lo instaura, nos demuestra que es posible intervenir para establecer nuevas modalidades, nuevas semiosis en lo político. Siempre y cuando, claro está, yo entienda que estoy metido en eso y que por eso mismo también depende de mí, de mí en intersección con los demás, no de mí solito: porque solito, está visto, no puedo hacer nada: aun cuando crea que me abstraje y lo político no me involucra, alguien construyó otro colectivo y se metió en el espacio que era mío y de mi grupete.
El voto
Aprovechemos las connotaciones: introducir el voto en la urna es hacerle el amor a la política. Es un acto de gozo. Que me obliguen a ello es secundario, porque en realidad es la garantía de que lo haga, de que goce, y de que no me corten la cara, de que no me digan "hoy no, porque me duele la cabeza", o de que no me digan "vos no, porque sos mal amante". Muchos de ustedes van a sentir este año, por primera vez, ese orgasmo político. Como en las relaciones de pareja, cuando ese acto se transforma en algo rutinario, en algo sin sentido, se burocratiza, se hace requisito, se hace verdaderamente "obligación". Como en las relaciones de pareja, cada vez que votás estás participando de una comunión única.
Tengo miedo de equivocarme... Obvio. ¿Cuántas veces hacés las cosas bien? ¿Quién no tuvo -en las relaciones de pareja- una "mala noche"? Date permiso: la siguiente vez, o la siguiente vez de la siguiente vez, va a ser mejor. Esta, que va a ser tu primera vez, es inaugural, fundacional.
Che pibe, vení... Votá es una canción de 1982/83. Esa camada de pibes que no tuvo ningún tipo de posibilidad de participar, decidir, hablar, entre tanto reparto de muerte a domicilio que hacía tanto milico asesino hijo de puta mal parido. Porque no hay que cansarse de decirlo: desaparecías por decir, por hacer; el Estado te mataba, cruelmente, mañosamente, sádicamente, por poner una bomba o pegar un cartel. No te educaba, ni te reeducaba (concepto asqueroso por donde se lo vea), como se dice que reeduca la cárcel; te chupaba. Es lógico que la historia haya dado tu generación, la del descreimiento, la del no me meto, después de todo. Date cuenta de que sos un producto de la historia, hacéte cargo de la historia. Y si la ves linda, mantenéla. Pero como supongo que la ves fea, entonces cambiála. Eso sentían aquellos pibes de 1982, esos pibes que no podían participar, decidir, hacer, esos pibes que hasta tuvieron que ir, así calladitos e inmovilizados, a una guerra... Y así se sentían: y ahora de repente me dicen puedo participar, ahora me dicen "che pibe, vení... votá" Podría ser que hubiesen respondido andá a cagar, vos y tu puto sistema. Estamos hablando de tu viejo, de tu tío, o de los que podrían haber sido tu viejo o tu tío. Quizás no respondieron eso, porque ya pensaban en vos, es decir, en un "vos" posible: en sus hijos. Votar también tiene esa trascendencia, que es ajena a lo que en lo personal me condiciona, a mi bronca, a mi apatía.
Mi "primera vez" fue en 1995. Pleno menemato. Ni en pedo lo votaba, pero la historia me vino a demostrar después que me equivoqué igual, queriendo no equivocarme, porque opté por un espejito de colores que, de haber quedado, agarráte... Digamos: sabía que era mi primera vez y me dejé llevar por la polarización: o votás por este o votás por este otro. Mentira. Consejo: votá por el que quieras: vale en sí mismo, vale por la comunión, no por lo que consigas a cambio. Mi segunda vez también me equivoqué: soy uno de los culpables de la nada aliancista en el espacio de la política. Compré otro espejito. En 2003 creo, aprendí: voté al que realmente quería, al que me representaba, y no me fijé si llegaba o no llegaba a algo: hice el amor sin mirar si tenía auto, casa, o fortuna. En términos electorales, aquel desconocido candidato tuvo un voto más, un 0,0001 estadístico de crecimiento. Ese fue el valor de mi voto. Según desde dónde lo mires, mucho valor.
