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miércoles, 8 de agosto de 2007

Dos correos electrónicos que recibí, como respuesta a los envíos masivos que hice promocionando el Blog, son el origen de estas reflexiones


Por estos días, en la febril tarea de promocionar el Blog, envié muchísimos correos desde las diferentes casillas que en algún momento usé para Taller y para Comisión. En una de las respuestas que recibí, alguien me preguntaba si yo era su antiguo profesor del CBC, me informaba que había abandonado la carrera, y que del CBC rescataba dos profesores, que no eran como [PIIIIIIP (censura previa)], y argumentaba: «por favor, una verguenza, a veces no se como personas tan incapaces pueden llegar a ser profesores» (textual, así, sin acentos). Y terminaba con un «pero bueno, es la UBA»

El otro correo, con tono un poco más “amigable”, me agradecía el vínculo al blog, que ya lo visitaría, etc., y me avisaba que volvería a cursar este cuatrimestre Semiología, aunque no entendía por qué, habiendo aprobado el Taller, tenía que recursar ese tramo de la materia. Mezclo, entonces, en un solo comentario, ideas que me surgieron con cada mensaje y que ya usé en respuestas individuales.

La materia Semiología, como tal, está desde los comienzos del CBC. Simplificando bastante, podríamos decir que consiste en el primer acercamiento a la problemática de la comunicación, el lenguaje y los signos para quienes ingresan en la UBA. Precisamente fueron los profesores de esta materia los primeros, no en detectar los problemas de escritura y lectura que los/as alumnos/as tenían y tienen (eso lo sabemos todos, hasta los mismos alumnos/as) sino los primeros en proponer algo, una idea, un “hacer”. Al principio esto fue “de onda”, una especie de prueba piloto, y luego se plasmó en el Taller de Lectura y Escritura.

Pasaron muchos años hasta que la Universidad institucionalizara los Talleres, es decir, les otorgara entidad curricular dentro del CBC. Hasta entonces, había Sedes que los tenían, y Sedes que no los tenían; Sedes en las que los alumnos promocionaban automáticamente y Sedes en las que los alumnos debían aprobar en examen final; Sedes en las que el Taller consistía en una especie de “clase de apoyo” teórico y Sedes en las que se abordaba la complejidad y la problemática específica de la escritura y la lectura, etc.

Está claro, creo, que cualquier cuestión que se plantee respecto de la lectura y la escritura, sea académica, sea pedagógica, etc., está directamente involucrada con la problemática de la comunicación, el lenguaje y los signos, motivo por el cual se entiende por qué fue desde la materia Semiología desde donde surgió el Taller.

Hace ya unos años, finalmente, el CBC incorporó los Talleres a la materia y reguló su funcionamiento, el sistema de promoción, etc. Semiología, entonces, como materia del CBC, tiene un “estatus” especial, por cuanto para el desarrollo de ciertas unidades de su programa se cuenta con un horario específico y un docente específico: lo que internamente denominamos “Comisión” y “Taller” son, en definitiva, bloques de unidades del programa, trayectos de propuestas pedagógico-didácticas diferenciadas para un misma materia.

Todos sabemos que un/a alumno/a, que cursó una materia cualquiera (la que sea) y obtuvo, por ejemplo, un 7 en el primer parcial y 4 en el segundo, no puede pedir que en el examen final no le tomen los temas que corresponden al primer parcial, “porque ya los aprobó”. La materia es una totalidad, y su promoción está pautada por el Reglamento de Calificaciones de la UBA, normativa que no prescribe tal situación. Lo mismo pasaría si, luego de desaprobar las tres instancias de examen final, ese/a alumno/a tuviera que recursar tal materia: no podría solicitar no cursar la primera parte de a materia, ni que no se le evalúe sino el segundo parcial, etc.

Haber aprobado el tramo de Taller supone el haber logrado los aprendizajes previstos para esas unidades del programa de estudios. Ni más, ni menos. Haberse acercado a la problemática de la lectura y la escritura, haber mejorado sus prácticas de lectura y escritura. Ni más, ni menos. La materia Semiología, como se ha dicho, está compuesta por dos tramos o trayectos, por dos bloques de unidades, pero es una sola, y como única materia se promociona (o no) con el mismo Reglamento del ejemplo de párrafos anteriores, el mismo que todos/as en el CBC tienen. Podría suceder que un alumno hubiera aprobado la instancia de Comisión y no la de Taller, o a la inversa, o que los exámenes finales estuvieran desaprobados y debiera recursar. Se recursa la materia “043”, no hay “sub 1” ni “sub 2” para uno u otro trayecto.

