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viernes, 31 de octubre de 2008

Jubilaciones: el que parte y reparte

Lo mejor siempre es tomarse un tiempito para pensar • Estas son las reflexiones que me surgen sobre un tema que nos involucra, aunque falte mucho para jubilarnos (por desgracia) • Como siempre, nadie tiene por qué estar de acuerdo, pero si no lo están, ¡contesten!


Un poquito de historia, como siempre

Antes de implementarse cualquier sistema de pensión o retiro (jubilación), cada quien ahorraba para su vejez lo que hubiera podido ir sustrayendo de su salario. En esa utopía libremercardista, obviamente la capacidad de ahorro la tenía quien obtuvo los mejores sueldos, seguramente el que tenía per se un mejor pasar en la vida y, por ende, quien unía ese "ahorro" a un pequeño capital, una fortuna preexistente. El que ganaba chirolas, que ya no alcanzaban para manutenerse en cada jornada o quincena, no se aseguraba ningún tipo de sostén para su vejez, cuando el cuerpo ya no puede ofrecer la fuerza para el trabajo. Ahí entonces era cuando asumían su sostén los hijos, o las entidades de beneficencia, prestándole o regalándole su supervivencia.


En algún momento, se entendió que es un derecho inalienable e irrenunciable de toda persona su seguro para la vejez, siguiendo el razonamiento de que si esa persona fue fuerza productiva para la sociedad durante treinta o cuarenta años, es lógico que la sociedad se haga cargo de los últimos años de esa persona, cuando ya no puede producir. El retiro o jubilación, además, permite dinamizar el mercado laboral, en tanto los puestos de trabajo se liberan y se ofrecen a las nuevas generaciones.

Finalmente (no hace falta que digamos qué hijo de puta lo hizo, sí "M. lo hizo", hace una década), se regresó a un sistema parecido al de principios de siglo XX, en el cual el que podía aportó parte del excedente de su salario a una "cuenta propia" en una Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), mientras que quien quedó en el "sistema de reparto", por obligación o no, siguió aportando a un fondo que sostuvo las jubilaciones de todos/as.

En la práctica, en el sistema estatal quedaron los salarios más bajos, para sostener las jubilaciones más bajas (mejor dicho: al aportarse menos, se repartió menos), mientras que la masa salarial más alta (y que por lo tanto, hubiera aportado más), quedó en un "ahorro" personal y heredable, una "propiedad privada". El sistema de reparto, formado por los aportes de quienes estamos en ese sistema, sostiene no sólo las jubilaciones de los "jubilados de derecho", sino de los jubilados "de hecho", es decir, de aquellos que habiendo aportado en algún momento y/o teniendo la edad (siendo viejos, digámoslo con todas las letras), no llegaron a cumplir los requisitos (y esto, obviamente, no porque quisieron, sino porque desde la década del '70 a la fecha las políticas económicas apuntaron a empobrecer cada vez más al pobre, y enriquecer cada vez más al rico) Y el sistema de reparto no sólo financia a los anteriores, sino a la masa de "nuevos jubilados" del sistema de capitalización a quienes, por sus pocos años de aporte en este sistema (y la rapiña que las AFJP les realizaron), el Estado debió subsidiar para que cobraran, al menos, el monto jubilatorio mínimo.

En el medio, las cajas de jubilación, que hace cincuenta años eran por "rubro", "rama", o "sector" de la economía (no eran, específicamente, estatales, en una lógica que privilegiaba los estándares salariales de cada una de estas actividades), fueron cooptadas por el Tesoro Nacional, fueron saqueadas, vaciadas, desviadas, etc. Sería interesante saber quiénes realizaron estas "medidas de gobierno", pero no sería de extrañar que, por ejemplo, el "joven" Alsogaray ministro de los '60 haya sido uno de los que contribuyó a que se desvirtuara el sentido solidario y social de los aportes jubilatorios, para terminar en los '90 defenestrando este sistema y proponiendo el "panaceático" sistema de capitalización.

Es cierto, el asalto a la cosa pública incluyó el vaciamiento de las cajas; no menos cierto es que la administración de estos fondos por parte de entidades privadas (ligadas a bancos o grupos financieros) también implicó un desvío cuantioso camuflado en comisiones y gastos operativos. En definitiva, algo es claro: el que tiene no se preocupa demasiado por qué tendrá en su vejez, y el que no tiene seguirá sin tener, esté donde esté.


La situación actual

Este gobierno, que de "izquierda" sólo tiene la entrada de la Casa Rosada, propone ahora recuperar la administración de los fondos, mediante un exiguo proyecto de ley que dice, más o menos, "les sacamos la guita a las AFJP y la administamos nosotros". Fundamentos de estricta justicia, como aquella vez con "el campo", se confunden con coyuntura y oportunismo.

Es cierto que el año que viene hará falta "caja" porque es electoral; el cierto que la crisis mundial perforará las cuentas fiscales; es cierto que son todos chorros (todos: AFJP, los de antes, los de ahora). Es cierto que los pollos cada vez tienen menos sabor a pollo y que los tomates peritas "larga vida" duran más en la heladera. Es cierto todo lo que digamos con las anteojeras del día a día, desde el puro placer del balbucear retahílas vacías de política.

Los únicos argumentos que circulan fuertemente en contra de este proyecto afirman, precisamente, esto: la "poca letra" del proyecto, la sospechosa urgencia en su tratamiento y el inefable "son todos ladrones" de la gordita mesiánica. Nada de ello hace al fondo de la cuestión, es decir, qué sistema social urdimos, de modo de que entre todos nos hagamos cargo de todos. Como diría una gran amiga: los jóvenes que educamos hoy son los que nos cuidarán en el futuro en el geriátrico y, mutatis mutandi, son los que nos pagarán la jubilación, así como ahora se la pagamos nosotros a nuestros viejos, esos que (mal o bien) nos precedieron en la historia de este país.

Para que la relación aportes de activos / jubilaciones rinda, es necesario, más o menos, que por cada cuatro personas en actividad haya una sola retirada. Con el alargamiento en la expectativa de vida, con la desmantelación y precarización del trabajo, con el negreo actual, etc., el sistema de reparto no fue ni será perfecto. Pero al menos, ética y filosóficamente, será acertado, si queremos pensar en un país más justo. Y si es que alguien roba, desvía, corrompe, es sencillo: habrá que hacer juicios populares y paredón, de una puta buena vez.

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