Analizá. Vivimos una época donde las ideas ceden paso al marketing, donde importa más cómo enfoca la cámara 1 el rostro del candidato, antes que lo que se propone: el representamen por encima del interpretante. Fijáte qué interesante la trampa semiósica: focalizan en un representamen, unas cualidades que deberían construir un cierto interpretante (digamos, "Cristina es frívola") pero llegamos a otro ("Cristina es la mejor candidata") ¿Cómo pasa eso? Problemas de la semiosis política, de las formas de mediación: en definitiva, culpa de Eliseo Verón, por lo tanto, que nos lo vengan a explicar los de Ciencias de la Comunicación, esos estrategas del decir que enseñan cómo decir sin decir. Te invito a otra semiosis, la del "al pan, pan y al vino, vino". Analizá sería eso: tomá las cualidades relevantes, construí la semiosis que te lleve al interpretante que consideres adecuado, saliéndote de la estrategia de comunicación que te propone construir un interpretante aberrante a partir de un ground vaciado, donde terminás pagando por el pito más que lo que el pito vale. Y hacé que se metan los demás, difundí la palabra, multiplicá: la próxima vez tu voto va a significar 0,01 de crecimiento de algún candidato: mucho más que lo que uno, solito, en 2003, pudo lograr.
Postdata que pone en la postdata lo que originó esta publicación.
Querida Lilita Carrió: Espero que al recibo de la misma te encuentres bien de salud. Motiva esta carta una simple observación, porque he escuchado una magna jetoneada más de tu parte, algo que me ha preocupado profundamente. Si ladra, estimada Lilita, mueve la cola y le hace fiestas al amo, es un perro: no hay caso. Tener problemas personales con Rozas, no amerita que Capitanich sea "lo nuevo". La aberración de la semiosis es cosa de muchos, construir fantasiosamente un interpretante que nada tiene que ver con su representamen, les sucede hasta a los "esclarecidos", los que se dicen, como tú vociferas, fiscales de la patria. Vicios de querer lograr la porción de torta a toda costa, incluso cuando la cintura está a dieta...
Vos podrás decirme: piola, pero no me interesa. Bueno: otro modo de hacer política, otro modo de intervenir. Es más: jodido modo de intervenir, porque participás en la construcción de ese modo pero no podés interpelar lo que esa modalidad política construye. Creyendo que no lo hacés, por miedo a las pérdidas, ponés sin saberlo guita en un banco, alimentás el capital de otro sin quererlo, creyendo que no lo estabas haciendo, y encima no podés sacar tu tajada de las ganancias.
Ufa, qué molesto, tenés razón pero igual no da... No entiendo nada de política. Seguro, así como no entendés por qué un átomo finalmente se junta con otro y se materializa en oro o en carbón, pero de cualquier modo te gustan (o no) los anillitos de oro o usás (o no) un papel carbónico. Digámoslo de este modo: no entendemos la química, la fisiología, las complejidades neuronales, ni siquiera los rasgos psicológicos del amor, del estado de la felicidad, etc., pero nos pasamos la vida buscando eso. ¿Ahí no nos importa el hecho de que desconozcamos esos complejos procesos?
Está bien, vamos dos a cero, no me interesa pero me implica; no lo entiendo pero no entender no influye... Acá viene el argumento central, acá te reviento, gordito: es cosa de unos hijos de puta que se dedican a hacer rosca entre ellos, que no dan cabida a nadie, que afanan a más no poder. Yo no me meto en eso, no me "contamino" en eso ni en pedo. No te permito lo de "gordito", pero tenés razón, es coyunturalmente cierto, y hasta quizás históricamente cierto, y hasta quizás intrínsecamente cierto. Quiero decir: tal vez sea propio del ser humano corromperse no ya cuando está en el poder, sino cuando pelea por él. Andá a saber. Ese/a amigo/a que tiene "el poder" de decidir a dónde salen el sábado a lo mejor no está corrompido; tal vez tendríamos que pensar qué poder, cuándo, etc. Pero vale el argumento. ¿Y? Ni te imaginás las disputas de poder, la corrupción, el rosqueo que hay, por ejemplo, en un hospital o una clínica. Y no por eso, llegado el caso, dejás de ir a atenderte: no planteás que a partir de que conociste eso decidiste que te vas a hacer atender por un chamán, un curandero, o Tu Sam. Y si lo decidieras sería, nuevamente, un modo de intervención que implica un cierto poder de decisión y que afectará a otros: pura política.