Recursar, hecho por demás nada terrible (más allá de que obviamente, todo el plan inicial de entramado de tiempos se dilata), supone que se podrían presentar dos entre muchas actitudes: la del “qué garrón, de nuevo lo mismo” y la del “que garrón, pero al menos ahora capaz que cazo algo”. La primera seguramente cerrará la predisposición de ese/a alumno/a hacia la materia y no facilitará que logre ahora los aprendizajes que antes no alcanzó. La segunda, en cambio, los facilitaría. “Facilitaría” escribo, porque sabemos que el aprendizaje es un camino árido, plagado de sabores y sinsabores, placeres y displaceres. Pero no se da por sí solo, sino que hay que propiciarlo, provocarlo, establecerlo: no se aprende ni por magia, ni por ósmosis.

En el caso particular del Taller, por su misma dinámica de taller, recursar nunca implica “hacer lo mismo”: pueden ser las mismas actividades, las mismas consignas, los mismos textos, pero de cualquier modo su abordaje en el aula, los obstáculos concretos que se presentan a cada alumno/a en cada actividad, son únicos y enriquecen la clase. Aquí, más que en ningún lado, el docente (ni más, ni menos) es un facilitador, un “engarzador” de los diferentes problemas que cada alumno/a tuvo, un catalizador de soluciones alternativas: un escritor idóneo, competente, formado disciplinarmente en estas cuestiones de la comunicación, el lenguaje y los signos, en función de la lectura y la escritura, que acompaña el proceso de aprendizaje de los escritores “noveles” que allí se encuentran.

En una clase basada en la dinámica de taller, si el grupo de alumnos es apático, poco participativo, indolente, las clases son eso mismo. Al contrario, si el grupo es dinámico (alocadamente dinámico, incluso), participativo, interesado, las clases serán eso mismo. El profesor del Taller de Lectura y Escritura no está para “dar clase” en el sentido tradicional, porque no se puede “dar teoría” acerca de la práctica de leer o escribir: se mejora la propia escritura y la propia lectura, leyendo y escribiendo, no contándote cómo lo hago mientras vos envidiás que pueda hacerlo así.

Aquel/lla que recursa el Taller, aun habiéndolo aprobado, cuenta con la posibilidad de continuar sus aprendizajes, profundizar su reflexión acerca de la escritura y la lectura, porque este proceso es infinitamente recursivo. Así las cosas, no hay profesores de Taller buenos o malos en sí mismos, sino que hay grupos, hay predisposiciones a la tarea, hay condiciones concretas de clase que llevan a que el Taller sea productivo o no lo sea. Para decirlo de un modo casi bíblico: hay buena tierra para buenas semillas, buena tierra para malas semillas, malas tierras para buenas semillas y malas semillas para malas tierras. En cualquiera de los cuatro casos, tierra y semilla son imprescindibles. En cualquiera de los cuatro casos, es la interacción entre ellas dos las que hará de esa simbiosis una planta. Y esto vale, salvando las distancias, para cualquier clase, cualquier “díada” docente-alumno.

Cada alumno/a tiene el derecho, y la obligación, de pedir que sus docentes sean idóneos, responsables, didácticamente competentes. Esto es indiscutiblemente cierto. Cada docente tiene el derecho, y la obligación, de pedir que sus alumnos se interesen, se responsabilicen, y asuman que en su proceso de formación el principal protagonista son ellos mismos, puesto que el profesor no hace milagros, por más “buena semilla” que sea. Aclaro que estoy escribiendo, como se entiende, acerca de la “micro-relación” docente-alumno en clase. Hay muchísimas cosas que exceden este posteo: la burocracia, el curro, el acomodo.

No es la UBA, por ser la UBA, el reservorio de todas las calamidades. Ni es el ámbito de todas las virtudes. Apenas, creo, es lo que todos hacemos de ella. Pero está en nosotros hacerla como es y como queremos que sea, al menos en lo que nos compete en lo inmediato: la clase, los contenidos, las notas. Afirmar que todo pasa de determinado modo porque «claro, es la UBA» es una deformación y una paradoja: deformación, porque desplaza “hacia el otro”, “hacia fuera” las responsabilidades; una paradoja porque, en definitiva, «es la UBA» es otra forma de decir «soy yo, sos vos: somos nosotros»

5 comentarios :

