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jueves, 18 de septiembre de 2008

Si querés estudiar, tenés que ir a un privado

Continuamos con la serie de publicaciones relacionadas con los "lugares comunes" acerca de la educación • Hoy quisiera que charláramos acerca de la "excelencia" y de los colegios privados


Según contaba mi viejo, cuando él era chico (hizo la primaria en la época del primer peronismo: llevó luto cuando murió Evita, tuvo un maestro que no quiso ponérselo y perdió el puesto, etc.), estudiar en una escuela pública era estudiar en una escuela "de calidad". Y viceversa: estudiar en un colegio privado era cosa de chantas, de reos sin redención, algo fácil y muy mal visto. Y no estamos hablando del Nacional Buenos Aires: él estudió la primaria y la secundaria en la zona de Devoto-Villa Luro-Liniers. Según les voy a contar a mis descendientes, cuando yo era chico (hice la primaria cuando promediaba la dictadura militar, con cancioncita todas las mañanas durante la Guerra de Malvinas), estudiar en una escuela pública era, todavía, ir a una escuela de calidad, y la opción de un colegio privado era -como fue siempre- una decisión confesional (siempre hablando de escuelas medio-pelo, escuelas de barrio) Según mis descendientes les van a contar a los suyos, cuando ellos hayan sido chicos las poquitas escuelas estatales que ofrecían una educación más o menos digna eran islitas dentro de un sistema diezmado y destruido. Y viceversa: estudiar en un colegio privado era percibido como la mejor opción para padres preocupados por sus hijos.

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¿Qué evalúa una familia (qué evalúa una sociedad) cuando considera a qué escuela irán sus hijos? ¿Qué es la tan mentada "calidad" en la educación? Muchos padres asumen que el parámetro es que los docentes no falten: que no se enfermen, que no hagan paros, que tengan suplente rápido. Algunos o muchos de esos padres, en tanto padres, están invisibilizados en sus familias, por ejemplo, por sobreempleo, o se ausentan en sus trabajos cuando se enferman, o hacen paros. Pero el docente es un sacerdote de su vocación... Y por un trabajo de cuatro horas y tres meses de vacaciones, ¿qué más quiere? Otras familias toman en cuenta que los aprendizajes son mensurables, y asumen como criterio de medición las carpetas. Hacen una especie de relación directa que podría resumirse en: a carpetas abultadas, mucho estudio, y a mucho estudio, aprendizajes de calidad. Una clase de química en el laboratorio podría llevar a muchísimos aprendizajes, ya que cierto alumno podría mezclar y probar combinaciones de elementos de modos distintos, por su cuenta si quieren (el profesor faltó, pongámosle). Aprendería a formular hipótesis, controlar variables, confrontar resultados y establecer conclusiones. Todo eso en dos horas. Además, incorporaría cuestiones específicas de la química, amén de esas estrategias cognitivas de las que hablábamos antes: por ejemplo, a combinar nitroglicerina y bióxido de silicio. Y de pasó haría explotar ese laboratorio en el que se encontraba. Como verás, "aprendió" muchas cosas, pero en su carpeta sólo anotaría: trinitrato de 1,2,3-propanotriol / 4C3H5(NO3)3 (l) + SiO2. En realidad, ni siquiera haría falta esa carpeta, porque lo encontraría en Internet, como lo hice yo hace cinco minutos.

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Un concejal recién llegado a cualquier Concejo Deliberante sabe que, en forma urgente, tiene que organizar empresas que terminen siendo prestatarias o contratistas de los negocios del municipio al que pertenece y a las que él, como concejal y como bloque, decidirá y autorizará. Los "cargos políticos" tienen ese no-sé-qué-qué-sé-yo en los cuales, aun cuando no transes con coimas y chanchullos, igual te llenás de guita. Hace un tiempo comenté que, según una alta fuente del gobierno municipal de La Matanza, las obras de ampliación de la Ruta 3 se detuvieron, en una primera etapa, porque la empresa que ganó la licitación era del Sultán de Anillaco, y que se frenó directamente en el Ministerio de Planificación, el cual impugnó y reacomodó las cosas para que el negocio quedara en k-asa. Un "cargo político" en educación tiene los mismos requisitos y los mismos conflictos de intereses. Acá en La Matanza ha habido casos antológicos de cierto Jefe de Inspectores de Rama Media casado con cierta representante legal de un colegio secundario privado de la zona de Laferrere, instituto que creció exponencialmente en el período en que su esposo supervisó ese mismo nivel educativo. Hay casos de directores de Polimodales públicos que a su vez son directores y/o representantes legales (dueños) de Polimodales privados, en la misma zona de influencia (yo hablo por Clemente, pero hay muchísimos). O estuvo Alfredito, un director de escuela media que supuso que podría construir su propio colegio distrayendo cositas de la obra de la escuela estatal que él dirigía (lamentablemente para él, se reincorporó Jorgito, el titular de ese cargo, y no sólo no pudo edificar su propia empresa, sino que tuvo que contemplar cómo el regresado se hacía, así de la nada, de una flota inicial de seis taxis, que a los seis meses le dio otros seis, y así exponencialmente)