¿Tenés más argumentos? Contestálos en el post, convencéme de que la política no sirve. Por ahora, quedaría provisionalmente demostrado lo contrario... Digamos, por tres a cero.
Sistema político
Problemas que podemos enumerar: no hay muchos espacios para participar y decidir; en algún punto las decisiones y la participación se "diluyen" y no trascienden, no llegan a la "macropolítica"; veinte hijos de puta terminan manejando una torta para comérsela solitos: hacen como que escuchan mi propuesta acerca de un mejor reparto pero siguen en la suya. ¿Cuántos somos? ¿Esos veinte contra cuántos? Evidentemente, pueden ganarnos porque no nos coaligamos, no asumimos nuestro peso específico, no individualmente, sino como colectivo (o colectivos variados, porque seamos honestos: no existe la sociedad homogénea) Sin embargo (y ahí está la trampa, creo) el sistema político, es decir la organización jurídica que regula el modo de intervención política, prescribe que hay un momento en el cual nuestro peso pesa, pero individualmente: cuando votamos. Es lo que hay, y hasta que no metamos las manos en el barro y en la mierda para ver qué había de bueno enterrado abajo de ellos, contamos con apenas eso.
Existe el anarquismo, es cierto, es decir, la disolución de este o cualquier sistema político. Lo cual implicaría, en principio, reemplazar lo que hay por otro sistema, el sistema de la nada si querés, pero sistema el fin. Tema interesante para otro debate, y el único posicionamiento, creo, más o menos serio que merece un diálogo, si te parece, en un futuro post. Pero cualquier otra modalidad implica el acceso al poder (a los diversos poderes) desde lo que hay, y la apataía, el descreimiento, etc., nos está llevando a que nos ganen por goleada. Acá discutiríamos: si a partir de una revolución, si a partir de una elección, si a partir de la militancia de base. Pero discutiríamos, en concreto, desde dónde empezamos, como colectivos (muchas veces enfrentados) a disputar espacios de poder y decisiones en consecuencia.
El sistema político actual nace de "el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes". Representación, je, ¿te suena? Naaaaaaah, ¿acá también Peirce? Olvidáte del buen Charles Sanders; pero hablemos de esta semiosis. Hagamos un ejercicio básico: ¿cómo, en virtud de qué, qué interpretante determina que votes tal candidato o no? La legalidad peirceana se aviene ideología, y la ideología, esa materialidad que nos atraviesa y nos constituye, a uno en tanto uno y a los "varios uno" en tanto colectivo, es cosa de signos, signos que consumo/consumimos, construyo/construimos, distribuyo/distribuimos, cristalizando interpretantes, obturando interpretantes: haciendo la terceridad que fundamenta la política. Podríamos pensar un sistema político en que no intervenga el concepto de representación: la polis ateniense, ese momento utópico que agrada al desagradable Mariano Grondona, ese momento en el cual cada "ciudadano" se sentaba y su voz valía un voto en el ágora. Vale. Pero no es lo que hay. De cualquier modo, tendremos que intervenir desde acá, para cambiar hacia la no-representación o hacia otras semiosis políticas. (Igual, lo de la polis es un bizcocho para polillas: ciudadano era el nativo y de clase, la gente como uno, no el extranjero que allí vivía, o el esclavo: para éstos, con suerte, aquéllos eran sus representantes, muy mediatizados)
El sistema político que tenemos también prescribe, además de la representatividad, las formas republicana y federal. República implica división de poderes, distribución de los espacios de intervención y decisión, pensando que esos espacios son esferas de deliberación (legislativo), realización (ejecutivo) y valoración (judicial). Podríamos pensar más espacios: espacios de negociación, (en el sentido de acuerdos, no de "negocios"), es decir, espacios donde se visibilice cómo los representantes de los diferentes actores sociales llegan a determinada intervención, a partir de qué, qué resignan, qué consideran importante: un espacio de publicidad de los actos de gobierno, el "cuarto poder" pero no dejado a la libertad de empresarios particulares del periodismo, que actúan sobre la base de esos intereses particulares que representan. Metámonos para que así sea, o que así no sea.
