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sábado, 10 de noviembre de 2007

La lengua como modelización de la realidad • La llamada «Hipótesis Sapir-Whorf» en la morfología nominal del español • Reflexiones a partir de un ¿chiste? que trabajamos ayer en un taller para docentes


En el ámbito de la sociolingüística no cuantitativa (o sea, por fuera de la teoría de William Labov, quien en cierto modo pergeñó lo que hoy entendemos por sociolingüística) suele prestarse fundamental atención a la relación entre lengua y sociedad. El inteligente profesor Roberto Bein solía afirmar, mesa de café mediante, que la diferencia entre la sociolingüística y la sociología del lenguaje estaba dada por el acento que se pusiera en dicha relación; por eso, los sociolingüistas tenderían estudiar (modelizar, analizar, proponer) la lengua y cómo funciona en ella lo social, mientras que los sociólogos del lenguaje se inclinarían a estudiar (modelizar, analizar, proponer) la sociedad y cómo funciona en ella la lengua. Parece un juego de palabras, pero en la práctica supone teorías y respuestas (teóricas, empíricas, prácticas, sociales, políticas, culturales, etc.) bien distintas.

En el siglo XX, fundamentalmente en la lingüística y en la antropología norteamericanas, se profundizó el estudio del léxico, de los rasgos gramaticales (morfológicos, fonológicos, sintácticos), de la semántica, en interrelación con la cultura y la comunidad lingüística, básicamente en estudios de las culturas aborígenes de Norteamérica. Más allá de sus propuestas, hoy quizás algo envejecidas, lo que estos diferentes trabajos pusieron en crisis, visto en perspectiva, fue cierto modo de pensar, que estaba formateado a partir de los rasgos configuracionales de las lenguas europeas, desde el latín y el griego en adelante. O sea: si en griego, latín y todas las lenguas grecorromanas modernas hay un sujeto y un predicado, por lo tanto iremos a buscar sujetos y predicados en cuanta lengua estudiemos. El ligüista Benjamin Whorf, precisamente, llamó la atención sobre este aspecto, el regodeo de los lingüistas por las lenguas que él llamó S. A. E. («Standard Average European», o sea, las lenguas del tipo europeo estándar)

Fue Whorf quien, a partir del estudio de la lengua amerindia Hopi, encontró que en ésta «es inexacto considerar como cosa natural que un Hopi, conociendo [sic] únicamente la lengua Hopi y las ideas culturales de su propio medio tenga las mismas nociones del tiempo y del espacio que nosotros, nociones éstas a las que a menudo se les supone un origen intuitivo y consideradas generalmente universales» (B. Whorf, cit. por Karmele Roatetxe Amusategui: La Sociolingüística, pág. 84). En principio, la lengua Hopi carece de una palabra que traduzca uno a uno nuestro término tiempo y, por otra parte, la temporalidad se expresa en su lengua con un sistema de opciones gramaticales diferente del de las lenguas SAE, por ejemplo en la conjugación de los verbos, en la relación entre eje temporal y comportamiento del locutor, etc. (en español, por caso, el eje temporal se establece a partir del aquí y ahora desde donde enuncia el locutor, cosa que no ocurre en la lengua Hopi)

Son harto conocidos los diversos estudios comparativos que se han realizado acerca de campos léxicos, tales como el de los colores (por ejemplo, la gama de colores que va desde ciertos tonos grises al azul y al verde son designados, en la lengua Ibo, sólo con el término ocha) o el de las relaciones de parentesco (por ejemplo, en español designamos como cuñado o cuñada las mismas relaciones que el ruso designa de seis modos distintos, según sea mujer o varón, hermana/o propio o del esposo o de la esposa)

