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miércoles, 5 de septiembre de 2007
Pocos pesares más rotundos que la melancolía en un día nublado, cuando el eco de una voz que creíamos desaparecida reverbera en el aire y resuena alimentando esos recuerdos que nunca mueren, que nunca desaparecen, porque se obstinan en regresar como ecos de voces en el aire. Entonces es cuando el corazón lee ensueños en donde había sólo silencios y los ojos se nublan porque creen reconocer siluetas y nada es lo que parece, hasta que las formas se reacomoden nuevamente para volver a ser un sediento arroyo donde antes fuera un tumultuoso río desbordante. Cuánto refrescaba en aquellas tardes calurosas una palabra, una mirada, una caricia, un encontrarse en las márgenes de todo, a la vera de un camino que parecía infinito y trazado como a medida, para reunir el cosmos en dos dedos y saborear la vida en la penumbra de la felicidad. Entonces es cuando las formas del río desaparecen y ceden paso a otras voces que demuestran que nada hay, que nada había, o nada hubo, y entonces es cuando se vislumbra la distancia, la amarga distancia en que quedaron varadas aquellas aguas, rastros de arena que el tiempo barrió en nuestras manos y que dejó en la piel las marcas de la ausencia. Y entonces es cuando en el lecho de ese arroyo el agua que no ha decantado fantasea con volver a ser río, deseosa de revivir en la forma del eco de una voz en el aire, en los rastros de un día nublado, entintado en el rotundo pesar de la melancolía.
Etiquetas de esta entrada: Poesías
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Te felicito por el Blog.
ResponderEliminarLas palabras que pusistes me hicieron recordar ciertas melodias de Rachmaninov que escuche en el pasado.Unas que me hacian caer bien bajo sin llegar al fondo y que me levantaban de repente sin llevarme al cielo. Te mando un abrazo y que siga el blog.
Emi