Federal supone otro reparto del poder, ahora territorialmente, donde se van a reproducir en juego de espejo las subdivisiones republicanas. La idea de que nadie tenga todo el poder, ilusión de pluralidad, choca contra las hegemonías, las transas, los abroquelamientos atrás de los morlacos, eso que nos abruma y nos indigna mientras seguimos cuidando el culito personal. Si el esquema (perfectible, obvio, como toda construcción humana) de pluralidad de poderes en la teoría nos ilusiona, y si en la práctica no se da, entonces tendremos que accionar desde otro lugar, producir otras prácticas, otros modos de acceso. Decía Jauretche: ajustar el sombrero a la cabeza y no la cabeza al sombrero.
En los últimos meses se ha venido votando en este país federal. Salvo excepciones, esas elecciones han pasado inadvertidas para el gran público (porteño, urbano) siempre prescindente. Si admitimos la repartija republicana y federal de los espacios de poder, lo que se disputó allá involucra algo que me pertenecía, que nos pertenecía a todos/as, y no a los chaqueños, cordobeses o santafesinos. De esos representantes saldrá en el futuro algún candidato a presidente/a, y todo lo que allá se decida tiene repercusión acá (supongamos: Santa Fe pone un impuesto provincial a las vacas, ergo sube el precio de la leche en todo el país, o se trasladan todos los productores a Buenos Aires y Córdoba, y las vacas santafesinas terminan caminando hasta por la Avenida Pavón)
Así las cosas, que hayan surgido esos problemas que ya sabemos -los sabemos, ¿no?- en Chaco ahora y en Córdoba antes, nos marca la tan mentada crisis de representación. Veámoslo así: que los mismos "representantes" estén cuestionando el modo como se establece la representación, es decir, que el mismo signo cuestione la semiosis que lo instaura, nos demuestra que es posible intervenir para establecer nuevas modalidades, nuevas semiosis en lo político. Siempre y cuando, claro está, yo entienda que estoy metido en eso y que por eso mismo también depende de mí, de mí en intersección con los demás, no de mí solito: porque solito, está visto, no puedo hacer nada: aun cuando crea que me abstraje y lo político no me involucra, alguien construyó otro colectivo y se metió en el espacio que era mío y de mi grupete.
El voto
Aprovechemos las connotaciones: introducir el voto en la urna es hacerle el amor a la política. Es un acto de gozo. Que me obliguen a ello es secundario, porque en realidad es la garantía de que lo haga, de que goce, y de que no me corten la cara, de que no me digan "hoy no, porque me duele la cabeza", o de que no me digan "vos no, porque sos mal amante". Muchos de ustedes van a sentir este año, por primera vez, ese orgasmo político. Como en las relaciones de pareja, cuando ese acto se transforma en algo rutinario, en algo sin sentido, se burocratiza, se hace requisito, se hace verdaderamente "obligación". Como en las relaciones de pareja, cada vez que votás estás participando de una comunión única.
Tengo miedo de equivocarme... Obvio. ¿Cuántas veces hacés las cosas bien? ¿Quién no tuvo -en las relaciones de pareja- una "mala noche"? Date permiso: la siguiente vez, o la siguiente vez de la siguiente vez, va a ser mejor. Esta, que va a ser tu primera vez, es inaugural, fundacional.
Che pibe, vení... Votá es una canción de 1982/83. Esa camada de pibes que no tuvo ningún tipo de posibilidad de participar, decidir, hablar, entre tanto reparto de muerte a domicilio que hacía tanto milico asesino hijo de puta mal parido. Porque no hay que cansarse de decirlo: desaparecías por decir, por hacer; el Estado te mataba, cruelmente, mañosamente, sádicamente, por poner una bomba o pegar un cartel. No te educaba, ni te reeducaba (concepto asqueroso por donde se lo vea), como se dice que reeduca la cárcel; te chupaba. Es lógico que la historia haya dado tu generación, la del descreimiento, la del no me meto, después de todo. Date cuenta de que sos un producto de la historia, hacéte cargo de la historia. Y si la ves linda, mantenéla. Pero como supongo que la ves fea, entonces cambiála. Eso sentían aquellos pibes de 1982, esos pibes que no podían participar, decidir, hacer, esos pibes que hasta tuvieron que ir, así calladitos e inmovilizados, a una guerra... Y así se sentían: y ahora de repente me dicen puedo participar, ahora me dicen "che pibe, vení... votá" Podría ser que hubiesen respondido andá a cagar, vos y tu puto sistema. Estamos hablando de tu viejo, de tu tío, o de los que podrían haber sido tu viejo o tu tío. Quizás no respondieron eso, porque ya pensaban en vos, es decir, en un "vos" posible: en sus hijos. Votar también tiene esa trascendencia, que es ajena a lo que en lo personal me condiciona, a mi bronca, a mi apatía.
