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lunes, 5 de enero de 2009
La ciudadela de Machu Picchu, fortaleza construida en medio de la Cordillera, está alejada de la línea del Capac Ñan (Camino Real) • Este es una perfecta línea a 45º que une los sitios arqueológicos más importantes del territorio Inka • Se relaciona con la Chakana (Constelación de la Cruz del Sur), que explica la ubicación y ubicación de todas las grandes ciudades andinas
La ciudadela de Picchu era una Llacta, es decir, una ciudad burocrático-administrativa (y de descanso de la aristocracia) que les servía a los antiguos incas para regentear sus dominios de la zona del Tawantinsuyu. Sin embargo, está alejada de la línea de construcción de las ciudades incaicas, que van orientadas de sur a norte y de este a oeste, y su diseño denota una importancia especial dentro de su organización política. Permaneció oculta a los ávidos ojos de invasores españoles durante cuatro siglos, hasta que casi por casualidad fue encontrada por el expedicionario Hiram Bingham, en 1911, escondida bajo la vegetación.
Está conformada por dos sectores: en el agrario, inmensas terrazas de piedra hacen las veces de cascadas de agua, que aprovechan las vertientes y las lluvias, para cultivar en ellas; en el sector urbano, las 270 edificaciones familiares rodean y ladean a los principales templos y edificios gubernamentales.
Al pie de Machu Picchu se halla actualmente la ciudad de Aguas Calientes, aunque en tiempos originales la fortaleza se conectaba con Ollantataytambo, distante a unas tres horas en ferrocarril. Machu Picchu era una ciudad sagrada a la que se accedía en peregrinaje de purificación, que se coronaba con el actualmente denominado Camino del Inca, un recorrido de cuatro días y tres noches, en la montaña, por el que se accede al punto más alto desde donde se puede contemplar la majestuosidad de la creación.
Cuando los españoles atacaron el Cusco, el Inka mandó aviso mediante sus chasquis (mensajeros en postas fijas) y ordenó destruir todos los caminos de acceso, motivo por el cual los invasores, ávidos de descubrir ciudades en la selva con el febril sueño de encontrar la mítica de Eldorado, jamás hallaron la ciudadela de Picchu, protegida por las montañas y la vegetación. No obstante, los pobladores abandonaron su ciudad, cuya construcción les llevó alrededor de cuarenta años y que abandonaron sin concluir.
Nuestro cronista itinerante, con envidiable estado atlético, subió hasta la ciudadela y, como toda reacción, enmudeció. Racionalista descreído, por un instante sucumbió ante los misterios y maravillas de los antiguos, con devoción casi dogmática. Pero volvió enseguida a las bases terrenales, preso del caos de la actual civilización y su principal actividad, el turismo desorganizado y cuasi estafador. Y si bien esto no empañó el recorrido (mas sí su ánimo momentáneo: en definitiva, es cierto, es un cabrón), desistió de subir al Intihuatana, por miedo a perder el blusero tren de las 16 (que en realidad era el tren de las 18, pero dada embarullada visita, podía ser el tren de cualquier horario) Los cuatro días a pie, por el Camino del Inca, también quedaron esperando para una futura ocasión.
Está conformada por dos sectores: en el agrario, inmensas terrazas de piedra hacen las veces de cascadas de agua, que aprovechan las vertientes y las lluvias, para cultivar en ellas; en el sector urbano, las 270 edificaciones familiares rodean y ladean a los principales templos y edificios gubernamentales.
Al pie de Machu Picchu se halla actualmente la ciudad de Aguas Calientes, aunque en tiempos originales la fortaleza se conectaba con Ollantataytambo, distante a unas tres horas en ferrocarril. Machu Picchu era una ciudad sagrada a la que se accedía en peregrinaje de purificación, que se coronaba con el actualmente denominado Camino del Inca, un recorrido de cuatro días y tres noches, en la montaña, por el que se accede al punto más alto desde donde se puede contemplar la majestuosidad de la creación.
Cuando los españoles atacaron el Cusco, el Inka mandó aviso mediante sus chasquis (mensajeros en postas fijas) y ordenó destruir todos los caminos de acceso, motivo por el cual los invasores, ávidos de descubrir ciudades en la selva con el febril sueño de encontrar la mítica de Eldorado, jamás hallaron la ciudadela de Picchu, protegida por las montañas y la vegetación. No obstante, los pobladores abandonaron su ciudad, cuya construcción les llevó alrededor de cuarenta años y que abandonaron sin concluir.
Nuestro cronista itinerante, con envidiable estado atlético, subió hasta la ciudadela y, como toda reacción, enmudeció. Racionalista descreído, por un instante sucumbió ante los misterios y maravillas de los antiguos, con devoción casi dogmática. Pero volvió enseguida a las bases terrenales, preso del caos de la actual civilización y su principal actividad, el turismo desorganizado y cuasi estafador. Y si bien esto no empañó el recorrido (mas sí su ánimo momentáneo: en definitiva, es cierto, es un cabrón), desistió de subir al Intihuatana, por miedo a perder el blusero tren de las 16 (que en realidad era el tren de las 18, pero dada embarullada visita, podía ser el tren de cualquier horario) Los cuatro días a pie, por el Camino del Inca, también quedaron esperando para una futura ocasión.
Referencias:
Foto 1: Vista general de Machu Picchu y, a la derecha, del Intihuatana
Foto 2: Terrazas de agricultura (sector agrario)
Foto 3: Vista general de la plaza principal y del sector urbano de viviendas
Foto 4: Templo central
Foto 5: Interior (con el techo reconstruido) de una vivienda
Etiquetas de esta entrada: Biografía polifónica
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