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jueves, 1 de mayo de 2008

NOVELA (DÉCIMO QUINTA ENTREGA)

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(El jueves que viene, la última entrega)


XXXV

–¿Don, tiene fuego?
–Si el cigarrillo matara más rápido, habría seguido fumando…
–¿Tiene o no?
–Esperá que me fijo… ¿Querés sentarte?. Sentáte, va a ser todo un acontecimiento acá, que me vean sentado con alguien.
–¿Por?

–Desde que llegué que no sé para qué vine…
–¿No es de acá?

–No. Vos tampoco, ¿no? Nunca te vi…

–Llegué ayer a la mañana
–¿De dónde sos? –¿Eso importa?
–Supongo que no… ¿Y venís a quedarte acá?

–No.

–Bueno, eso tampoco importa, supongo…

–¿Y usted de dónde es?

–De Buenos Aires
–¿Se va a quedar?
–La verdad no sé… Empiezo a acostumbrarme al pueblo, a su gente… Hasta ya les conozco a algunos el nombre, y me conocen a mí… No era esa mi idea, pero la costumbre de vivir puede más…

–Ojalá yo algún día encuentre un lugar así…
–¿Querés tomar algo?

–No, ya me voy…
–¿Y por qué no te vas a quedar acá, si andás buscando un lugar donde renacer?

–¿Y a usted quién le dijo que yo estoy muerto?
–Tenés los mismos ojos apagados que tenía yo hace un año…
–…

–¿Cómo te llamás?

–Gonzalo, ¿y usted?

–Leonardo
–¿Viene todos los días a este bar?

–Todos los días, sí.
–¿No se aburre?

–No vine buscando diversión, vine buscando morirme.
–¿Por?

–Todos nos escapamos de algo, ¿o no?

–Usted… ¿usted se está escapando?
–Puede decirse que sí, aunque ya no me acuerdo bien de qué. A veces pienso que vine para escaparme de mi futuro, y no de mi pasado, como creía entonces…

–Escaparse… del futuro… Qué… zarpado eso… escaparse del futuro…

–Tu pasado está y es tuyo… No te va a dejar nunca. Viniste hasta acá para ser otro, y vas a ser toda tu vida vos, siempre vos. Tu futuro es lo peligroso; tu pasado fue terrible pero, por suerte, ya pasó.

–Bueh… Usted habla como si me conociera… ¿De qué se las da?
–Ja, no me las doy de nada… Te hablo como si fueras yo mismo, como si te conociera de toda la vida: yo también vine escapándome…
–Usted ni me conoce…
–Te veo ahora, a lo mejor por única y última vez, en tu vida, o en la mía… Para mí no tenés historia, ni futuro… Para mí es fácil hablarte; lo difícil es decirme estas cosas a mí mismo… ¿No querés tomar nada en serio?

–¿Tienen fernet acá?

–¡Patrón, un fernet para el amigo!

–¿Amigo? Se le está yendo la mano… Ni me conoce, no sabe de dónde vengo, ni a dónde voy, no sabe nada de mí, ni qué hice, ni qué estoy haciendo, ni qué voy a hacer… Y me dice “amigo”…
–Lo que vayas a hacer, todo lo que uno hace, es el futuro de uno. Yo te estoy pidiendo un fernet acá y andá a saber, me estoy salvando o me estoy muriendo en un rato…
–Bueno entonces tendría que pagarlo rápido, a ver si me toca garpar yo…

–Ja ja ja, no te preocupes por eso… Acá la gente es distinta
–¿Por?

–Todavía creen en el otro, todavía piensan que es posible conocerse, y confiarse
–Je, boludos…

–Puede ser… pero ahí es cuando uno elige si eso ayuda o termina de hundir
–¿Y a usted lo ayudó?

–Estoy en eso, creo…

–¡¡Don Leonardo!! ¡¡Don Leonardo!!
–¿Qué le pasa, Gumersindo?

–Disculpe don Leonardo… Hola, pibe. Don Leonardo, es la María, mi vecina…

–¿Qué pasa?

–¡Que está por parir, don Leonardo, y el doctor Galván no está, se fue a Posadas y no viene hasta tres días!

–Gumersindo, ya sabe que yo…

–Don Leonardo, se muere la piba… La atacó un puma y está muy mala… Sangra mucho y… ¡Por lo menos la criatura, don Leonardo!

–¿Usted… es doctor?