Estos casos vendrían a mostrar que cada lengua ha categorizado y modelizado la realidad de acuerdo con pautas específicas, pautas que podemos ver correspondiéndose con formaciones ideológicas, históricas, políticas, geográficas, etc. El lingüista norteamericano Edward Sapir fue quien sugirió la hipótesis del relativisimo lingüístico que luego su discípulo Whorf establecería. Para Sapir, «Dos lenguas nunca son suficientemente parecidas para poder considerarlas como exposiciones de la misma realidad social. Los mundos en los que viven sociedades distintas son mundos separados y no se trata simplemente del mismo mundo con diferentes etiquetas» «La lengua no es sólo un inventario de distintos ítems [sic] sino que define la experiencia de un modo efectivo para nosotros [...] a causa de nuestra proyección inconsciente» (E. Sapir, cit. por Karmele Roatetxe Amusategui, ídem, pág. 83)

A partir de estas intuiciones, Whorf afirmó la hipótesis del siguiente modo: «Diseccionamos la naturaleza siguiendo líneas que nos vienen indicadas por nuestras lenguas nativas. […] El mundo es presentado en un flujo caleidoscópico de impresiones que tiene que ser organizado por nuestras mentes –y esto significa que tiene que ser organizado en nuestras mentes por los sistemas lingüísticos. […] Nosotros dividimos la naturaleza, la organizamos en conceptos, y adscribimos significados […] Así, pues, nos vemos introducidos en un nuevo principio de relatividad que afirma que todos los observadores no son dirigidos por la misma evidencia física hacia la misma imagen del universo, a menos que sus fondos de experiencia lingüística sean similares, o puedan ser calibrados de algún modo» (B. Whorf: Language, Thought and Reality; 1941)


Conducida al extremo, esta hipótesis se torna inadmisible: la lengua impondría al pensamiento una determinada estructura basada en la propia cultura, lo cual supondría, a su vez, una relación determinística entre raza, cultura y lengua. Se pueden presentar varios argumentos en contra de la versión extrema de la «hipótesis Sapir-Whorf»: en primer lugar, las lenguas, son hasta cierto punto, traducibles, lo cual demostraría que hay una base conceptual en gran medida universal; en segundo lugar, y teniendo en cuenta las imperfecciones que supone la traducción (por ejemplo, en los casos de discrepancia léxica entre lenguas dados arriba), siempre se pueden hacer descripciones más o menos genéricas de esos conceptos (por ejemplo, se puede utilizar hermano político o hermana política para las diferencias en las palabras de parentesco entre el ruso y el español), ya que cuando la equivalencia de conceptos entre lenguas no es posible, siempre se puede recurrir a una descripción referencial sustituta (por ejemplo, en inglés existe el concepto pest, que no tiene equivalente castellano, pero puede ser traducido por la descripción “animal nocivo”). Cabe entonces afirmar que existe un fondo conceptual común (parte del lenguaje universal y genético) y una estructuración específica que cada lengua particular realiza de esa base conceptual común.

No obstante, podemos plantear una versión débil de esta hipótesis, por la cual entender que las lenguas suponen condiciones para que se construyan visiones particulares del mundo, que no están determinadas por las lenguas en sí, sino que éstas actúan como condición de posibilidad de aquellas. Como usuarios del lenguaje estamos orientados (aunque no determinados) a ver el mundo a partir de las categorías que nos da nuestra propia lengua. El mismo Whorf pareciera inclinado a suscribir esta versión débil, ya que reconoce que ha habido procesos sociales, como el desarrollo del capitalismo, que ocurrieron fuera del lenguaje (es decir, no determinados por él) y que, incluso, fueron ellos los que dirigieron modificaciones en las lenguas.