Mi "primera vez" fue en 1995. Pleno menemato. Ni en pedo lo votaba, pero la historia me vino a demostrar después que me equivoqué igual, queriendo no equivocarme, porque opté por un espejito de colores que, de haber quedado, agarráte... Digamos: sabía que era mi primera vez y me dejé llevar por la polarización: o votás por este o votás por este otro. Mentira. Consejo: votá por el que quieras: vale en sí mismo, vale por la comunión, no por lo que consigas a cambio. Mi segunda vez también me equivoqué: soy uno de los culpables de la nada aliancista en el espacio de la política. Compré otro espejito. En 2003 creo, aprendí: voté al que realmente quería, al que me representaba, y no me fijé si llegaba o no llegaba a algo: hice el amor sin mirar si tenía auto, casa, o fortuna. En términos electorales, aquel desconocido candidato tuvo un voto más, un 0,0001 estadístico de crecimiento. Ese fue el valor de mi voto. Según desde dónde lo mires, mucho valor.
Analizá. Vivimos una época donde las ideas ceden paso al marketing, donde importa más cómo enfoca la cámara 1 el rostro del candidato, antes que lo que se propone: el representamen por encima del interpretante. Fijáte qué interesante la trampa semiósica: focalizan en un representamen, unas cualidades que deberían construir un cierto interpretante (digamos, "Cristina es frívola") pero llegamos a otro ("Cristina es la mejor candidata") ¿Cómo pasa eso? Problemas de la semiosis política, de las formas de mediación: en definitiva, culpa de Eliseo Verón, por lo tanto, que nos lo vengan a explicar los de Ciencias de la Comunicación, esos estrategas del decir que enseñan cómo decir sin decir. Te invito a otra semiosis, la del "al pan, pan y al vino, vino". Analizá sería eso: tomá las cualidades relevantes, construí la semiosis que te lleve al interpretante que consideres adecuado, saliéndote de la estrategia de comunicación que te propone construir un interpretante aberrante a partir de un ground vaciado, donde terminás pagando por el pito más que lo que el pito vale. Y hacé que se metan los demás, difundí la palabra, multiplicá: la próxima vez tu voto va a significar 0,01 de crecimiento de algún candidato: mucho más que lo que uno, solito, en 2003, pudo lograr.
Postdata que pone en la postdata lo que originó esta publicación.
Querida Lilita Carrió: Espero que al recibo de la misma te encuentres bien de salud. Motiva esta carta una simple observación, porque he escuchado una magna jetoneada más de tu parte, algo que me ha preocupado profundamente. Si ladra, estimada Lilita, mueve la cola y le hace fiestas al amo, es un perro: no hay caso. Tener problemas personales con Rozas, no amerita que Capitanich sea "lo nuevo". La aberración de la semiosis es cosa de muchos, construir fantasiosamente un interpretante que nada tiene que ver con su representamen, les sucede hasta a los "esclarecidos", los que se dicen, como tú vociferas, fiscales de la patria. Vicios de querer lograr la porción de torta a toda costa, incluso cuando la cintura está a dieta...
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Un historiador inglés dijo: "El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan". Peligroso. Muy peligroso.
ResponderEliminarPlenamente de acuerdo, Daniela. Con tu gol vamos 4 a 0 :)
ResponderEliminarmmmm... sin embargo, los pueblos no tienen siempre los gobiernos que se merecen. Al menos yo creo que muchos nos merecemos algo mejor. saludos. Victor.
ResponderEliminarEstuve leyendo el articulo que está en primera plana por decirlo de alguna manera, no todo es estudio amigos o no?, me parece muy bueno, pero me intereso mas el conocer por que alguien una chica en ese ejemplo, postula que la politica no sirve, obvio es una postura, y valida siempre desde la fundamentación, entonces pense en la politica en la universidad, Perdón ultimamente estoy con eso dando vueltas en la cabeza. Será quiza el hecho de que me dí cuenta que me tenía un poco cansado yo mismo quejandome de los que me venían a interrumpir la cursada con el mambo de que la lucha de clases es inevitable, si yo también sé quién era Marx, y quién era Guevara y lo que, si se quieren simbolizan, entonces reflexione algunas cosas.