  1. Hola Esteban, mi "respuesta", o mejor dicho, opinión acerca de tu artículo "La universidad de Buenos Aires, las clases, los docentes y los alumnos" no tiene como fin, bajo ningún punto de vista, ser contradictorio al mismo y mi tono de escritura, cosa que muchas veces se confunde en este medio, es muy amigable.
    Hecha esta aclaración quiero expresar lo que siento.
    Estoy de acuerdo en muchos de los puntos, la mayoría de ellos. Sólo creo que la UBA, como institución misma, más allá de la paradoja de decir "es la UBA" y lo que ello implica, es todo el conjunto, más allá de la micro-relación docente-alumno. La burocracia, el curro y el acomodo, son, entre otras cosas, temas que hacen al día a día de todos nosotros, y por tanto, a la predisposición misma. No creo que el alumno del primer mail que citó, tenga derecho a decir lo que dijo, o más bien derecho sí, no creo que esté en lo correcto. Pero creo que todo va transformando las ganas de uno hacia la facultad, hasta el punto de agotarnos. Sé que esto no es culpa de usted, simplemente es una obvservación acerca de su propia observación.
    Aveces uno cae en eso de "y bueno, qué vamos a hacer, es la UBA" con resignación, pero otras veces lo hace con bronca. Los profesores no son siempre lo que deberían y los alumnos definitivamente tampoco. Simplemente creo que todos los que formamos parte de la UBA deberíamos cambiar un poco la forma, desde nuestro lugar de alumnos o desde su lugar de docentes, sin amedrentar, asustar, desvalorizar como suele hacerse en este ámbito más que a menudo.
    Lo felicito por su blog, creo que abre una puerta hacia la reflexión y al intercambio de opinión.
    Saludos cordiales.
    Priscila.-

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  2. Priscila: Comparto con vos que la UBA, cualquier universidad, el sistema educativo todo, está atravesado, en lo "macro" por problemas, vicios y crisis muy, muy arraigados: creéme que lo comparto plenamente. Quizás -seguramente- vos y yo nunca hablamos de estos temas, pero quienes me conocen "por fuera del aula" digamos, saben de mis puteadas constantes, de mi decepción e impotencia hacia, por ejemplo, el sistema educativo de la pcia. de Buenos Aires en general, y la situación de la educación media en La Matanza, en particular. No obstante, en el post quise focalizar acerca de lo que sí está en nosotros, en lo inmediato, cambiar: la clase. Tanto docentes como alumnos. Porque es cierto, creo, que ni el docente hace todo, ni los alumnos logran todo solos. Quizás el "apasionamiento" (aunque por lo general al escribir adolezco de tal tono) pueda hacer creer que intenté una defensa corporativa de "los docentes", pero creo que si se relee todo el texto se ve que no es así. Y también creo que es un poco utópico suponer que la clase puede desarrollarse como una "burbuja", ignorando lo macro, que está patas para arriba. En realidad, el objetivo, modesto, era el de poder "dialogar" con ese correo que me llegó y que depositaba en "el desastre" de la profesora toda la frustración de haber abandonado la carrera, como si dijéramos que el hecho de haberse roto el bastón tiene la culpa de la renguera...
    Priscila, gracias por venir y espero seguir contando con vos por acá! :)

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  3. Me pregunto por dónde empezar. Los comienzos pueden ser infinitos. Soy alumna de otra Universidad Pública, pero con los mismos problemas que vos contas en tu nota. A un paso de recibirme, me crucé con un profesor que no me deja dormir por las noches. Y no es precismaente por estar enamorada de él. Llamémosle a este sujeto -sin ninguna connotación despectiva- piedra. Ésta es la primera y -ruego- última piedra con la que me enfrente en mi actual carrera. A las otras las pude esquivar, obviar, tolerar, aceptar, formar parte de ellas, negarlas e incluso serle indiferentes. Mi problema es que recién ahora me dolió ese golpe. Las otras no las sentí. O quizá peor, tuve una actitud masoquista. Lo difícil de todo esto es alcanzar a ver el problema. Y lo más complicado, actuar para modificarlo. ¿Por qué no actué antes, con los otros obstáculos que sufrí? Hoy, estoy sintiendo todos esos golpes juntos.
    Daniela