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Todos los colegios privados (con mínimas excepciones) están subvencionados por el Estado, o sea, entre todos pagamos el ciento por ciento de los gastos de planta funcional (sueldos). Al representante legal (el "dueño") le queda asumir los gastos "operativos", tales como luz, gas, limpieza, etc. Generalmente, estos gastos son solventados a partir de pagos especiales (las "extraprogramáticas"), venta exclusiva de uniformes y distintivos, bonos contribuciones, etc. Esta misma lógica funciona en las escuelas públicas: el Estado se hace cargo de los sueldos, y los gastos operativos quedan a cargo de las Asociaciones Cooperadoras cuyo objetivo es, como su nombre lo indica, cooperar, pero jamás el de sostener la escuela pública ni mucho menos el de lucrar con ella.

En los '90, la Ley Federal de Educación consolidó legalmente lo que Austin nos había enseñado en los '60: que decir es hacer y, de este modo, al declarar que las escuelas eran todas "públicas" y que se diferenciaban sólo por su "gestión" (escuelas públicas de gestión estatal / escuelas públicas de gestión privada), hizo que "lo público", es decir, lo que sostenemos todos porque es de todos, se ampliara. La consecuencia, que jamás se ensayó ni se previó legalmente, es que siendo un colegio privado parte de lo público, pues entonces debería la comunidad educativa tener instancias de control, participación y decisión en dichas instituciones, algo que, por supus gordi, no ocurre. Dicho de otro modo: los colegios privados son "públicos" en cuanto a la responsabilidad del Estado pero "privados" en cuanto al manejo, las decisiones y las ganancias. El Estado, entonces, es responsable primero en ambos casos. Cuando alguien opta por un colegio privado, porque la escuela estatal es mala, está mandando a su hijo/a a una escuela del Estado, paradójicamente.

Vale decir que la inversión que hace 30 ó 40 años se hacía, y que iba directamente a cada escuela pública (y en definitiva a cada alumno), ahora está diversificada, ya que sostiene dos circuitos: en uno, el dueño o representante legal hace la diferencia, la plusvalía; en el otro, los funcionarios suprainstitucionales abultan los montos y -creatividades bonaerenses mediante- no "se quedan con el vuelto" sino con la cuenta completa (el "vuelto", con suerte, es lo que llega a las escuelas). Sin embargo, y como decíamos antes, como la escuela estatal sí fue, es y será parte de "lo público", en ella sí se dan instancias de participación, control y decisión, y no sólo de los docentes, sino de los padres y de la comunidad educativa en general. Los paros, las tomas de edificio, etc., son dos entre las múltiples interpelaciones que las comunidades educativas se realizan a sí mismas y al Estado, algo que, sin dudas, en tanto "valor" es mucho más "valioso" de aprender que el hecho de que el dueño haga y deshaga a su antojo. En definitiva, las escuelas públicas están para que cambiemos nuestra realidad y nuestro futuro, y son un semillero de participación para personas que, aunque la ley no los consagre aún como ciudadanos, participan como tales en sus ámbitos. Y si las escuelas públicas no son esto, es por simple desidia, pero están dadas las condiciones: algo que está obturado de antemano en un colegio privado.

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Si querés estudiar, tenés que estudiar, podríamos concluir. Siempre ocurrió que se estudiaba en, sobre, y por debajo de la institución "escuela". Cuando hablamos de "estudiar", abarcamos ciertas aptitudes, condiciones,
actitudes, posibilidades y facilitaciones, todas ellas bien materiales. La cuestión de "escuela pública" o "colegio privado" tiene que ver con los circuitos de ganancia y corruptela, que se sostienen creando en el imaginario social la idea de que en los colegios privados la clase media/medio-alta puede estudiar tranquilita y anestesiada, mientras el vecino pobre de la cuadra "va a la estatal". En ambos casos, el que instruye y destruye es el Estado. En ambos casos, los requisitos para el ingreso en la docencia son los mismos (en los privados, incluso, son mucho más laxos, ya que entran estudiantes con el solo designio del representante legal, y todos lo hacen por "colocación directa", es decir, no hay concurso de títulos ni actos públicos de oposición). Y en ambos casos, hecho fundamental, el docente que quiere realmente "abrir cabezas" lo hace, y el alumno/a que quiere "pensar" también lo hace. ¿Cuál es la diferencia, entonces? Que en la escuela pública, (que es verdaderamente nuestra,) nosotros, ese colectivo amplio que nos involucra a todos, podemos meternos y transformar. Y eso no se hace con uniformes Rebelde Way. Lo otro... Lo otro es pura apariencia, pura pantomima mientras se abultan los bolsillos de los empresarios farsantes.

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