ResponderEliminarEl día de mañama esa persona va a salir de la facultad, luego de un tiempo de estudio, quiza salga ayuna de título alguno, quizá no, pero lo fundamental es que salga con la cabeza abierta, que al menos salga de ese habitaculo llamado facultad con la idea de que el perro no sea perro y nada mas. Porque algún día va a tener que trabajar, y esos politicos que ella nombra y se llenan las manos con los bolsillos vacios de los ciudadanos, también la van a vaciar a ella, y ella encima es solo un ejemplo de muchisimos chicos que piensan eso de la politica. Yo no sé si es imprescindible la politica en la universidad, a lo mejor lo prescindible es el hecho de que se responda a cuestiones partidarias dentro de la misma, a mi me gustan las agrupaciones independientes, si es que las hay yo todavía no las encontre mas que en mi mismo y otros alumnos que no adhieren partido alguno, entonces conversemos con los de izquierda, con los de derecha, con los del centro y con los que en el medio se tiran para uno y otro lado con un poco mas o menos simpatia por el otro extremo, incluso hablemos con el anarquico prhoudoniano, a lo mejor el anarquismo no séa otra cosa que la maduración absoluta de mi gobierno interno por medio del cual no atento contra el gobierno de otro, que sé yo, la pucha este cuatrimestre me está haciendo pensar mucho, si hubiera sabido la rendía libre.
Entonces porque sirve la politica, además o quitando o mejor tomando siempre en cuenta que somos seres politicos nos guste o no. Para que sirve? para al menos que una chica como está que plantea la inutilidad de la politica se encuentre con dos o tres inadaptados sociales como los que le estamos contestando y al menos un poquito, no mucho, un poquito en silencio, escuchando con el oido pegado al suelo con los pies embarrados por el camino entienda que si no se compromete sigue tomando postura, pero si se compromete nos ayuda a todos a pensar un poquito, no digo mucho, un poquito, nada mas, un poquito mejor. Saludos Victor de Marmol...
"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales". Bertolt Brecht.
ResponderEliminarCoincido, en buena parte, con su actualización de hoy. Quizas difiera con el valor que le atribuye al anarquismo, pero es tema para otro post, como bien dijo.
Puedo agregar, con respecto a la supuesta representación, que hay un punto clave para entenderla: los mandatos no son revocables. Uno elije a un personaje para que lo represente, porque, supongamos, cree coincidir con el, pero cuando ese personaje asume el mandato, puede hacer lo que quiera.
Una de las caracteristicas del movimiento piquetero era, es, mejor dicho, el mandato revocable. El representante es elegido, ademas, en asamblea y debe responder ante ella. En el momento que deja de hacerlo, se tiene que ir. No se resuelven así todos los problemas, claro, pero es un paso bastante grande.
Pero en sí, el sistema representativo burgues se caracteriza porque las masas elijan, cada 2, 4, 6, etc, (con todos los problemas que usted remarcó muy bien) a sus verdugos. Cuando deciden que esos verdugos no van más, el mismo burgues que defendía la democracia, y paradójicamente en nombre de esa misma democracia (que los nuevos representantes no respetarían), da un golpe de Estado. ¿O no pasó eso en Chile, con Allende?
Sin embargo, y aquí coincido tambien con usted, mientras no tengamos otra herramienta, hay que defender lo que sí tengamos (la posibilidad de votar) y defender esa democracia burguesa, sin caer en el fetichismo de este sistema, claro. O sea, hay que ir a votar.
Esto es contradictorio, como lo es el sistema en el que vivimos: se utilizan las ventajas que da el sistema democrático burgués, para tratar de terminar con ese sistema democrático burgués, porque en sí, no tiene nada de democrático (la mitad de la población mundial viviendo con menos de dos dolares diarios, dato aceptado por los mismos capitalistas, es prueba suficiente).
Otra cosa con la cual coincido es cuando dice lo siguiente: "Pero discutiríamos, en concreto, desde dónde empezamos, como colectivos (muchas veces enfrentados) a disputar espacios de poder y decisiones en consecuencia."
Se trata de disputar espacios de poder, y si no lo hacemos nosotros, alguien más lo va a hacer en nombre de nosotros, pero en contra de nosotros.