–Es parte del pasado, Gonzalo… Uno es lo que es, y elige el futuro, ¿ves? Vamos, Gumersindo, ¿usted anda en auto?
–Sí, venga don Leonardo… Disculpá pibe, en un rato vuelve el doctor..

Estuve hablando con un doctor, qué lo parió… Si me hubiera visto el Tito… Y encima, era piola… Andá a saber de cuál se escapó. Y se pagó un fernet, el loco… Este lugar parece tranquilo… Pero nunca voy a estar tranquilo yo, la yuta siempre va a mirarme con cara de nada, pero me va a estar fichando… Yo estoy quemado acá, me tengo que ir a la mierda… Capaz que me encuentro con el loco este en Paraguay, y lo tengo que venir a buscar corriendo para que ayude a parir a mi mina… Un bebé… Un hijo… Lo voy a criar piola, no le va a faltar de nada… Voy a laburar bien y va a tener todo, va a tener la vida que yo no pude, no voy a necesitar un bebé para reencarnarme, porque mi hijo va a ser lo que yo no pude ser. No se va a mandar ninguna, ¡porque si lo pesco en alguna…! No. No lo voy a fajar, porque va a ser igual que yo, un resentido conmigo, con su viejo… ¿Cómo se hace para educar a un pendejo si no lo fajás? Chamuyando, haciendo la psicológica… Pero ni da. Se me va a cagar de risa el guacho. Que se encargue la madre… Pero no hay minitas que se rescaten así… Son todas una manga de trolas… Siempre lo decía el Tito, y tenía razón. Si estuviera acá… Seguro que me diría que aprovechemos que no quedó nadie y chetiemos al logi ese que atiende. Está re fácil hacerla… No hay nadie y el viejo lee el diario. Lo apuro con la mirada, lo apuro… Gente confiada… No saben nada. Y bueh, yo me la mando… Total, ya estoy quemado: una más y me rajo y la empiezo en Paraguay, con guita allá los paraguas me van a respetar y voy a poder hacer alguna que me dé buena guita y voy a poder encontrar alguna mina que me eduque bien a los guachos mientras yo llego de trabajar cansado y todos me esperan con una sonrisa… Y sí, yo me la mando… Ahora que el viejo se dio vuelta…

–¡Quedáte quietito, viejo, y dame rápido toda la guita, que no estoy jodiendo y si no me ayudás y me ponés nervioso te bajo acá nomás! ¡¿Me oís?!

Qué pibe extraño… ¿Qué dolor terrible lo habrá traído hasta acá, al culo del mundo, a la frontera con la nada? Un pibito que todavía no vivió… que no tuvo oportunidad de vivir y ser feliz y ya está huyendo de sí mismo… ¿Qué le queda para cuando tenga mi edad? ¿Qué le queda para cuando se le mueran las personas al lado, impotente, y esté yendo, vacío, a auxiliar en un parto, justo en un parto, a una desconocida? Qué irónica la vida… Es la persona con la que más entusiasmo al hablar tuve en todo este tiempo, y quedó ahí, tomándose un fernet en el patíbulo de un viaje que no lo lleva a ningún lado, porque nunca se va a ningún lado cuando uno se escapa de uno mismo… Y si no, acá estoy yo… Me vine a la selva a verme morir, ver morir el hombre que fui, el médico que fui… y voy como médico a asistir el parto de una piba sin hombre atacada por un puma. ¿Qué nos lleva a tomar estas repentinas decisiones? ¿Qué nos obliga a hacer algo que tendrá importancia fundamental en la cadena de hechos que sobrevendrán irreversiblemente? ¿Qué nos impide darnos cuenta de la importancia de esos hechos insignificantes, esos platos sucios después de una cena que atraen a las cucarachas que vas a ver en la madrugada, cuando te levantes para tomar un poco de agua y del susto, te desmayes? ¿Qué buscaba cuando vine acá? ¿Qué dios manejó los hilos de este títere que ahora soy, yendo a hacer algo que no quiero, que me trae a los ojos todo el pasado que me obstiné en tapar con mis propias manos? Pobre pibe… Si todo termina rápido capaz lo veo, o alguien sepa decirme dónde está parando… Está tan solo… Se le nota el dolor… Como se me olería a mí cuando llegué a Montecarlo… Y ahora, soy el médico del pueblo, al menos por un rato… Entrando en un rancho a auxiliar a una piba que va a ser madre…

–¡Rápido, don Gumersindo, ponga a calentar agua y vuelva a buscar al pibe que estaba conmigo así me ayuda! Tranquila… ¿Cómo te sentís?