El género y el género

Estudiando la lengua Aymara, Martha Hardman afirma:
[En castellano] Lo mismo ocurre con la indicación de sexo. Los pronombres distinguen: él o ella. Los sustantivos distinguen: la doctora, el doctor. Los adjetivos concuerdan. Como la distinción se extiende no sólo a animales sino también a lo inanimado, hay género gramatical. Aunque el verbo no marca género en castellano, siempre resulta difícil una oración, en castellano, sin alguna indicación de sexo. Así que el niño (que el lector, también la lectora, tome nota – el niño masculino) aprende a distinguir el sexo como algo de primera importancia (y, de paso, que el masculino es ‘lo normal’ y el femenino lo derivado; los paralelos culturales están a la vista)
[…]
Los postulados lingüísticos de las lenguas Jaqi no son los de las lenguas indoeuropeas. Ni número ni sexo forman parte de lo que caracteriza a esta familia lingüística. Es, por eso, interesante observar la reacción de los hablantes de las lenguas Jaqi frente a estos postulados del castellano. El de número mayormente sólo provoca fastidio, ya que al hablar el castellano les resulta molesto especificar cada vez, venga a cuenta o no, el número, además de acordarse siempre de todas las (redundantes) concordancias. El postulado de sexo, en cambio, provoca risa. Tanto que comentan que en castellano (como también en inglés) hasta los perros son ‘él’ o ‘ella’. ¿Acaso los perros son gente para decirles así? El perro es perro, no gente para decirle ‘él’ o ‘ella’. (El lector curioso se dará cuenta de los muchos choques que hay en esta observación aparentemente simple)

Martha Hardman: “Postulados lingüísticos del idioma aymara”, en A. Escobar: El reto del multilingüismo en Perú, 1972; págs. 37 a 46

¿Cuál es la situación en el español, al menos en nuestro dialecto rioplatense del español? Transcribo y amplío un "chiste" que ayer se trabajó en un taller sobre sexualidad, para que las conclusiones, luego de la larga perorata, las establezcas como respuesta de este post :)
Zorro: Un héroe justiciero. Un animal.
Zorra: Puta

Perro: El mejor amigo del hombre.
Perra: Puta

Aventurero: Osado, valiente, arriesgado
Aventurera: Puta

Ambicioso: Visionario, enérgico, con metas claras, definidas
Ambiciosa: Puta

Cualquier: pronombre indeterminado (equivalente a Fulano, Mengano, Zutano)
Cualquiera: Puta

Callejero: parteneciente o relativo a la calle. Aplícase tambien a ciertas expresiones urbanas (cfr. "arte callejero")
Callejera: Puta

Hombrezuelo: diminutivo: hombrecillo. Mínimo, pequeño
Mujerzuela: Puta

Un hombre público: personaje prominente. Funcionario público. Dignidad. Hombre afamado
Una mujer pública: Puta

Hombre de la vida: Hombre con gran experiencia. Sabio
Mujer de la vida: Puta

Atorrante: Hombre que vive en las calles. Afectivamente, simpático, vivo, sagaz
Atorranta: Puta

Un hombre rápido: inteligente, despierto, vivaz.
Una mujer rápida: Puta

Puto: Homosexual, hombre que tiene relaciones sexuales consentidas y gratuitas con otros hombres
Puta: Puta, o sea, por si no queda claro, mujer que se cosifica y comercia con su cuerpo

Dios: Ser supremo, creador del universo en la religión judeo-cristiana, cuya divinidad se transmitió a su hijo varón por línea paterna
Diosa: Ser mitológico, fatuo, de culturas supersiticiosas, obsoletas, olvidadas.

Patri-monio: conjunto de bienes
Matri-monio: conjunto de males

Héroe: ser de capacidades y acciones extraordinarias
Heroína: una droga

Un hombre atrevido: osado, valiente, desenfadado
Una mujer atrevida: insolente, maleducada

Soltero: codiciado espécimen, supone o puede suponer inteligencia, habilidad
Soltera: quedada, lenta, ya se le fue el tren

Suegro: padre político
Suegra: Bruja, metiche, vieja de mierda

Machista: Hombre macho, viril
Feminista: Una lesbiana

Ser un Don Juan: un hombre picaflor, cabal, en todos sus sentidos
Ser una Doña Juana: la mujer de la limpieza, la vecina chusma de la esquina, etc.

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