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  4. y bue yo soy el mismo que planteo lo de taller Esteban, ojo sigo pènsando igual pero a lo mejor puedo entender lo que planteas recien ahora. Una aclaraciòn, el taller del que yo participe, en el segundo cuatrimestre del 2006, te lo digo en serio, no tenìa relaciòn alguna con la comisiòn, por eso digo lo aprobe, no aprobe comisiòn es justo recursar, taller no, esos conocimientos son estàticos, si se quiere, pero te aseguro que desde mi punto de vista creo que deberìa separarce el taller de la comisiòn, no estàn obligadamente relacionadas las cosas que se trabajan en cada espacio, o al menos el curso de una no evita el funcionamiento de la otra, y para mas claro, claro que el legisigno, la parte legal es al menos para mi obligada, entonces comprendo que debo recursar ambas partes de un todo, pero planteo, serà que deben ser parte de un todo? Yo creo que no, y aunque suene compadrito (perdòn) creo no ser el ùnico que lo piensa.Habrìa que ver el porque de mis afirmaciones, simple, en mi primera cursada repito no tenìa nada que ver una cosa con la otra, se puede consultar otros alumnos de ese mismo cuatrimestre. Pero claro que de todas formas acepto te respuesta como valida, la mìa es personal aunque he citado el dejo acàdemico plasmado en que los contenidos no estaban necesariamente relacionados, se podìa desaprobar tranquilamente comisiòn y aprobar la clase taller, lo ùnico que aprendì es a citar pero no habìa enlaces al hipertexto, mas que la historicidad del termino, ni acercamientos a Jacobson, ni kerbrat, ni al mercado lìnguistico, te lo aseguro, a lo mejor a mi me todo la figurita dificil, y el clàsico las profesoras de lengua son todas... pero yo soy profesor de lengua y la profesora que tengo en este cuatrimestre de taller me parece exelente, no critico a la otra como docente pero si digo que no se si fue ella o quien sabe quien, no armo la jugada de manera que ambas instancias tuviran relaciòn verdadera. En fin es solo una de tantas opiniones me parece a mi que valida. soy vicktor de Marmol y curso a la noche en sede avellaneda. Exitos.

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  5. ¿A la noche? Jeje, pasando nombre y apellido y DNI, que necesito hacer una marquita en el listado... Ja, chiste. A ver si podemos construir algo con esta cibercharla: que el Taller debiera ser una materia aparte, lo comparto. No sé si por los motivos que exponés; quizás lo mío es más optimista y tajante: debería ser una materia obligatoria para todas las carreras, al estilo de Pensamiento Científico y Sociedad y Estado, con cuatro horas de clase (no dos) y con grupos de no más de 20/30 alumnos. Pensar "Científico" y "Estado" como las únicas dos obligatorias supone una decisión de política (educativa), algo así como "queremos que todos nuestros alumnos, ya de entrada, vayan forjando un "pensamiento científico" y reflexionen acerca de nuestra sociedad, nuestra historia y nuestro Estado. Pensar en el Taller como un recoveco de una materia en particular, también es una decisión política (educativa) Repito: coincido en que deberían ser dos materias distintas, pero la diferencia -creo- radica en el fundamento: si es por una cuestión simplista (como es fácil, que esté por separado, así no vuelve a joder) no creo que se pueda tomar en consideración, en tanto implica una respuesta curricular a un motivo... llamémosle "no curricular"
    Que no tengan relación, sigo discutiéndolo: vos mismo decís que trabajaron la historicidad del género que se proponía en ese cuatrimestre (de lo cual doy fe, porque hasta ese entonces yo también daba Taller) Que la relación no sea prístina, no sea clara, transparente, "uno a uno", puede ser, como no lo suelen ser las relaciones del conocimiento en general. Que apareciera lo que decís que faltó (y que eran responsabilidad de Comisión, no de Taller) hubiera convertido el Taller en clase de apoyo, cosa que no es ni quiere ser.
    Las "relaciones verdaderas" que pedís dependen de muchísimos factores, entre ellos el tiempo, las capacidades del docente para poder establecer esas relaciones en ese tiempo, y las capacidades del alumno para poder establecerlas en ese tiempo, puesto que la idea no es ni "dar todo servido" ni que el alumno "se las arregle solo", y todo esto en escasos tres meses. Desde ese punto de vista, cursar cualquier materia, la que fuera, no es más que un "comenzar a pensar" ciertas cuestiones, ciertos problemas: apenas eso. Y apenas ese es el objetivo del Taller: ofrecer a los alumnos/as la posibilidad de (re)pensar cuestiones relacionadas con la escritura y la lectura, porque de ese modo, objetivando esos procesos, es como se pueden mejorar.
    Saludos y seguí escribiendo, que -al menos yo- esto lo veo muy piola y enriquecedor: y era chiste lo de identificarte, no es esa la idea...

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