Yo por mi parte, y no tengo problema en decirlo públicamente porque, a fin de cuentas, me enorgullezco de ello, he votado siempre al Partido Obrero (otro de los que saca 0,0001). Y no sólo eso, este año voy como canditado, suplente del suplente del suplente, pero como candidato al fin. Creo que es mi fora de disputar esos espacios de poder.
Por último, dejo una frase que recuerdo textual, de Prensa Obrera (órgano de propaganda del PO):
"somos una minoría electoral, pero el cementerio político argentino esta lleno de mayorías".
Saludos Esteban, que estes bien.
Matías.
PD: Seguro que votó a Bordón, como mi mamá.
Hola, buenas noches o buenos días, lo triste de esto es que mientras mi novia se sigue maquillando yo me pongo a leer en el blog a las doce de la noche, o andara por ahí con quien sabe quien, En fin escribo para aclararle a Matias y Danila que el que conceptualizo sobre el anarquismo no fue Esteban si no Yo mismo, o sea Victor de Marmol, SOLO para aclarar quien es el interpretante o el representamen o el objeto que se yo mira lo que me pongo a pensar un viernes a la noche estoy hasta las manos, mejor me voy exitos para todos. Saludos Victor de Marmol.
ResponderEliminarSe va poniendo interesante, gracias a Matías (que escribe con Danila, al menos en la consustanciación) y a Víctor. Empezar a pensar entre varios (y contando a los/las que sólo leen, pero que seguramente algo van construyendo) es empezar a reconocer el túnel e imaginar salidas. Nunca nada está perdido, eso es evidente.
ResponderEliminarEl sistema de representación nos viene del capitalismo burgués, que en la modernidad encontró más apto repartir el poder que estar expuesto a un monarca cuyos intereses podían ser demasiado absolutos y demasiado parciales. Dividiendo el poder en buena medida todos los que reparten se quedan con (parte del) poder. Esto es así, pero también es cierto que se complejizó, por lo cual no podríamos invocarlo como única explicación, so riesgo determinista y mecanicista que nos impediría mirar el conjunto.
En 2001/2002 esa nuestra "burguesía" (si es que existe tal categoría homogénea, acá) notó, al principio sin reflejos, que el sistema representativo estaba siendo interpelado fuertemente: las asambleas fueron a las clases medias lo que el trueque a los sectores populares. Y enseguida cooptaron las experiencias, claro está. En el caso de la organización de las redes de trueque, que viví bien, el sistema capitalista estalló y se desintegró por completo, y sólo se recuperó cuando la intervención del "aparato" fracturó ese modo de organización. Pero la experiencia deja la enseñanza, y no quedó invalidada. En tanto no podamos, entre todos (al menos, todos los que estamos dispuestos a que esto no siga así), armar una mesa de consenso, innegociable, cada cual seguirá antendiendo su juego y planteará desde "su luz" la salida que, aun siendo válida, no será viable. Construir esa unidad vendría a ser una primera, difícil pero irrenunciable, tarea.
Revocatoria de mandatos, control popular en serio y no "presupuesto participativo", espacios plurales de decisión, son algunas de los (muchos) posibles recorridos, pero nadie da nada gratuitamente, y menos cuando tiene la chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos. Por eso sólo queda meterse por donde se pueda, por alguno de los intersticios en que el mismo sistema se cuela.
Es cierto, en aquel momento me creí el cuento del voto-desperdicio, y voté a Bordón. Como el contrafáctico no cuenta, volví a meter la pata en el 99 hasta que aprendí, después, el error de considerar el voto en una encerrona.
Ahora no sé claramente a quién, honestamente, pero sí sé a quién no, lo cual también es importante. Y no me vengan con "voto al pedo": mi voto vale por mí, pero por el país que quiero para todos
Nos seguimos leyendo!
Escribo nuevamente. Hoy compré la revista Barcelona y en la página 9 publicaron 50 razones para NO ir a votar. Excelente!!! Traten de leerlo... y ya que están, no se pierdan la contratapa. De todas maneras, sigamos apostando por el voto a favor, y no por el "voto opositor". Saludos
ResponderEliminarDaniela de Turdera
Perdón, no quise poner razones, sino excusas.
ResponderEliminarDaniela de Turdera