XXXVI

–La novela comienza y termina con un breve diálogo en estilo directo. ¿Por qué eligió este procedimiento?
–No podría decirlo con certeza. Supongo que en definitiva anticipa un poco lo que viene: voces que en apariencia no tienen relación, pero que forman una trama que el lector va develando.

–Sin embargo, ya desde el comienzo, precisamente, hay un nivel diegético que organiza esas voces, en el estilo directo…
–Bueno, es que narrador siempre hay, de uno u otro modo. El autor ha muerto es una afirmación que tiene más de consigna que de realidad; al menos, si se considera que una novela es, a diferencia de la vida, un relato organizado.

–¿La vida es puro caos?
–No estoy diciendo necesariamente eso, aunque podría suscribirlo. Uno lleva su propia vida sin saber a dónde marcha. En la novela se escribe sabiendo, generalmente, a dónde se llega. Es cierto que uno también encamina su destino, pero creo que en la novela hay ciertas ventajas; por lo pronto, uno puede tachar, borrar y reescribir. Por otra parte, la novela se lee, uno se objetiva y desobjetiva con facilidad; en la vida uno no puede verse desde otro lugar, como si estuviera leyendo el libro de otro, el que te lee a vos no se comprende a sí mismo, pero cree entenderte (o se siente con derecho a hacerlo)

–¿De ahí entonces ese carácter fragmentario que tiene todo el relato?
–No creo. Los fragmentos son, por un lado, un recurso cómodo para alguien que no está habituado a la escritura larga. Pero creo que fundamentalmente tienen que ver con esa dosis de participación del lector, con ese “hacer el relato” que me parece imprescindible. En cierto modo, está todo ahí, escrito, pero también se puede decir que está todo ahí, en la lectura.

–Dentro de ese artificio que propicia la construcción de los recorridos de lectura, ¿el silencio, el implícito, se superpone con lo dicho, con lo explícito?
–Los personajes hablan, también habla el narrador. Y también aparecen otras voces, como la noticia del diario o las voces anónimas del chat. Somos seres que hablan en un mundo que habla, pero ciertas palabras, ciertas enunciaciones cobran relevancia, en desmedro de otras. La novela del narrador único, omnisciente, es tramposa, en tanto construye la ilusión de la homogeneidad del discurso: un relato, una voz. Pero, como dije antes, creo que la idea de la narración sin narrador es imposible; en todo caso, se traslada al lector. Desde el punto de vista tradicional, hay lagunas, hay vacios, hay elipsis; desde el punto de vista de la lectura hay una linealidad que se basa en blancos y negros, en rellenados que quedan a cargo del lector.

–Sin embargo, no queda en claro, en la lectura, cómo continuar la historia, cómo predecir o explicar algunos hechos…
–¿Cuáles, por ejemplo?

–Los motivos que llevaron a Gonzalo a asesinar a sus padres, por caso.
–¿Realmente importan? Eso queda tematizado cuando se trabaja con la voz de los mass media. Generalmente no interesan mucho los motivos, porque intranquilizan, muestran cuánto de humano puede tener un acto inhumano. Gonzalo es, desde la óptica de esas voces, culpable.

–¿No es algo maniquea la forma como aparecen reflejados los medios de comunicación en la novela?
Tal vez hay cierta recurrencia de ciertas formaciones ideológicas, es cierto, pero no creo que sea algo maniqueo, si por esto entendemos algo así como poses, como planteamientos estáticos. Pero me interesaba trabajar con esas ideologías, que están presentes, en mayor o menor medida, en la sociedad, y por ende en los medios, que las reflejan y las refractan, podríamos decir. Igualmente creo que hay un arco, una variedad de posicionamientos desde alguno más irracional, más "show bussines", hasta otro, que intenta ser más racional, más argumentativo. Pero, repito, no era mi intención "reflejar", porque no creo que la literatura esté en este mundo para eso, sino poner en emergencia ciertas cuestiones. Si se quiere, sí hay cierto maniqueísmo pero en otro nivel, en el de la lengua de los medios, en ciertos estereotipos de la prensa, o usos que no se consideran académicamente correctos... Para decirlo de un modo tradicional, hay un planteo, un trabajo desde lo ético, y otro trabajo, otro planteo, desde lo estético.

