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viernes, 17 de octubre de 2008

El placer travestido

En nuestros tiempos, todo apunta al placer, a la industrialización del disfrute, al Eros capitalista, travestido, deformado. Su contrapartida, el dolor, es lo genuinamente humano, el Thanatos inexpugnable: no hay mercancías dolorosas y, en cuanto existen, producen placer. En un mundo que vende gato por liebre, consumo como anestesia, ¿qué es consumir? Hipócritamente, vendemos y cobramos por CAJA 1 y nos asombramos de que se venda tanto, en la CAJA 2 del mismo megabazar. Somos un cúmulo esencial de dolores individuales, que busca disfrazarse en sonrisas impostadas.

Una persona que vivió el dolor, la tragedia, necesita lucrar con él, y sabe que miles de compradores compulsivos están dispuestos a despojar de materialidad su recuerdo, para convertirla en artículo de consumo, marca de sufrimiento ajeno: signos de lo otro. Discriminar alivia: da placer: mercancías fáciles de comprar y vender manufacturadas al por mayor en la industria de la palabra. Jodida especie humana que tuvo la puta buena suerte de contar con el lenguaje para colonizar el globo, el mismo lenguaje que usa para el vasallaje de sí misma y para autodestruirse en cinco minutos. O en cuatro Vélez, uno de estos días.

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