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viernes, 5 de septiembre de 2008
¿Qué implica tomar una fotografía? • ¿Qué hay detrás de esa actividad que consideramos puramente individual, pulsional, divertida? • ¿Qué tipo de (inter)relaciones con lo social se establece?
Tomar una fotografía suele ser visto como una acción puramente individual, desligada de los contextos en que se realiza, sin mayor relación con las demás personas y las demás fotografías que desde hace más de un siglo y medio se han venido haciendo en todo el mundo: un registro sencillo, inocente, simpático, que cada uno de nosotros decide obtener de aquellas experiencias que consideramos importante mantener presentes, sin olvido.
Susan Sontag inscribe sus reflexiones acerca de la fotografía en el marco de la alegoría de la caverna de Platón o, dicho de otro modo, en la cuestión acerca del valor de verdad de las imágenes. Pero la caverna platónica trabaja con imágenes-huellas, es decir, con marcas visibles de las cuales se puede interpretar la presencia de algún tipo de objeto próximo (y ausente) que las produce. La clase de conexión que relaciona esa huella (o índice, en términos de Peirce) con su objeto en la mente, es decir, entre la idea de esa huella y la idea del objeto que la proyecta, es de naturaleza distinta de la que une a la imagen (fotográfica) con su objeto, ya que una fotografía no apunta a marcar la proximidad del suyo sino, ante todo, su similitud cualitativa, la analogía.
Platón sostiene que el mundo de las apariencias, el mundo sensible, es el punto de inflexión para la construcción del mundo de las ideas, de la reflexión, del conocimiento. Los hombres que se encuentran encadenados en la caverna toman las apariencias por lo real, y las interpretan como tal, porque en principio hacen corresponder en sus mentes esas apariencias con ciertos objetos y, al hacerlo, pueden integrarlos en un sistema de explicación de esa realidad, es decir, en un sistema de conocimientos tomado como verdadero. En última instancia, esos objetos y esas apariencias SON en la medida en que han ingresado en la mente y han sido interpretados y relacionados por ella; antes de esto, sólo eran sombras vagas que no remitían a nada. Para que dichas apariencias fueran consideradas como sombras-de-algo, ha debido de existir, aunque Platón no lo mencione, una especie de consenso o de basis social, que es interpelada y cuestionada por el esclavo que logra traspasar el pasillo y acercarse al mundo exterior, el de la reflexión filosófica.
Susan Sontag inscribe sus reflexiones acerca de la fotografía en el marco de la alegoría de la caverna de Platón o, dicho de otro modo, en la cuestión acerca del valor de verdad de las imágenes. Pero la caverna platónica trabaja con imágenes-huellas, es decir, con marcas visibles de las cuales se puede interpretar la presencia de algún tipo de objeto próximo (y ausente) que las produce. La clase de conexión que relaciona esa huella (o índice, en términos de Peirce) con su objeto en la mente, es decir, entre la idea de esa huella y la idea del objeto que la proyecta, es de naturaleza distinta de la que une a la imagen (fotográfica) con su objeto, ya que una fotografía no apunta a marcar la proximidad del suyo sino, ante todo, su similitud cualitativa, la analogía.
Platón sostiene que el mundo de las apariencias, el mundo sensible, es el punto de inflexión para la construcción del mundo de las ideas, de la reflexión, del conocimiento. Los hombres que se encuentran encadenados en la caverna toman las apariencias por lo real, y las interpretan como tal, porque en principio hacen corresponder en sus mentes esas apariencias con ciertos objetos y, al hacerlo, pueden integrarlos en un sistema de explicación de esa realidad, es decir, en un sistema de conocimientos tomado como verdadero. En última instancia, esos objetos y esas apariencias SON en la medida en que han ingresado en la mente y han sido interpretados y relacionados por ella; antes de esto, sólo eran sombras vagas que no remitían a nada. Para que dichas apariencias fueran consideradas como sombras-de-algo, ha debido de existir, aunque Platón no lo mencione, una especie de consenso o de basis social, que es interpelada y cuestionada por el esclavo que logra traspasar el pasillo y acercarse al mundo exterior, el de la reflexión filosófica.
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