Volviendo a la cuestión de Gonzalo Coronel, ésta es más compleja, porque se desencadena a partir de una mentira, con lo cual volvemos al problema de las voces, la enunciación y a quién y cómo la enuncia.
–Bueno, de hecho nunca salimos de allí. Justamente, si el lector privilegia ciertas voces, y no otras, asume una “postura política”; si desnaturaliza el lenguaje y sus prácticas, entonces obtiene otra versión de los hechos.


–Desde la perspectiva que usted está planteando, entonces, la figura central en la novela es la de Facundo?
–Sin lugar a dudas. En esta segunda lectura posible que estoy proponiendo, es necesario deconstruir la novela a partir de Facundo.

–¿Por qué?

–Porque Facundo es un desquiciado, en cierto sentido. Es una especie de Quijote actual, salvando todas las cuestiones del caso. Es un producto alocado de la literatura, distorsión de los medios masivos de comunicación, un falsificador, que potencia esta cuestión del poder de la palabra y de la opacidad de la enunciación. Hace suyas las voces de otros, las ficcionaliza en nuevos contextos, y con ello crea nuevas realidades, básicamente, crea las condiciones para que Gonzalo sea lo que los demás dicen que es. Entrega a Gonzalo, una especie de Silvio Astier, concientemente y sin saber bien por qué, atribuyéndole en una carta ficticia que intenta que se tome como real, ese carácter pederasta que luego su madre, enfurecida, recrimina a la madre de Gonzalo.


–Y esa carta, a su vez, es la contraparte del anónimo que aparece en La traición de Rita Hayworth
–Opera en el fragmento las modificaciones discursivas que lo identifican a él con Toto, pero a su vez desde el lugar de Cobito, el delator en La traición… Por otra parte, Gonzalo relata un sueño, una aspiración, un horizonte de expectativas que también es reformulado por Facundo, en una composición escolar en la que se adueña de ese relato y lo hace propio.


–Pero aquí ya no sería un “desquicio literario”, como usted indicó antes, sino una escritura de circulación restringida y genéricamente pautada, como la de la composición escolar.
–No lo veo tan así. La literatura está fatalmente destinada a circular por las aulas, y ser plagiada allí, de uno u otro modo. El modelo de escritura en la escuela, a pesar de todo, el válido, sigue siendo el de los escritores. Hoy por hoy quizás con menos fuerza, pero, digamos: cuando se propone a un alumno escribir un relato, se espera un cuento, un destello de genialidad, de originalidad, de tecnicismo, y no una anécdota sabrosa, de esas que se escuchan a escondidas en un colectivo.


–El otro personaje que está relacionado con la literatura es Leonardo, que escribe las dos poesías y hace, digamos, un recorrido quiroguiano.

–Sí, aunque menos finisecular. Leonardo es, como todo aquí, creo, la posibilidad de leer al menos dos historias. Desde cierto punto, es sombrío, lo atraviesa un dolor inconmensurable que ese narrador que lo acompaña acrecienta más y más. Por otro lado, es la contraparte de Gonzalo, obviamente. Es su “lado bueno” por otros medios, vale decir, es la contraparte de Facundo en realidad, es el que genera las condiciones de posibilidad de la redención de Gonzalo, si hemos de tomar por cierta la cuestión de la reencarnación que su sueño (el que Facundo hace propio) viene a plantear.

–¿Leonardo es, entonces, un tipo feliz?

–No lo creo, si hemos de hacerle caso a la voz que lo narra y la voz desde donde se narra a sí mismo. No obstante, podríamos decir que finalmente se reconoce y se reencuentra, lo cual, seguramente, es un acto de infinita felicidad. Esto tiene mucho que ver, también, con el guion cinematográfico del final, escrito con Sofía, y que en cierto modo prefiguraba, mucho tiempo antes, la idea de que ciertos personajes son la contracara de otros, y ciertas vidas tienen sentido en función de otras.


–Retomando este aspecto, y para terminar: usted afirmaba al comienzo que todas las voces y todos los fragmentos, finalmente, se entrecruzan. Sin embargo, esto no es explícito, no hay un punto de inflexión a partir del cual se pueda pensar en una novela coral ¿Cómo se lee entonces ese entretejido?

–Quizás porque hay refracciones antes que cruces. Lo que aquí aparece es lo que allí se menciona, y viceversa. Hay una trama que se superpone con otras tramas, y el lector puede leer la que quiera. Lo mismo que ocurre en la vida.

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